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CINEMA DE PERRA GORDA

MAYERLING (1936, Anatole Litvak) Sueños de príncipe

MAYERLING (1936, Anatole Litvak) Sueños de príncipe

Hay que reconocer y suscribir lo afirmado por Tavernier y Coursodon en su imprescindible “50 años de cine americano”, al señalar que hay varios capítulos, dentro de la andadura cinematográfica del ucraniano Anatole Litvak. Cierto, la parte más conocida de su filmografía se encuentra en su conocida vinculación con la Warner Bros, donde realiza buena parte de sus títulos más conocidos y perdurables. Pero no es menos cierto que en su obra hay un nada desdeñable aporte de documentales de guerra, y también hay unos primeros pasos como director en países europeos, como lo brindó su breve periodo francés, del que MAYERLING (Sueños de príncipe, 1936) aparece como su último exponente, antes de que Litvak se decida a dar el salto hasta Hollywood. La película es también un compendio de todo aquello que el cineasta pudo ofrecer en su posterior andadura americana. A saber; por un lado, una competente capacidad en el uso de la cámara, al tiempo que una innegable habilidad para insertarse en sus recovecos dramáticos. De otro lado, una cierta tendencia al academicismo, que en algunos momentos impide que su cine alcance cotas más altas. Es algo que aparece en esta producción de carácter historicista y corte romántico, y que de alguna manera era inherente a buena parte del cine francés de su momento.

Por fortuna, dicha característica apenas lastra esta mirada en torno al drama interior vivido por el joven archiduque Rodolfo (un notable Charles Boyer) en la Viena de finales del siglo XIX, exteriorizando su creciente desapego, al entorno opresivo que para él supone vivir en el entorno de la corte de su padre, el emperador austriaco Francisco José (Jean Dax). Para intentar sublevarse de un mundo que desprecia, Rodolfo confraternizará con los estratos opositores del régimen, entregándose a una vida de alcohol y conquistas amorosas –valioso el detalles del realizador, de presentar los actos sociales insertando al inicio el escudo nobiliario de los gobernantes-, con las que edificará una aparente muralla de desafecto, a un ser en el fondo vacío, y que es incluso perseguido por los enviados del primer ministro. Todo ese contexto cambiará casi de la noche a la mañana, a partir del primer encuentro que mantendrá con la jovencísima Marie Vetsera (Danielle Darrieux) en una de sus salidas nocturnas. Será el apercibimiento de una extraña sensibilidad, que dejará noqueado al aristócrata, y que tendrá su prolongación cuando pueda contemplarla de nuevo, ya adivinando su identidad, en un espectáculo de danza. Será la apertura de una extraña y desaforada relación amorosa, en la que la exteriorización de un amor sincero y casi a contracorriente, se verá torpedeado por las cortapisas que marcarán sus propios padres, y por otro lado la madre de la muchacha. Ello no hará que la intensidad de su relación mengue en ningún momento. Lo que sí concluirá es a que esta culmine de un modo trágico para todos aquellos que han visto la misma desde el prisma de las convenciones, sin apreciar que el triunfo auténtico lo sostendrán esa pareja de amantes, que han decidido llegar hasta el fin al preservar la autenticidad de sus sentimientos.

En buena lógica, MAYERLING alcanza un alto octanaje dramático una vez se introduce en la vida de Rodolfo esa joven que romperá sus esquemas, introduciendo una nueva luz en una existencia hasta entonces sin rumbo fijo. Es algo que Litvak sabrá modular creciendo en densidad romántica, incluso apostando con delicadeza, con episodios como el desarrollado en la iglesia, donde la pareja de amantes conversarán en medio de la ceremonia religiosa, intentando tener algo de intimidad. Una delicadeza que se planteará incluso en el breve y furtivo encuentro entre Marie y la emperatriz, en la que la veterana noble pondrá en sus palabras el espíritu de sacrificio propio de alguien encaminado a asumir una responsabilidad de gobierno. Esa creciente aura sombría. Ese desasosiego que cada vez más, rodea y oprime el sincero amor de Rodolfo y la muchacha, se tendrá que dirimir en citas casi anónimas, teniendo este que burlar la vigilancia a la que le somete la autoridad gubernativa. En un momento dado, tendrán que vivir casi escondidos el doloroso episodio de la ofensa que a Marie formulara un miembro de la guardia de Rodolfo, sometiéndose a duelo su ofendido hermano. El escándalo llegará hasta el emperador, poniendo a su hijo el ultimátum de disolver esta relación, y pidiendo este un día antes de cumplir el designio del monarca. Será sin duda la traslación a un contexto en el que la película mostrará sus cartas, en el admirable episodio del baile anual donde Rodolfo, en un arrebato de coherencia, buscará a su amada para iniciar el baile, desafiando no solo a las normas y el protocolo exigible, sino a su propia esposa, quien humillada, prefiera sin embargo cuidar las apariencias, aconsejada por su suegro el monarca, y recibiendo a su paso el desafío de una muchacha noble, que por un momento se tornará arrogante al paso de la archiduquesa.

Sin embargo, tendremos que esperar al episodio de conclusión, impregnado de una atmósfera musical y de desaforado romanticismo, en el que se podrían detectar ecos del muy cercano A DEATH TAKES A HOLIDAY (La muerte en vacaciones, 1934. Mitchell Leisen). Esa inserción dentro de un aura romántica y trágica que trascienda cualquier ámbito opresivo, que sobrepase incluso el ámbito existencial, integra esta película casi, casi, en el ámbito del mejor Frank Borzage. Un fragmento de conclusión provisto de una delicada cadencia, en el que Rodolfo matará a su amada con el consentimiento de esta, respetando su deseo de morir antes que él. El suicidio del aristócrata aparecerá en off, con el plano fijo sobre las manos de los dos amantes, en una hermosa y dolorosa conclusión, que eleva el atractivo de MAYERLING, muy superior a la mediocre y cosmética versión que décadas después rodara Terence Young, y apareciendo sin duda uno de los referentes más atractivos en el cine de un realizador aún poco apreciado en el conjunto de su obra.

Calificación: 3

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