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CINEMA DE PERRA GORDA

TWISTED NERVE (1968, Roy Boulting) Nervios rotos

TWISTED NERVE (1968, Roy Boulting) Nervios rotos

He de confesar que cuando me disponía a contemplar TWISTED NERVE (Nervios rotos, 1968. Roy Boulting), me invadía un extraño sentimiento de ambivalencia. Por un lado creo que muchos aficionados hemos puesto en valor el aporte de los hermanos Boulting –John y Roy-, sobre todo en una filmografía llenas de exponentes de interés, desde sus primeros compases a finales de los años cuarenta, extendidos casi en la barrera de la década de los sesenta. Sin embargo, no es menos cierto que tanto ellos como otros muchos realizadores de sus características, sufrieron un enorme bajón creativo e incluso técnico, ahogándose en los servilismos a determinadas modas visuales, que arruinaron definitivamente sus carreras. Es por ello que tenía no poco temor a encontrarme con un vulgar psicokiller, máxime teniendo el recuerdo tan negativo de dos de los últimos títulos firmados por Roy –la tediosa THERE’S A GIRL IN MY SOUP (Hay una chica en mi sopa, 1970), y la decididamente lamentable SOFT BEDS, HARD BATTLES (Camas blandas, batallas duras, 1974)-.

Por fortuna, sin ser un título especialmente memorable, sí que es cierto que conecta en no poca medida, con una de las corrientes más gloriosas generadas por el cine inglés de dicha década –que brindó títulos tan admirables como el mítico PEEPING TOM (El fotógrafo del pánico, 1960. Michael Powell), o el áun incomprensiblemente todavía no reconocido NIGHT MUST FALL (1964, Karel Reisz)-. Y es curioso constatar, de entrada, la confluencia de unos más que interesantes créditos, que evocan la presencia como coguionista de Leo Marks –autor de la historia original del ya citado PEEPING TOM-, o el aporte como responsable de su banda sonora, del mítico Bernard Herrman. También resulta significativo destacar que el tema central de la película fuera utilizado por Quentin Tarantino en una de sus películas. Sin embargo, pocos han advertido la similitud que presenta con el bellísimo tema central compuesto por Malcolm Arnold, para la magnifica WHISTLE DOWN THE WIND (Cuando el viento silva, 1961), con la que se consagró años atrás Hayley Mills, curiosamente presentada en esta película como actriz ya entrada en una adolescencia tardía. Son perfiles poco comunes, que definen una película que, justo es reconocerlo, soporta bastante bien el paso del tiempo. Y lo hace de una parte por el aporte conjunto antes señalado y, de manera bastante acusada, por la deliberada apuesta por una puesta en escena de tonos clásicos, bastante alejada de los tics visuales que estaban asolando el lenguaje cinematográfico de aquel tiempo.

TWISTED NERVE se desarrolla en la Inglaterra contemporánea, centrándose en la personalidad débil y enfermiza del joven Martin Durnley (Hywel Bennett). Hijo de una acomodada familia, y definido en un aspecto físico tan atractivo como andrógino, su mente atormentada e introvertida recibirá el desapego e incluso el desprecio de su padre –Henry (Frank Finlay)-, mientras que tendrá en su oposición el cariño casi desorbitado de su sumisa madre –Enid (Phillys Calvert)-. Martin no tiene amigos, ni deja de recordar a ese hermano mayor –al que nunca veremos-, que se encuentra internado en un establecimiento psiquiátrico. De la noche a la mañana, centrará su mirada en la joven y desenvuelta Susan Harper (Hayley Mills), que le salvará de una situación apurada en unos almacenes, donde Martin hará notar su fragilidad mental, al intentar sustraer un patito de juguete –llega incluso a dormir con osos de peluche-, que finalmente la muchacha le costeará. Será el inicio de una relación con esta joven bibliotecaria, que encenderá en la mente del retraído adolescente la puesta en marcha de un plan, que simule ante sus padres que viaja a Paris, pero que en realidad le lleva a trasladarse a la residencia que comanda la madre de Susan –Joan (Billie Whitellaw)-, en la que será acogido como inquilino. Será el inicio de una espiral asesina, donde la venganza en torno a los desprecios recibidos por su insensible progenitor, irá acompañada por un estallido emocional, en el entorno de la residencia de los Harper. Mientras tanto, el estamento policial, encabezado por el superintendente Dakin (Timothy West), realizará las pesquisas parea resolver el primero de los crímenes, y en el ámbito de uno de los inquilinos de la residencia, se planteará una explicación racional y psiquiátrica, de los constantes desequilibrios de Martin.

De entrada, si algo limita el alcance del film de Boulting, reside en su voluntaria cortedad de miras. Nada hay de malo en plantear una producción de perfiles sencillos, que busquen un más o menos apreciable relato de suspense con connotaciones psicoanalíticas. Ello, es evidente, que aparece logrado, fundamentalmente por la deliberada opción de Boulting, de focalizar el relato en función de las circunstancias que llevará aparejada la relación establecida entre Martin y Susan. Ayudado por la gama cromática que ofrece la fotografía en color de Harry Waxman –muy a tono con el look visual predominante en el cine inglés de aquel tiempo-, en realidad asistimos a un relato en el que predomina lo descriptivo, muy por encima de unos giros en su guión, por lo demás, más o menos predecibles. Así pues, quizá Boulting y su equipo de colaboradores, se dejen en el camino una serie de elementos temáticos que aparecen muy tímidamente esbozados –el conflicto generacional existente entre padre e hijo. La inmigración que queda representada en ese doctor de origen hindú, huésped en la residencia. La decadencia del Swinging London que describe el despido final de Gerry (Barry Foster), tras años formando parte de la industria cinematográfica. O, en suma, esa incomunicación sufrida por su protagonista masculino, que se plasmará en esa fiesta a la que asisten los amigos de Susan, encabezados por Philip (Christian Roberts). Serán todos ellos, meros apuntes sin desarrollar, en una película modesta pero estimulante en sus mejores instantes, en la que no cuesta demasiado ver ciertos ecos desarollados en exponentes posteriores del thriller británico, indudablemente dotados de una mayor importancia en el devenir de dicho género –y hablo del FRENZY (Frenesí, 1972) de Hitchcock, o el TEN RILLINGTON PLACE (El estrangulador de Rillington Place, 1971) de Flesicher. Así pues, y dentro de su modestia, lo cierto es que TWISTED NERVE deviene apreciable en la sobriedad con la que describe los crímenes ejecutados –eran ya tiempos en los que el guiallo italiano aprovechaba la menor ocasión para el derroche de hemoglobina-. Boulting narra con encomiable precisión, una historia que se eleva de nivel cuando sus imágenes adquieren un alcance claustrofóbico, en el interior de la residencia de los Harper. Lo hará igualmente en la extraña ambivalencia que desprende el personaje de Martin, en donde casi de un plano a otro se entremezcla la inocencia y la maldad, ser fruto de unas circunstancias ajenas a él mismo. O ese comportamiento calculador, que por momentos no deja de parecernos un arribista, pero en vez de serlo a nivel social o material –procede de una familia acaudalada-, en realidad ese comportamiento va en busca de afecto, aunque para lograrlo utilice las armas más perturbadoras.

Y es en los detalles, donde nos encontramos con una película que, sin duda, podía haber elevado sus objetivos pero que, si más no, al menos aparece como un producto cuanto menos encomiable. Ese plano en el que Martin se balancea en una mecedora, comprobando como ha destrozado el retrato de su padre. En esa contemplación de revistas de hombres musculosos, que denotan su deseo por evadirse de esa aura aniñada y casi femenina, que probablemente ha acentuado su madre, en parte por esas deficiencias psíquicas que se expondrán de manera poco convincente, o en parte por un complejo de Edipo que solo queda insinuado en el relato. Y es cierto que buena parte de las cualidades de TWESTED NERVE, se focalizan en torno a ese personaje masculino, que aparece casi como en una siniestra y psicopática variante del TEOREMA (Idem) -estrenada el mismo año de 1968- de Pasolini, y al que el joven Bennett, pese a sus claras limitaciones como intérprete, sí que logra impregnar de un aura perturbadora precisamente por su aspecto físico. En torno a él, la madre de Susan, que inicialmente lo recibirá con recelo, pronto irá cayendo en el sendero que el muchacho va configurando, sintiéndose atraído hacia él, hasta llegar a una de las mejores secuencias de la película, en el trastero exterior donde se guarda la leña, donde esta no podrá evitar un acercamiento de índole sexual, con tristes consecuencias.

Es cierto que esa cierta densidad y el alcance de pulsión sexual soterrada que envuelve la película queda mitigada en cierta forma, cuando se introduzca una formularia investigación policial. Sin embargo, ello no evita los ocasionales atractivos de una propuesta, que incluso funciona en su moderado uso del zoom, y que tiene quizá en su plano más inquietante, aquel en el que la cámara queda ubicada en la pantalla baja dentro del hall de entrada de la residencia, desde donde contemplaremos sin la presencia de personaje alguno, la puerta de entrada abierta, contemplando al fondo ese cuarto de la leña, donde muy poco antes se ha desatado la tragedia.

Calificación: 2’5

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