LOOPER (2012, Rian Johnson) Looper
Que la ciencia-ficción contemporánea merece ya una mirada globalizadora que analice sus nuevas constantes, es ya casi imperativo. Que en sus argumentos se insertan una serie de avanzados conceptos metafísicos, la incorporación de las nuevas tecnologías digitales, o sin duda lo que sus exponentes ofrecen como auténtico novedad, en realidad se dirime como sucesión de cineastas o propuestas concretas previas de probado éxito. Así pues, y pese al reconocimiento que disfrutó en el momento de su cercano estreno, y su evidente condición de cult movie, LOOPER (2012, Rian Johnson) aparece bajo mi punto de vista, como una clara consecuencia del reconocimiento albergado por el cine de Christopher Nolan. Es cierto. No se trata de la única referencia clara en una película que articula desde ecos de un noir tardío, el polar francés, el cine de Spielberg o tantos ya tantos referentes del cine de acción –a los que la presencia de Bruce Willis no resulta ajena-. Ello no invalida, ni mucho menos, su resultado, pero personalmente considero que evita que sus posibilidades lleguen hasta el fondo, quedando su conjunto en un término medio, en el que pasajes y fragmentos que alcanzan un considerable calado, aparecen ligados a una por momentos molesta sensación de que contenido y forma no se encuentran armonizados, resintiéndose su conjunto por su excesiva dependencia de unas líneas estetizantes, en algunos casos valoradas de forma entusiasta, pese a que considere que se integran demasiado poco en su conjunto –sería el caso opuesto al de la magnífica GATTACA (1997, Andrew Niccol)-.
LOOPER nos traslada a un futuro centrado en 2042, donde unos asesinos –Loopers- procedentes de una oscura mafia, se encarga de eliminar a una serie de delincuentes que han atrapado tres décadas más adelante en el tiempo, eliminando con presteza sus cuerpos, en una ditirámbica operación cuántica. En los últimos tiempos, la misteriosa organización que dirige estas operaciones, está procediendo a cerrar los denominados “bucles”, forzando a que los jóvenes ejecutores eliminen a sus “otros yo” futuros. Será un elemento que provocará una extraña situación, y que vivirá en primer lugar en la experiencia de un amigo y compañero suyo el arrogante y temerario Joe (Joseph Gordon-Levitt). Joe es un duro ejecutor de esos crímenes, consumidor de drogas, amoral y narcisista, pero al mismo tiempo dependiente de cierto hálito romántico –esa querencia por el aprendizaje del francés, que podría emparentar al protagonista con el Jean-Paul Belmondo de A BOUT DE SOUFFLE (Al final de la escapada, 1960. Jean-luc Godard). Lo que hasta ese momento era un mundo lleno de hedonismo, perfecto cumplimiento de sus encargos, y un progresivo enriquecimiento en lingotes de plata, casi de la noche a la mañana se convertirá en una auténtica pesadilla existencial, no solo al comprobar la terrible caza y captura de su amigo, en el que su delación le hará comprobar un resabio de conciencia hasta ahora ausente en su personalidad, sino de manera muy especial, al recibir la visita de su otro yo futuro –interpretado por el actor Bruce Willis-, el cual huirá, como lo hiciera previamente el del amigo que iniciara sus desdichas.
Desde ese momento, el film de Johnson cobra un nuevo giro, en donde la atmósfera sórdida –contando igualmente con ecos del BLADE RUNNER (1981) de Ridley Scott- . virará para insertarse en una atmósfera existencial e incluso un ámbito de intriga, en el deseo de la búsqueda del denominado “fundador” de la organización que auspicia esos asesinatos provenientes del futuro. Al intento de búsqueda del joven Joe, se aunará la desesperación del viejo Joe, al que en el futuro asesinaron a su esposa oriental, que fue la que en un momento dado encarriló su vida. En la huída del segundo y la desesperada búsqueda del primero, este último llegará hasta una granja alejada de toda civilización, en la que vive la joven y curtida Sara (magnifica Emily Blunt), junto a su hijo, el introvertido Cid. Joe joven se ocultará allí intentado escapar a la persecución de los hombres de Abe (Jeff Daniels), al tiempo que intentando averiguar en que identidad se encuentra el jamás visualizado “fundador”. La estancia del pistolero en la granja de Sara, por un lado le permitirá comprobar la extraña y peligrosa personalidad psicoquinética de Cid, pero de manera inesperada permitirá al hasta entonces insensible Joe, encontrar la inesperada oportunidad de descubrir la importancia del amor y los sentimientos. Algo que no solo se ceñirá a la exteriorización de una sexualidad practicada con anterioridad pero no solo como simple disfrute físico, sino que llegará a establecerse como un inesperado sacrificio, en el que una mirada de terrible calado existencial, irá acompañada con la intrínseca búsqueda de inútil redención.
A partir de esta premisa, Brian Johnson articula un relato que entiendo que quiere conciliar a tirios y a troyanos, y hay que reconocer que el éxito comercial acompañó una película que partía con un presupuesto de apenas treinta millones de dólares –que lucen espléndidamente en su aspecto visual-, y en el que se contó con la participación en la producción del astuto Joseph Gordon-Levitt. No obstante, LOOPER funciona a mi modo de ver a ráfagas, sin lograr equilibrar esa querencia con las nuevas modas del género, el apego a la espectacularidad, y el desgarro emocional que, personalmente, considero se erige como lo más valioso de su conjunto. Esas secuencias reposadas, elaboradas pero revestidas de notable serenidad, definidas en el exterior de la granja de Sara, ofrecen lejanos ecos de Americana, logrando introducir de manera paulatina el singular drama que se dirime en el entorno de la misma, y al que se sumará un joven dominado por instintos violentos, y por una absoluta ignorancia en torno a todo aquello que no sea su propio egocentrismo. Así pues, el film de Johnson oscila entre su servilismo a la plasmación visual del infierno urbano del 2047 –mostrado con bastante mayor garra dramática en muchas otras muestras previas del género-, o a los resortes del cine de acción de ambientación futurista o viajes en el tiempo –en el que en los últimos años podemos destacar exponentes más eficaces, como la posterior EDGE OF TOMORROW (Al filo del mañana, 2014. Doug Liman)-. Hay en sus imágenes una ausencia de pathos entre el Joe joven y el ya veterano. No se percibe la necesaria vinculación entre las dos caras de la misma moneda existencial. Hay una sensación de que la forma prima sobre el contenido. Que las supuestas audacias visuales destacan más de lo necesario, o los ecos de un universo noir no resultan siempre atractivos. Sin embargo, justo es reconocerlo, LOOPER nos permite algunos momentos inolvidables, dignos de ser resaltados. Me quedo por supuesto con esa aterradora secuencia, en la que el “viejo yo” del amigo de Joe se va disolviendo en la nada –retomando un antiguo y célebre episodio de The Twlight Zone. Y adquiere una enorme fuerza dramática, la secuencia en la que el pequeño Cid estallará en su furia telequinética en el interior de la vivienda campestre, culminando una secuencia de modélico suspense en su planificación, a raíz de la llegada de otro de los “Loopers”, dispuesto a apresar a Joe.
Calificación: 2’5
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