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CINEMA DE PERRA GORDA

THE ACCUSED (1949. William Dieterle)

THE ACCUSED (1949. William Dieterle)

Jamás estrenada comercialmente en España, escasamente prestigiada –como tantos otros títulos de su filmografía- en la obra de su realizador –William Dieterle-, que iniciaba con esta su colaboración con el productor Hal B. Wallis en el seno de la Paramount, quien lo acogió tras figurar en una determinada “lista gris” dentro de la “Caza de Brujas” de McCarthy. Lo cierto es que casi nadie cita THE ACCUSED (1949) a la hora de hablar de la trayectoria del director alemán. Y no deja de resultar triste que ello suceda, ya que se trata de una película no solo de notable interés sino, ante todo, insólita en su planteamiento, como más adelante comprobaremos. La historia que propone –con un guión de Ketti Frings, basado en la novela de June Truesdell-, se centra en la figura de una profesora de psicología –Wilma Tuttle (una espléndida Loretta Young)-, que en defensa propia cometerá el asesinato de uno de sus alumnos, el atractivo, provocador y díscolo Bill Perry (Douglas Dick, recién salido del plató de ROPE (La soga, 1948. Alfred Hitchcock), donde también era la hermosa víctima sobre la que se sostenía el crimen de los dos protagonistas). El film de Dieterle nos mostrará la lúgubre e inesperada situación vivida por la docente en sus primeros compases, a partir de una secuencia de intensa nocturnidad desarrollada junto a un acantilado, en la que la aterrada psicóloga extraerá el cuerpo sin vida del muchacho –que se encontraba en traje de baño dispuesto a darse un chapuzón junto a esa profesora a la que ha ido provocando de manera deliberada-. Será un episodio que dejará al espectador inserto en una atmósfera de pesadilla, ya que en realidad aún no conoce a los personajes, y solo se detiene en la huída –en apariencia exagerada, pero cuando conozcamos la personalidad de esta advertiremos como justificada- de Wilma por una carretera nocturna. Todo ello sucederá en un fragmento sin diálogos, que tendrá un agudo apunte con ese enorme letrero que muestra la fachada de una sala de cine, de una película de la propia Paramount denominada Murder.

A partir de ese instante, y ayudado por la voz en off de la atemorizada Wilma, conoceremos en flashback las circunstancias que han propiciado la trágica situación, centradas en el carácter provocador de este joven diletante y de buena familia, especializado en incitar a las muchachas del instituto, y que ha visto en su profesora una de sus nuevas capturas. Pese a que ella no advierte las intenciones de este, en el fondo de su psique no deja de sentirse atraída por esa especie de “ángel diabólico” que no duda en utilizar a cuantas mujeres se sitúan a su alrededor, expresando ante todo una personalidad narcisista y egocéntrica, basándose en el atractivo que emana de su juventud, y teniendo en la aún deseable protagonista una víctima propiciatoria –que las imágenes nos intuyen ha sido buscada y deseada tras una larga espera-. La encontrará una vez esta pierde un autobús, lo que casi le obligará aceptar el ofrecimiento de Bill para trasladarla a casa, aunque en realidad la dirija a ese acantilado donde poco a poco tratará de intimidarle, con el trágico resultado por todos conocido. La acción retornará a la actualidad, con la llegada del abogado de la familia –Warren Ford (Robert Cummings)-, quien trabará el obligado contacto con Wilma, esgrimiéndose muy pronto le tesis del accidente como causante de la muerte del muchacho. No obstante, poco a poco se irán imponiendo las tesis del teniente Ted Dorgan (Wendell Corey), quien de manera sibilina encontrará indicios –ayudado por el dr. Romley (Sam Jaffe)- que avalen su teoría de que en realidad fue asesinado. El recorrido de este proceso, que llevará consigo la creciente atracción de Ford por la doctora, la presencia de testimonios y pistas –esa carta que la psicóloga escribió, y en un momento dado tendrá que duplicar para evitar ser delatada en sus intenciones-, en realidad servirá en THE ACCUSED como un fondo para envolver el auténtico y verdadero objetivo de la película. Este no es otro que la descripción del retrato de una mujer que se acerca a la mediana edad, y a la cual su propio carácter introvertido y el quizá asfixiante aroma de provincias que le envuelve, han conducido a una represión de su sexualidad, que en el encuentro con el provocador e irresistible estudiante rayará en el paroxismo. Ya de entrada, y sin entrar a valorar la valía de su enunciado, no resulta fácil encontrar en el cine norteamericano de la época, propuestas de este calado. Sí que es cierto que títulos como REBECCA (Rebeca, 1940. Alfred Hitchcock) o la misma e inmediatamente precedente PORTRAIT OF JENNIE (Jennie, 1948), que se erigió como una de las cumbres en la obra del propio Dieterle, incidían en esa vertiente, pero lo ofrecían de una manera menos directa. En su defecto, el retrato que se brinda de esta psicóloga –atención a su propia profesión- de aparentes avanzadas convicciones pero un interior de débil perfil en este terreno, podría establecerse en la práctica como un curioso antecedente contemporáneo de la célebre institutriz que encarnara Deborah Kerr en la memorable THE INNOCENTS (¡Suspense!, 1961. Jack Clayton), basándose en el conocido relato de Henry James “Otra vuelta de tuerca”. En esta ocasión, el conflicto interior se expresará en la actuación de la Young –quien forma un perfecto triángulo interpretativo con un Robert Cummings en esta ocasión más duro y austero que nunca, y un Wendell Corey que despliega de nuevo su capacidad para la ambivalencia, logrando en sus miradas y en las pequeñas trampas que brinda a una cada vez más acorralada y turbada Wilma, su intuición de que ella fue la causante del asesinato-. Al mismo tiempo, la protagonista vivirá en carne propia la hasta entonces insólita sensación de sentirse amada y querida por un hombre –el abogado Warren-, iniciándose una relación que los llevará hasta el borde del matrimonio –de destacar es el intenso juego de primeros planos que Dieterle inserta para describir la presencia de dichos sentimientos entre ambos protagonistas-. Hay una secuencia muy reveladora a este respecto, de la confluencia de los dos ejes sobre los que gravita la película –el crimen que se ha expuesto desde el principio y el descubrimiento de la sexualidad reprimida que caracterizará a su protagonista-. Esta se desarrollará en un combate de boxeo al que acudirá acompañada por el letrado, en donde uno de los contrincantes –de aspecto atractivo y enorme parecido con el asesinado, la mirará en el descanso de un asalto de manera provocadora, produciendo en esta la impresión subjetiva de que se trata del desaparecido Bill. Unido a ello, el predominio de la narración en off de la psicóloga, la presencia de secuencias en las que el silencio será predominante, acentuando con ello el extraño suspense de la película, concluirán con la confesión de la culpable, y la celebración de un juicio en el que, de alguna manera, Wilma liberará esa carga interior de represión que le había acompañado hasta ese momento en su vida. A partir de dicha inflexión, se le abrirán de forma definitiva las puertas a una vivencia normalizada, en la que el amor y todo lo que ello conlleva en su vertiente física y sexual, puedan canalizarse en el futuro en la persona del quien la ha defendido en esta vista, de la que no conoceremos su resultado, pero que el propio Dorgan dará –incluso con noble resignación- como perdido.

Muy poco tiempo después de esta extraña, morbosa, inquietante e interesante THE ACCUSED, Dieterle filmó un título que comparte con esta su casi unánime desconocimiento. Se trata de SEPTEMBER AFFAIR (1950), que no dudo en situar entre la cima de su cine, y uno de los mejores melodramas de inicios de la década de los cincuenta. Todo ello me lleva a afirmar que incluso en un contexto en el que el cineasta se tenía que someter a encargos más o menos alejados a las líneas habituales de su cine, de forma paradójica alcanzó resultados de gran nivel en obras quizá no reconocidas, pero que personalmente considero más brillantes en su resultado que algunas otras que se acercaban más a sus postulados plásticos e ideológicos ¿Cabría esto señalar que Dieterle se desenvolvió mejor dentro de los márgenes de las filmaciones más o menos ceñidas al cine de género? Difícil resulta discernirlo. Lo cierto y verdad es que THE ACCUSED es, además de un título interesante, una muestra que nos podría llevar a considerar la posibilidad de dicho enunciado y, sobre todo, a ratificar al director de la posterior ELEPHANT WALK (La senda de los elefantes, 1954), como uno de los representantes más valiosos en la traslación a la pantalla de las complejidades psicológicas de las relaciones humanas, especialmente ligadas a ámbitos románticos. Al margen de esta circunstancia concreta, la dilatada obra de Dieterle aúna una aportación quizá hasta el momento poco reconocida en el ámbito del noir. Una implicación que se remonta a los años treinta con títulos como DR. SOCRATES (El Doctor Sócrates, 1935) –dentro del seno de la Warner-, y que manifestaría su más conocida parcela en exponentes ligados a la mencionada Paramount, como DARK CITY (Ciudad en sombras, 1950), THE TURNING POINT (Un hombre acusa, 1952) o incluso la estética que definía ROPE OF SAND (Soga de arena, 1949), ligada externamente al cine de aventuras. En definitiva, que hora es de reconocer esa aportación, quizá no esencial, pero si merecedora de algo más que una simple referencia en la historiografía del género.

Calificación: 3

1 comentario

jorge trejo -

yo vi esta película en su tiempo (siendo un adolescente( y me gustó mucho, Loretta estaba sublime...