ATTACK OF THE CRAB MONSTERS (1957, Roger Corman)
Nunca entenderé el culto que siguen manteniendo las películas de ciencia-ficción y monsters movies, que Roger Corman rodó en la segunda mitad de los cincuenta y principios de los sesenta, que en algunas ocasiones iban acompañadas de cierto componente paródico, y que con el paso de los años incluso merecieron remakes televisivos y musicales en Broadway –es el caso de THE LITTLE SHOP OF HORRORS (1960)-. Cabría pensar que entroncaron con la memoria adolescente de toda una generación, que consumía estos productos de escasa duración y menos pretensiones, en un drive in. Aún así, uno nunca ha terminado de entender que, específicamente, en un año en el que cine norteamericano ofrecía dentro de dicho ámbito, la que sigo considerando la cima del fantastique de todos los tiempos –THE INCREDIBLE SHRINKING MAN (El increíble hombre menguante, 1957. Jack Arnold)-, he aquí que Corman apareció con ATTACK OF THE CRAB MONSTERS, una monster movie que entronca con un conjunto de producción de relativamente atrayentes premisas –la propia configuración de su premisa argumental, o elementos que el director cuidó con especial esmero, como fue el diseño de sus posters promocionales-, que muy pronto se diluyen en su relato apático y previsible, que entremezcla un torpe alegato ecologista –nos encontramos en plena psicosis sobre el recrudecimiento de la era atómica-, imbricado en una simple trama que retoma el “Diez negritos” de Agatha Christie.
Tras una cita bíblica, que apela a la destrucción de la Creación por parte de Dios Padre mientras la cámara encuadra el cielo, contemplaremos la llegada de un grupo de científicos de ámbitos complementarios, a la hora de estudiar las mutaciones que se han observado tras unas pruebas nucleares, así como intentar buscar las razones de la desaparición de la presencia humana científica allí establecida con sus investigaciones. Muy pronto irán sufriendo en carne propia una serie de extraños síntomas, o ruidos en las inmediaciones de su refugio, que se plasmarán en una inquietante evidencia; escuchar la voz del desaparecido cabeza de la expedición ausente. Será el primer indicio de verdadera inquietud, que se irá extendiendo a la desaparición en una sima de uno de los expedicionarios, y la cercana comprobación de que en la isla se encuentran cangrejos gigantes, que van diezmando la presencia humana allí llegada, asumiendo la fuerza de sus mentes. Sin embargo, junto a ese peligro concreto, que unido a las mentes de los asesinados, irán cercando a los supervivientes, se sumará otro no menos inquietante; la isla se está hundiendo debido a las secuelas nucleares allí absorbidas por su suelo. Será una doble lucha a la que tendrán que acometer los últimos tres supervivientes, uno de los cuales se tendrá que sacrificar para salvar al matrimonio de científicos, que al mismo tiempo servirá como catarsis para superar una crisis de pareja.
De entrada, todos estos títulos cuentan con una relativa ventaja; su escasa duración, en este caso que apenas sobrepasa la hora. No es sin embargo un elemento que, como en tantos otros exponentes de la serie B norteamericana, sirva para concluir en un resultado en el que se vislumbre de la limitación virtud, logrando transgredir la simpleza de su apariencia, a través de un valioso trabajo de síntesis narrativo y visual. Lamentablemente, no es este el caso, contemplando las peripecias aleatorias de un pequeño microcosmos, esgrimidos por unos personajes que apenas poseen interés, y siendo además interpretados por actores desconocidos y de escasísimo talento. En realidad, si algo aparece como mínimamente atractivo en esta película, es la prolongación de ese aspecto visual sombrío y oscuro, tan propio de la Allied Artists, y en el que tanto tiene que ver la iluminación en blanco y negro ofrecida por Floyd Crosby. A esa querencia oscura y pesimista, habrá que unir la sucesión de peripecias, las secuencias desarrolladas en cuevas situadas en la isla y, por supuesto, la presencia de esos cangrejos gigantes que, si más no, al menos aportan con el paso de más de medio siglo, ese regusto pulp y artesanal, a una película que no deja de aportar estridentes peripecias argumentales –la menor de las cuales, no es precisamente, esa absorción cerebral de la inteligencia de los científicos eliminados, que hablarán a través de objetos metálicos-, y en la que su conclusión, podría aparecer como una leve referencia, al apocalíptico que ofrece la memorable QUATERMASS AND THE PIT (¿Qué sucedió entonces?, 1967. Roy Ward Baker), una de las cimas absolutas, de la ciencia-ficción cinematográfica.
Calificación: 1’5
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