THE SNIPER (1952, Edward Dmytryk)
Me temo que el “Caso Dmytryk” es algo perdido definitivamente, para los pocos que valoramos en el ucraniano Edward Dmytryk, a uno de los narradores más personales de la generación intermedia del cine norteamericano. Su participación como delator en la Caza de Brujas de McCarthy, tras sufrir varios meses de cárcel –aspecto este que se suele omitir-, parece que condenó irremediablemente su valoración como cineasta. Uno puede cuestionar y condenar su actitud, que curiosamente fue menos criticada en figuras como Elia Kazan, Robert Rossen o el actor Sterling Hayden. Lo que no resulta tan pertinente, es condenar o ningunear su aportación cinematográfica, a todo aquello que rodara con anterioridad a dicha delación, dejando la importante parte posterior de su obra a una perezosa consideración. Nunca he visto algo igual en la historiografía cinematográfica, máxime cuando es en este periodo donde se sitúa lo más personal de su larga filmografía, que sobrepasa el medio centenar de largometrajes. Hasta el momento, son treinta y tres los títulos que he podido contemplar por él dirigidos, y he destacar las capacidades como narrador de Dmytryk y, sobre todo a partir de su delación, su capacidad para introducir en lo más valioso de su trayectoria, una apuesta por la redención, quizá intentando aplicar en sus ficciones, alguna inquietud personal en torno a su propia experiencia intelectual en aquel periodo convulso.
Sea como fuere, y pese a estar ubicada en el segundo periodo de su filmografía, tras su delación, justo es reconocer que THE SNIPER (1952) aparece como uno de los títulos más reconocidos de su obra. Una auténtica rareza para su época, sorprendente en algunos de sus elementos, más de seis décadas después de su realización –es posible que su existencia, pudiera ser la raíz de una propuesta tan excelente como MURDER BY CONTRACT (1958, Irving Lerner), y que de forma indirecta nos ofrece un severo retrato de la sociedad cotidiana USA de aquel periodo que iniciaba el American Way of Life. La película –jamás estrenada comercialmente en España-, narra de forma esencial y con un buen trazado de guión -Edward y Edna Anhalt- la historia de Eddie Miller (Arthur Franz), un sencillo empleado de una tintorería que en su fuero interno alberga una feroz misoginia –que se manifestó tiempo atrás en el incidente con una mujer, que lo llevó al psiquiátrico de una prisión-, dedicándose a matar mujeres inocentes... ya que en fondo con aquellas con las que se topa habitualmente lo fuerzan a ello. Conviene señalar que nos encontramos en una producción de Stanley Kramer –liberal caracterizado por el tono discursivo de los títulos que auspiciaba y posteriormente dirigiría-, y ello se nota en el enfoque ejemplarizante que se pretende brindar a este asesino. De Miller pronto se adivinarán sus ocultas intenciones –representado en el psiquiatra encarnado por Richard Kiley-, y al que se deja entrever que su captura e ingreso en prisión solo supondría un error más en la cadena de la justicia, en vez de intentar aplicar métodos terapéuticos.
De cualquier manera, si hay algo que destaca con una enorme fuerza en THE SNIPER es fundamentalmente la realización de un inspiradísimo Dmytryk. Partiendo de esa descripción a lo largo de todo el metraje de agudos apuntes sociales que podrían definirse como el lado oscuro de la cotidianeidad USA –que mostró de forma contundente en varias de sus realizaciones, hasta configurarse como uno de sus rasgos de estilo-, lo cierto es que de entrada la película se abre de forma sorprendente –Eddie asoma por una mirilla simulando que va a cometer un asesinato-. Es imposible a este respecto dejar de reseñar la indudable influencia que este personaje ejercería en su momento en el cinéfilo Peter Bogdanovich para su magistral personaje de Bobby (Tim O’Kelly) en su deslumbrante debut con TARGETS (El héroe anda suelto, 1968). Al igual que en el film de Bogdanovich –y como sucediera en otro ámbito en la magistral THE INCREDIBLE SHRINKING MAN (El increíble hombre menguante, 1957. Jack Arnold)-, fue todo un acierto elegir un actor de perfiles grises y amables como Arthur Franz –en el mejor papel de su carrera-, que simboliza claramente el modelo de All American Boy de aquellos años.
A lo largo del metraje resulta evidente esa aversión el elemento femenino –es muy interesante a este respecto el hecho de que Eddie no posea voz en off y sus acciones se visualicen sin diálogos y solo con sonido directo, otorgando una extraña personalidad al relato. Esta latente misoginia da lugar a una serie de asesinatos, dos de los cuales son mostrados con extraordinaria dureza; una cantante que es eliminada delante de su propio anuncio y una mujer de vida nocturna que es morirá de un disparo en el interior de su casa mostrándose el impacto de la bala desde fuera del cristal de su ventana. Sus dos posteriores asesinatos serán señalados de forma elíptica, pero en la andadura del tormento interior de Eddie se debatirá al mismo tiempo el asesino y el ser arrepentido de sus acciones. Para ello se quema la mano derecha, duda el cargar su fusil e incluso deja una nota escrita a los posibles policías pidiéndoles que no les dejen que mate a más gente –como sucediera posteriormente con el asesino protagonista de la memorable WHILE THE CITY SLEEPS (Mientras Nueva York duerme, 1955) de Fritz Lang-. Eddie visita una feria y tiene ocasión de descargar su misoginia esquizofrénica tirando repetidamente unas pelotas contra una muchacha que se ofrece como atracción de feria... Poco a poco su círculo de acción se estrecha mientras la policía va cercando su rastro –que el propio asesino no se ha preocupado de ocultar en exceso-. En este cerco tendremos ocasión de que Dmytryk incida en algunos de los mejores momentos de un film pródigo en estos; Eddie mata sin pretenderlo a un trabajador que enganchado en una chimenea le identifica, y es acorralado mientras la vecindad se asoma chismosa tras los ventanales sin temor a ser atacada, sin olvidar el excelente momento en que su casera lo descubre como el asesino al acabar de escuchar la definición ofrecida por la televisión de su quemadura en la mano –la planificación del realizador muestra en primer término la mano quemada y sin vendar de Eddie y al fondo del encuadre en contrapicado el rostro asustado de la anciana- La película concluye con una secuencia tan admirable y sorprendente como la inicial; el teniente Kafka encarnado por el veterano Adolph Menjou –¿Presencia no inocente de un actor tan excelente, pero al mismo tiempo tan vinculado al maccarthysmo?- entra en la habitación en la que está sentado Eddie, encuadrando al asesino llorando en primer plano. Sobre su rostro, surge el The End.
Si realmente todos los elementos comentados albergan un carácter positivo ¿Qué impide considerar THE SNIPER un logro absoluto? A mi juicio, algo que perjudica a algunas de las producciones policíacas de este periodo: la en ocasiones forzada incorporación de una trama detectivesca paralela –a la que habría que unir ese rasgo liberal hoy bastante envejecido-. En ocasiones parece que nos encontremos ante dos películas diferentes que no confluyen entre sí, puesto que pese al logrado empeño de Menjou de dotar de una evolución en el sentir de su personaje –varía desde su lucha por la captura de un criminal hasta una sutil comprensión de encontrarse ante un enfermo-, las secuencias detectivescas entorpecen la crónica apasionante de un ser aparentemente normal que se esconde en una ciudad, en una sociedad, que quizá le ha impulsado a ejercer su comportamiento anómalo y aparentemente criminal. Pese a esos reparos, tanto la valentía en afrontar un título de estas características en un periodo difícil para ello, la brillantísima –en ocasiones deslumbrante- puesta en escena de Dmytryk y la considerable influencia que ha ejercido en títulos posteriores, permiten destacar esta considerable aportación a un cine policíaco de índole social, lamentablemente poco conocida y apreciada en los manuales cinematográficos.
Calificación: 3
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Luis -
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