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CINEMA DE PERRA GORDA

THE MISSING JUROR (1943, Budd Boetticher)

THE MISSING JUROR (1943, Budd Boetticher)

THE MISSING JUROR (1943) es la segunda de las películas que firmó Budd Boetticher –entonces con el nombre original de Oscar Boetticher Jr.-, dentro del periodo de aprendizaje que desarrolló en la Columbia, con policíacos escorados claramente a la serie B. un ámbito en el que probaron fortuna nombres tan característicos como Joseph H. Lewis, Richard Fleischer, Don Siegel, Edward Dmytryk o Anthony Mann, entre otros. Fue, una vez más, el oportuno caldo de cultivo para que jóvenes cineastas se foguearan en presupuestos y ámbitos de rodaje limitados, que con posterioridad posibilitaron el desarrollo y la complejidad de sus respectivas filmografías. Y hay que decir que en el título que nos ocupa, más allá de las debilidades detectables en su guión, se percibe el nervio de un cineasta que sabe luchar a través de la imagen, aplicando un notable ritmo y, por que no decirlo, un sentido del humor bastante distanciado, a lo que podría aparecer como variación de la historia que daría pie años antes MYSTERY OF THE WAX MUSEUM (Los crímenes del museo, 1933. Michael Curtiz). Es decir, la tragedia de un hombre hundido por la sociedad, y que al desvariar su mente se convierte en un ser peligroso.

En esta ocasión, la premisa se centrará en la figura de Harry J. Wharton (el característico George Macready), un hombre que acusado por un crimen que no ha cometido, siendo por ello condenado a muerte. Pese a los apelaciones, su condena a la horca aparecerá casi inamovible, hasta que la investigación realizada por el dinámico periodista que es Joe Keats (Jim Bannon) –el único que ha creído en la declarada inocencia de Wharton-, logre que in extremis se encuentre el definitivo indicio de su inocencia, evitando la consumación de su ejecución, pero sin que dicha conmutación, evite el absoluto desequilibrio de este, que será internado en una clínica psiquiátrica, suicidándose en la misma, al incendiar su habitación y ahorcarse. De manera sorprendente, poco a poco irán desapareciendo, asesinados o muertos en misteriosas circunstancias, componentes del jurado que condenaron a Wharton.

THE MISSING JUROR se inicia de manera percutante, mostrando la muerte de una persona en la noche, situando su vehículo para el seguro atropellamiento. Será el preámbulo para presentar al protagonista, el periodista Keats, en medio de una divertida secuencia en la que logrará embaucar a su ex editor, al tiempo que presentar a los espectadores la realidad de esa desaparición de los jurados señalados. Así pues, el film de Boetticher se interna en los relatos ambientados en la órbita del periodismo, ofreciendo esa mirada cáustica en torno a su engranaje, expresando sobre todo a partir del personaje del siempre hambriento empresario periodístico, empeñado en la rentabilidad de las historias relativas a este caso, que le han llevado con facilidad a recuperar para la redacción a un avezado profesional con el que había tenido serias diferencias. Sin embargo, si algo destaca en el muy ajustado metraje de menos de setenta minutos, es el ritmo que acredita el relato y, sobre todo, la inventiva que despliega Bortticher, en una planificación a la que aplica un considerable dinamismo de la cámara, utilizando con especial acierto las posibilidades del montaje –notable el uso expresivo del primer plano-, e insertándose en la narración, secuencias que denotan un especial cuidado para resaltar la tensión y las posibilidades expresivas, que el joven realizador despliega con singular acierto. Me refiero con ello, más allá del ya comentado inicio, de las fuerza expresionista que adquieren los instantes en los que contemplamos a Wharton en la celda –será la primera ocasión que percibiremos su obsesión con la cifra doce-, el intento de asesinato que sufrirá Jim en unos baños turcos, el supuesto suicido de este en una celda, la manera con la que este elimina a uno de los componentes del jurado, trasladándolo mediante engaños a una mansión, en la que se dispondrá una siniestra escenografía que servirá como preludio para su posterior ejecución. O, como era de esperar, el climax que vivirá Alice (Janis Carter), otra de las componentes del jurado, inicialmente escéptica a las advertencias del periodista sobre el riesgo que corre, pero que vivirá con creciente tensión la cercanía de la amenaza. Y es precisamente en torno al intento de ejecución de esta, donde Boetticher ofrecerá alguno de sus instantes más memorables, con esos intensos primeros planos sobre el rostro de un alucinado Macready, antes de la clásica salvación en el último minuto, que devuelva a la conclusión del film, ese tono humorístico con el que prácticamente se había iniciado, en una taberna de ambiente familiar.

Evidentemente, en una producción de estas características, casi serial, aparecen no pocos agujeros. Uno de ellos es la casi inmediata rapidez con la que prende fuerza la relación entre Jim y Alicante, cuando instantes antes se habían demostrado abierta hostilidad, o la escasa credibilidad que albergan los instantes en que el periodista se encuentra encerrado en la celda de una comisaría. Son las casi inevitables carencias, en una película que de todos modos mantiene buena parte de su vigencia, y que desde su humildad, y con la ayuda de la iluminación en blanco y negro, obra de L. William O´Connell, deviene una muestra más del buen tono que adquirían las producciones de bajo presupuesto enmarcada en el cine de crímenes. Ni que decir tiene, que desde sus primeros encuentros fílmicos, se podía vislumbrar una singular aura visual, para el autor de la emblemática THE RISE AND FALL OF LEGS DIAMOND (La ley del hampa, 1960).

Calificación. 2’5

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