Blogia
CINEMA DE PERRA GORDA

JASSY (1947, Bernard Knowles) Jassy la adivina

JASSY (1947, Bernard Knowles) Jassy la adivina

A modo de goteo, van recuperándose diversas de las producciones que se gestaron dentro de la Gainsborough Pictures. Un estudio que inició sus actividades en pleno periodo silente del cine británico, prolongando su ámbito hasta finales de los años cuarenta. Fue precisamente en este último decenio, donde se encuentran sus exponentes más conocidos, consolidando unos modos exacerbados de plasmar el melodrama, quizá más valiosos en función de su influencia posterior en el cine de las islas, que en la verdadera importancia de sus exponentes. Aún así, sin haber logrado encontrar hasta el momento entre el cómputo de exponentes contemplados un logro absoluto, no es menos cierto que una película como JASSY (Jassy la adivina, 1947) aparece quizá como una de las propuestas más valiosas de la firma, emergiendo su entramado dramático como una muestra casi modélica de virtudes y limitaciones de su estilo, al tiempo que propone, una vez más en su cine, una nada solapada parábola en torno a la lucha de clases, descrita en los primeros compases del siglo XIX británico. Todo ello, realizado por el cámara Bernard Knowles, desconocido realizador, artífice de cerca de una quincena de títulos, y posteriormente integrado en la televisión de su país.

De entrada, lo primero que se percibe en JASSY, en la impronta pictórica que le proporciona la fotografía en color del ya entonces reputado Geoffrey Unsworth, aportando a las imágenes del relato una patina que podría surgir de los grabados de la época, que se manifestará tanto en las secuencias de interiores, donde destacará el notable esfuerzo de escenografía, como las exteriores, descritas en masas boscosas. Será el ámbito en el que se desarrollará una apasionada historia, que girará en torno a la mansión de Mordelen, propiedad del acaudalado Christopher Hatton (estupendo Dennis Price). Este, un hombre sin voluntad, absorbido por el juego, dejará perder sus propiedades y, en un arrebato de pasión, apostará su mansión, en una jugada de dados junto a su rival en el juego, Nick Helmar (Basil Sydney) perdiendo la misma, y, con ello, resignándose a residir desde ese momento en una pequeña granja, junto a su esposa e hijo Barney (Dermot Walsh). Muy pronto se introducirá en el argumento la oposición en las relaciones amorosas entre Barney y Dilys (Patricia Roc), la hija de Helmar, quien regresará tras ser expulsada de un internado donde la ha enviado su padre, y la propia emanada de la humilde y bella gitana Jassy (Margaret Lockwood). Esta, poseedora de una capacidad para adivinar a distancia sucesos trágicos, se ha encontrado siempre enamorada de Barney, aunque este solo haya tenido en mente el objetivo de recuperar la mansión de su familia. Será algo que la joven gitana asumirá en su deseo, para lo cual se dejará seducir por el alcohólico Helmar, quien en un momento de desesperada pasión por esa mujer a la que ha otorgado poderes para reorganizar la servidumbre de su mansión, aceptará casarse y otorgarle la propiedad de la misma, sin que ello asegure a su hasta ahora amargado propietario, la posibilidad de una vida de pareja con ella. A resultas de un accidente en el bosque, Nick será atendido por su esposa, ayudado para ello por una fiel criada que carece de voz debido a una situación traumática vivida, alejando de este por consejo médico de cualquier contacto con las bebidas alcohólicas.

No vamos a negarlo, el núcleo dramático de JASSY, basado en una novela de Norah Lofts –de cuya pluma surgió la historia sobre la que se creó SEVEN WOMEN (Siete mujeres, 1965), el admirable testamento de John Ford-, aporta a partes iguales inclinación por el folletín, imbricando en sus altibajos dramáticos, una nada solapada descripción del enfrentamiento de clases, no solo presente en la sociedad británica de la ambientación de la película, sino me atrevería a decir que de siempre. En un contexto en el que caballeros ingleses destacarán por su ociosidad, y sus mujeres por el desprecio a quienes consideran de inferior clase social. Algo ejemplificado en Jassy, una muchacha que se convertirá en una presencia molesta para todos aquellos que le rodeen, pero que en un momento determinado, decidirá revelarse contra el papel pasivo que le implica su condición de gitana, utilizando su belleza para revertir la circunstancia, y convertirse en alguien influyente y poderoso. Sin embargo, la muchacha actuará con más nobleza que todos los que le rodean y utilizan. Acogerá a una mujer que se encuentra muda tras el violento episodio vivido con su padre. Atenderá con devoción a su esposo cuando sea recogido del accidente en el bosque, pese al mal comportamiento de este, y a reconocer no quererlo. Asumirá la propiedad de la mansión, con la sola intención de devolverla a Barney, a quien secretamente ama. Es más, en el juicio tras el envenenamiento de Nick, cuando tanto ella como su fiel sirvienta sean condenadas a muerte, implorará por el perdón hacia la criada, pese a no haber participado Jessy en el crimen.

Entre lances folletinescos, el film de Knowles destaca por la poderosa atmósfera, inequívocamente británica que, como en tantas otras ocasiones posteriores, en las secuencias desarrolladas en el interior de Mordelen, uno percibe con claridad que Hammer Films y Terence Fisher asumieron esas escenografías como parte importante de aquellos clásicos del cine de terror –el amigo Tomás Fernández Valentí me confesaba con ironía que en algunos planos solo falta que aparezca Christopher Lee-. Ese juego por los sobrecargados pasillos, o la ominosa escalera de la mansión, es indudable que fue una, entre otras, de las referencias que la célebre productora, asumió a la hora de dar vida ese ámbito de raíz victoriana, presente en tantos inolvidables títulos. pero es que además, ese internado al que acudirá Jassy, podría ser un precedente del que aparecía en THE BRIDES OF DRÁCULA (Las novias de Drácula, 1960. Terence Fisher). Al mismo tiempo, las secuencias bucólicas y románticas mantenidas entre Barney y Dilys, permiten precisar como el inolvidable TOM JONES (1963) de Tony Richardson, quien se percibe que rastreó en el pasado del cine inglés, a la hora de establecer su ambientación campestre. Peor al mismo tiempo, la entraña combativa existente en torno a la involuntaria rebelión de clase de Jassy, nos remite a otro título con el que conserva no pocas semejanzas, y que sigue conservando una a mi juicio inexplicable mala fama. Me refiero a THE GYPSY AND THE GENTLEMEN, dirigida en 1958 por Joseph Losey.

Una vez más, comprobamos la extraordinaria interconexión existente en el cine de las islas. Al margen de todo ello, JASSY resalta por sus propias cualidades como específico relato cinematográfico. Lo comprobaremos en la sutileza con la que el off narrativo nos describirá el suicidio de Hatton. En la fuerza expresiva que adquieren las secuencias de peleas y rebeliones de esos obreros embrutecidos –entre el que identificaremos al luego muy frecuentado actor de carácter Maurice Denham-. En la inquietante aura fantastique que nos permite adivinar los poderes de vidente de la protagonista. O, en definitiva, en la sensación opresiva que describe una vista, que aparece casi como una auténtica metáfora en la venganza de esas clases acomodadas, e incluso de aquellas que emanan de la servidumbre –en venganza contra alguien que ha conseguido sobresalir entre ellos- al objeto de quitarse de encima con su ejecución, un corpúsculo molesto en una sociedad dominada por el puritanismo. Por supuesto, la belleza y la fotogenia de Margaret Lockwood, permitirá a la actriz transmitir el completo relato de un ser, que solo quiere ser responsable de una existencia plena, no basada en lo material, sino ante todo el amor que siempre sentido por Barney.

Calificación: 3

0 comentarios