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CINEMA DE PERRA GORDA

THE GOOD DIE YOUNG (1954, Lewis Gilbert) [Los buenos mueren jóvenes]

THE GOOD DIE YOUNG (1954, Lewis Gilbert) [Los buenos mueren jóvenes]

Es algo bastante perceptible, la distancia que existe entre el corpus del noir norteamericano, y la nutrida y aún inexplorada de corriente generada en el cine británico, en las diversas vertientes del cine policíaco, que nunca me atrevería a señalar en su equivalencia como noir inglés. Y no lo hago, dado que dicha corriente define un ámbito tan extenso como específico del cine norteamericano, como el hecho de que las bases argumentales de su equivalente británico, se alejan bastante a dichos referentes, por más que en ocasiones se aprecien notorias influencias. Es algo que aparece, de forma evidente, en esta atractiva THE GOOD DIE YOUNG (1954), con la que Lewis Gilbert se imbuye de esa traslación de modelos norteamericanos en ámbito inglés, que aparecería ya con anterioridad en títulos firmados por Edward Dmytryk o el inolvidable Jules Dassin de NIGHT AND THE CITY (Noche en la ciudad, 1950). Es un elemento, al que hay que sumar la presencia de actores norteamericanos, como los estupendos Richard Basehart, John Ireland o Gloria Grahame,  formando parte de este reparto coral, que sirve como base a una historia de perdedores, en donde el peso de una común y traumática experiencia en la guerra, aparece casi como atavismo a la hora de definirse ambos como auténticas víctimas de la incidencia de diversas guerras, que han penetrado en ellos como un auténtico cáncer.

Lo cierto y verdad es que THE GOOD DIE YOUNG es una película desequilibrada en su estructura. Incluso algunos de sus personajes devienen excesivamente esquemáticos –pienso sobre todo en el que encarna Gloria Grahame-. Sin embargo, y aún con todas estas rémoras –que parten esencialmente en la utilización de un guión basado en flashbacks-, no impiden que nos encontremos con un conjunto tan sentido, doloroso y sincero, que ese aporte sombrío se extienda a uno de los relatos más desesperanzados ofrecido por el cine policíaco inglés de su tiempo. La película se inicia –como tantos exponentes del género en Inglaterra-, con el discurrir nocturno de sus cuatro protagonistas, a quienes aún no conocemos. En sus semblantes casi se puede definir su personalidad, y el temor que aparece cuando uno de ellos –Rave Ravenscourt (Laurence Harvey)- enseña una maleta con pistolas. Será el momento en que descubramos que se disponen a perpetrar un golpe. A partir de ese momento, el film de Gilbert se detiene en describir a esos cuatro seres, y las circunstancias que les han llevado a participar en el atraco. Uno de ellos es el americano Joe (Richard Basehart), a quien el hecho de que su esposa –Mary (Joan Collins)- se encuentre en Inglaterra para cuidar a su madre –la hammeriana Freda Jackson, una mujer egoísta en grado extremo-, le hará perder su empleo, imbuyéndose en una espiral de decadencia interior y dificultades económicas. Por otro lado seguiremos la andadura de Mike (Stanley Baker), un boxeador al límite de sus posibilidades, que por accidente perderá una mano, casado con Angela (René Ray), con la que pretende una infructuosa estabilidad laboral al margen del pugilismo. También se encontrará Eddie (John Ireland), oficial del ejército americano, casado con una actriz –Denise (Gloria Grahame)-, que no esconde su desapego hacia él, mientras coquetea con un actor. Y finalmente, como auténtico demiurgo del golpe, estará el atractivo y depredador Rave, joven de buena familia acostumbrado a una vida frívola, y casado con Eve (Margaret Leighton), una mujer a punto de entrar en la madurez, y a la que la fascinación por el físico de su esposo, no esconde una creciente distancia en torno al extremo egoísmo de sus modos de comportamiento. En conjunto, un agudo estudio de caracteres, en el que tendrá especial relevancia la malignidad del perfil esgrimido por un brillante Harvey, a quien se sirve con mayor grado de glamour, algo nada de extrañar ya que nos encontramos con una producción de Romulus Films –la presencia de Jack Clayton como productor asociado es destacada-, desde donde se fraguó el lanzamiento de Harvey como efímera estrella del cine inglés. De entrada, y pese al cierto desequilibrio que pueda ofrecer la presencia de esos flashbacks que definen a los cuatro roles masculinos y sus propias circunstancias personales, lo cierto es que nos introducen en un contexto duro e incluso desesperado, que llega a trascender los propios límites de la película, hasta llegar a formar un extraño tu a tu con el espectador. La brutalidad cercenada de Mike, que podremos contemplar en el extremo dolor recibido en la mano, cuando se dirige a la factoría metalúrgica para lograr un trabajo, o la mirada que dirige junto a su esposa en el espejo de la triste vivienda de ambos, en el instante más doloroso de la película. El semblante en los instantes más estremecedores vividos por Joe, quien finalmente recibirá con extraña paz su muerte, aunque haya logrado que su esposa viaje hasta Estados Unidos y se separe de su absorbente madre. O, en definitiva, la vulnerabilidad de Eddie, que se reunirá junto a sus nuevos amigos, compartiendo sinsabores con estos inesperados compañeros de frustración. Será un ámbito que aprovechará el  amoral Dave, que aparecerá como la tentación en forma de modales educados, a la hora de proponer el golpe a una oficina de correos cercana, donde sabe que trasladan billetes de libras usados para ser sustituidos. Un golpe cifrado en unas noventa mil libras, en el que se incorporarán estos tres juguetes rotos de diferentes ámbitos bélicos, dominados por la necesidad, y que muy pronto caerán en la trampa tendida por un ser tan elegante como diabólico, aunque una vez cometido el golpe, intuirán con rapidez que no va a suponer más que el fin de su existencia.

Así pues, sin incurrir en el ámbito de lo moralista, comprobaremos como un atraco en el fondo dominado por la rutina, se habrá convertido, por otra y gracia de su diseñador, en una auténtica ratonera, descrita en medio de la humedad de la noche con el físico blanco y negro del también hammeriano Jack Asher. Y ello se expresará en un triste climax que tendrá lugar en un pequeño cementerio y, sobre todo, en el percutante episodio desarrollado en las vías del tren. Será el proceso de eliminación de los pobres atracadores, hasta que al aeropuerto llegue Joe con su esposa, dispuesto a viajar hasta Estados Unidos, sin por ello evitar llamar a la policía para detallarles el lugar donde se ha escondido el dinero –una de la tumbas del camposanto-. No podrá, sin embargo, evitar el terrible encuentro con Rave, que precipitará un climax de similar aliento trágico entre ambos, aunque con dispar consecuencia. Joe morirá en los brazos de su mujer, embarazada, casi dejándose girones de su vida en el camino hasta el avión. Por su parte, Rave morirá tirado como un perro, mientras su mujer viaje hasta África sin esperarle ni, por supuesto saber de su final.

Imperfecta. En ocasiones discurriendo casi a trallazos. Con una base dramática en verdad escueta y en buena medida previsible, THE GOOD DIE YOUNG posee en sus fotogramas el aliento de lo trágico. La sensación de que por encima de sus convenciones y debilidades, se siente verdad en sus personajes, y un grado de fatalismo existencial, que sobrevuela sobre su propia expresión visual.

Calificación: 3

1 comentario

Luis -

Suscribo. Muy buena película