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CINEMA DE PERRA GORDA

THE ADMIRABLE CRICHTON (1957, Lewis Gilbert) El admirable Crichton

THE ADMIRABLE CRICHTON (1957, Lewis Gilbert) El admirable Crichton

Exponente tardío del estilo de comedia consolidado en los Ealing Studios, centrado en la aplicación de un humor basado en una observación relajada de una situación disparatada, hay que señalar de entrada que su enunciado parte de una obra teatral del conocido escritor J. M. Barrie, creada a principio del siglo XX, y basada en una mirada amable sobre el clasismo de la sociedad británica. Es algo que se aplica en THE ADMIRABLE CRICHTON (El admirable Crichton, 1957. Lewis Gilbert), curiosamente exponiendo ante la pantalla una especie de versión inglesa de ese MY MAN GODFREY (Al servicio de las damas, 1936), con el que Gregory La Cava lograra uno de sus títulos emblemáticos. En su contraste, esta producción de la Rank, servida a través de la división británica de la Columbia, aparece como un producto casi anacrónico –dicho esto sin el menor ánimo peyorativo-, cuando el cine de las islas estaba ya casi inmerso en un proceso de renovación de sus estructuras. Así pues, el film de Gilbert se ofrece como un pequeño oasis de resabio ligero, portando bajo sus costuras un cierto grado de carga de profundidad, a la hora de plantear una visión disolvente de la lucha de clases, planteando la ironía –y por momentos, la sana diversión-, del contraste de un planteamiento, que en su reversibilidad mostrará el rigor del comportamiento social británico, enfrentado en última instancia con el auténtico disfrute de la felicidad del individuo.

THE ADMIRABLE CRICHTON se inicia de modo inusual, planteando el modo de vida de la mansión en la que reside Lord Loam (Cecil Parker). Se trata de un representante de las minorías dirigentes inglesas que, contra lo que cabría esperarse de él, se caracteriza por su avanzada visión de la dignidad de las clases sociales, que intentará aplicar en su entorno familiar, forzando al personal que se encuentra trabajando en la mansión, a convivir junto a su familia y amigos. Dicha propuesta escandalizará tanto a sus hijas, sus novios y allegados, como a los propios componentes de la servidumbre, que en todo momento se sentirán, por así decirlo, “fuera del tiesto”. La intención de Loam resultará un fracaso estrepitoso, dejándose aconsejar por su fiel sirviente Crichton (Kenneth More), quien le sugerirá la puesta en marcha de un crucero que le permita olvidar la embarazosa situación vivida. Este iniciará el viaje en barco acompañado por sus hijas, prometidos, a Crichton y a la joven sirviente Tweeny (Diane Cilento), comprobando el atinado mayordomo la dependencia que su amo tiene de él. La inesperada presencia de una tormenta hará naufragar el buque, salvándose los componentes de la expedición auspiciados por Loam, quienes llegarán a una isla, que poco después comprobarán se encuentra deshabitada, y teniendo que asumir las escasas posibilidades existentes de ser rescatados. Pese a su inicial desazón, pronto el espíritu emprendedor de Crichton se hará con el mando del colectivo, en una forzada estancia que se prolongará en dos años, lográndose de manera inesperada una extraña felicidad entre todos los náufragos, olvidando todos ellos sus prejuicios sociales y teniendo en gran estima al antiguo mayordomo. No obstante, habrá un elemento doloroso en esta amable convivencia,. Este será el de la soterrada pugna existente entre Tweeny y Mary (Sally Ann Howes) –hija del noble inglés-, a la hora de obtener el cariño del mayordomo convertido en referente y guía para el colectivo. La batalla parecerá decidirse en torno a la segunda, disponiéndose la boda entre ambos –uno de los náufragos es pastor-, instante en el que se vislumbrará la inesperada llegada de un barco, que los retornará a Inglaterra. Una vez allí, volverán las tornas y todos los representantes de esa nobleza henchida de supuesta superioridad, asomarán de nuevo los estúpidos roles que albergaban antes del accidente, contrastando con ello la sumisión con al que Crichton volverá no solo a asumir su rol primigenio, sino sobre todo a callar lo vivido en esos más de dos años de insólita convivencia.

Como sucedió en la inmensa mayoría del cine británico, THE ADMIRABLE CRICHTON alcanza su más altas cotas de interés en la confluencia de un competente equipo técnico y la solvente labor de su elenco de actores –en el que no resultará menos brillante la presencia de la extravagante Martita Hunt-. Adornada por un cromatismo fotográfico de tonos pasteles, bastante definitorio en la comedia inglesa de su tiempo, el espectador recibirá de entrada la inesperada sorpresa de contemplar a un caballero inglés de pensamiento libre  ala hora de intentar destruir esa discriminatoria definición del sistema de clases en su país. Para ello, auspiciará esa recepción en la que intentará una inútil convivencia entre criados y su propia familia y amigos de la alta sociedad. Una secuencia simpática, pero que marca las limitaciones de Lewis Gilbert en esta comedia, ya que uno no deja de añorar una situación parecida –el episodio en el que los asesinos convivían con las viejas amigas de la dueña-, en la canónica THE LADYKILLERS (El quinteto de la muerte, 1955) de Alexander Mackendrick. Es una referencia que marca la incapacidad de esta amable y hasta cierto punto entrañable comedia, para trascender ese lado venenoso que aparecía implícito en una sátira que, en última instancia, se niega a oficiar como tal.

En su oposición, esta nueva versión cinematográfica de la obra de Barrie –en 1919, Cecil B. De Mille dirigió la primera de ellas, MALE AND FEMALE (Macho y hembra), de la que parece destacarse su implicación sexual, algo por otra parte habitual en aquel periodo de la obra del director de THE TEN COMMANDAMENTS (Los diez mandamientos, 1956)-, alcanza un cierto grado transgresor, al mostrar la incompetencia especialmente de Loam, por medio de una serie de divertidas situaciones, que elevarán el timing de la película. Serán pequeñas viñetas o gags descritos sobre todo por la incapacidad del lord para asumir su situación en un ámbito muy diferente a la seguridad que le proporcionaba su mansión, y que se extenderá al pretendiente de una de sus hijas y el pastor que desea a otra de ellas, cuando todos ellos se vean obligados a evacuarse en un pequeño bote, llegando a esa isla que marcará el futuro de sus vidas. Y hay que señalar que es a partir de ese momento, cuando el film de Gilbert parece alcanzar su auténtica razón de ser. A través de una mirada desprejuiciada, por medio de un sentido del ritmo relajado, y al mismo tiempo aplicando una mirada comprensiva ante esa reducida fauna humana que –de la manera más inesperada- verá en esa situación en apariencia compleja, un telón de fondo para mostrarse tal y como en realidad han de asumir sus roles, dejando la capacidad de dirección de la situación a ese hasta entonces mayordomo, en realidad provisto de una gran inteligencia y capacidad de gestión. Es en ese largo fragmento, donde THE ADMIRABLE CRICHTON adquiere su marchamo de eficacia. Todo ello a través de pequeños episodios, de una puesta en escena casi impresionista, capaz de establecer esa elipsis de dos años de duración en la que contemplaremos a los protagonistas del naufragio, viviendo esa nueva etapa de sus vidas, y mostrándose felices quizá por vez primera en su existencia. Y es que esa inesperada situación les permitirá ser libres sin las anteojeras sociales que han marcado su devenir hasta entonces. Será el momento en que veremos a todos ellos vivir en cuatro chabolas construidas a modo de pequeña aldea, en donde no saben como disimular su desapego a la hora de confeccionar ese barco con troncos que les permitiría abandonar la isla, o como se exterioriza esa extraña sensación de felicidad, que el director sabe expresar de manera tan serena en algunos de los pasajes de esta parte del relato. Solo quedará patente un pequeño elemento que imposibilita que dicha dicha sea plena; el deseo que hacia Crichton manifiestan Tweeny y Mary, y que parece ganar la segunda. Sin embargo, cuando la boda se está llevando a efecto, la inesperada llegada de un barco hará ver sobre todo al eterno sirviente la realidad de su situación. Y será en el momento en el que los tripulantes del mismo lleguen hasta la isla, cuando contemplemos la secuencia más conmovedora de la función: ante las risas de los marinos y la mirada de quienes durante dos años han sido sus súbditos, Crichton asumirá de nuevo su condición, volviendo a vestirse de mayordomo, e incluso ofreciendo un te a los recién llegados. Habrá sido en ese largo capítulo anterior, donde el espectador llega a empatizar con ese estado, pudiendo disfrutar de pequeñas delicias visuales, como ese inesperado tocadiscos elaborado a través de una corriente de agua y un ingenioso artilugio, o esa máquina de afeitar lograda a partir de unas conchas.

Serán a su regreso recuerdos para ese mayordomo que demostró su capacidad de mando, en un entorno en el que los que fueron de supuesta clase social volvieron por sus fueros –el más estúpido de los hombres que vivió en la isla, llegará a publicar un libro relatando las aventuras como si fuera el héroe de la misma-. Será una situación incómoda para todos, aunque sea Crichton quien asuma que ha de salir allí, más que para no incomodar al entorno de Loam, para poder mirar a la vida por sí mismo, encaminándose a los negocios, precisamente por ser un ser previsor y haber logrado una buena cosecha de perlas en su estancia en la isla. Sin embargo, ya en esa partida logrará un inesperado triunfo; su inclinación final por Tweeny, su compañera de profesión, de clase y secreta amada, con la que decidirá compartir el resto de su vida, dejando a Mary, esa joven con la que los prejuicios de clase seguro no le llevarían a una feliz relación.

De tintes amables, una puesta en escena dominada por la serenidad, carente de la mordiente que en algunos de sus fragmentos pide a gritos, pero en otros caracterizada por esa comprensión hacia sus personajes, THE ADMIRABLE CRICHTON aparece como una muestra más de esa comedia grata y perdurable, que en aquellos mismos años podían manifestar títulos como THE IMPORTANCE OF BEING EARNEST (La importancia de llamarse Ernesto, 1952. Anthony Asquith) o TO PARIS WITH LOVE (A París con el amor, 1955. Robert Hamer). Es decir, exponentes nunca en la cima, pero sí representativos de una manera de entender el género, que muy poco después abandonaría su presencia en el cine de las islas.

Calificación: 2’5

1 comentario

Antonio Nahud -

Olá, amigo, O FALCÃO MALTÊS está de volta ao antigo espaço/ blog.
Vamos voltar a trocar ideias cinéfilas?
Abraços
http://ofalcaomaltes.blogspot.com.br/