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CINEMA DE PERRA GORDA

SUNDAY BLOODY SUNDAY (1971, John Schlesinger) Domingo, maldito domingo

SUNDAY BLOODY SUNDAY (1971, John Schlesinger) Domingo, maldito domingo

Miembro más o menos secundario en el eje del Free Cinema, aunque con algunos de sus títulos iniciales demostrara una especial sensibilidad cinematográfica, lo cierto es que poco a poco el británico John Schlesinger fue escalando los peldaños del reconocimiento internacional –lo que no siempre llevara aparejado más que un descenso en el interés de su cine-, que tuvo su punto más inesperado con el triunfo de un título como MIDNIGHT COWBOY (Cowboy de medianoche, 1969), inicialmente destinado a circuitos minoritarios, y que logró el oscar a la mejor producción del año, así como el correspondiente al mejor director para su artífice. Contra la opinión mayoritaria, siempre he considerado que nos encontramos con uno de los mayores falsos prestigios de la segunda mitad de los sesenta –como, en otro ámbito, podría ejemplificar THE GRADUATE (El graduado, 1967. Mike Nichols), curiosamente también con el molesto aporte de Dustin Hoffman-. Una película que bajo un cierto alcance de descripción de ambientes, quedaba sepultada por sus servilismos visuales, así como una carga moralista que arruinaba su supuesto alcance transgresor. En cualquier caso, a consecuencia del inesperado éxito de MIDNIGHT COWBOY, a Schelsinger se le abrieron las puertas para que dirigiera, lo que realmente quisiera. Y fue el momento en el que eligió trasladar a la pantalla la traslación de un guión de Penelope Gilliatt, en el que él mismo se vio perfectamente implicado. En manifestaciones posteriores, Schlesinger siempre manifestó que esta era quizá su obra más personal, aprovechando para ello ese viento a favor que albergaba en aquel momento y que, justo es reconocerlo, pronto se le vino abajo, imbuyéndose en una andadura posterior dominada por la despersonalización y la búsqueda de la comercialidad, en la que junto a títulos de relativo atractivo, como el muy posterior THE FALCON AND THE SNOWMAN (El juego del halcón, 1985), irían acompañados por el fracaso absoluto que brindó la más cercana en el tiempo THE DAY OF THE LOCUST (Como plaga de langosta, 1975).

De entrada, asomarse hoy a SUNDAY BLOODY SUNDAY (Domingo, maldito domingo, 1971), permite comprobar como, pese a todo, nuestra sociedad ha ido evolucionando en muchos de sus aspectos, y lo que en el momento de su estreno fue motivo de escándalo –el extraño triángulo que se planteaba entre el trío protagonista y, muy especialmente, la relación homosexual existente entre Peter Finch y Murray Head-, hoy haya quedado superada, hasta el punto de preguntarnos, casi medio siglo después de su realización, como un sencillo planteamiento en torno a diferentes opciones sexuales, podía ser motivo de controversia. Pero no conviene olvidar que hasta pocos años antes, la leyes inglesas penaban la homosexualidad. Junto a ello, hay dos elementos que a mi modo de ver, permiten que el film de Schlesinger haya perdurado moderadamente. En primer lugar, por su claro retorno a los orígenes, a la hora de aplicar en su puesta en escena una mirada descriptiva en torno a la sociedad de su tiempo. Tanto esas noticias que escuchamos en la radio sobre la crisis económica que sobreviene en el país, como el recorrido por lugares urbanos y rurales. La mirada en torno a diferentes ámbitos sociales, nos permite recuperar el mejor ámbito del realizador; aquel que en sus primeros títulos, supo trasmitir en sus imágenes, una rara sensibilidad, sin duda menos agresiva e inventiva, que la de sus “hermanos mayores” en el Free Cinema, pero que sí conectaba y prolongaba esa corriente que el cine inglés había aplicado desde décadas precedentes, capaz de combinar distancia crítica y sensibilidad en sus películas. Por otro lado, y por fortuna dejando de lado ese cúmulo de efectismos y licencias visuales que, a mi modo de ver, suponían uno de los mayores lastres de MIDNIGHT COWBOY, en esta ocasión Schlesinger apostaría por una puesta en escena sencilla, intimista y transparente, en la que quizá solo desentonen las plasmaciones visuales de los recuerdos de los dos protagonistas –Finch y Jackson-, que a mi modo de ver aparecen hoy como los pasajes más caducos de la película.

Retornando al amparo del productor Joseph Janni –el gran mecenas del realizador desde sus inicios como tal-, SUNDAY BLOODY SUNDAY se plantea como un producto claramente de qualité, entendida dicha catalogación no en ámbito peyorativo, sino intentando describir con ello unos modos de producción bastante perceptibles. Ese inicio y los títulos de créditos finales en un grafismo blanco con fondo negro. El recurso a la música clásica en su banda sonora. La incorporación de personajes adultos que no pierden la compostura. Nos encontramos, evidentemente, en un ámbito cercano el entonces triunfante cine de Joseph Losey, en sus colaboraciones con Harold Pinter, dando como fruto títulos en su momento tan aclamados –y que personalmente considero tan sobrevalorados- como ACCIDENT (Accidente, 1967) y THE GO-BETWEEN (El mensajero, 1971). Fue un ámbito que prolongaron realizadores hoy olvidados como Alan Bridges, y que en el fondo no dirimían más que una prolongación, actualizada, de esa querencia inglesa por temas “adultos”, que en no pocas ocasiones se quedaban en la cáscara de los conflictos planteados. Delimitada ya entre sus logros y carencias, considero que nos encontramos con una película que ha perdido esa aura de escándalo, que quizá Schlesinger no buscó, para lo cual solo cabe apelar a esa relativa sobriedad que expresa su desarrollo, al tiempo que nos remonta, siquiera sea lejanamente, con un anterior título suyo inglés, como son las relaciones que se planteaban en la nada desdeñable FAR FROM THE MADDING CROWD (Lejos del mundanal ruido, 1967). En esta ocasión, con gran sensibilidad, Schlesinger nos describe la doble relación que mantiene el joven artista bisexual Bob Elkin (Murray Head). Por un lado, con el ya maduro y elegante médico judío Daniel Hirsch (Peter Finch), y por otro con la ejecutiva Alex Greville (Glenda Jackson). Será una relación abierta entre las tres partes, en las que Bob jugará según sus repentinas apetencias, escenificando un carácter egoísta e imprevisible, que es tolerado con resignación por sus dos amantes. A partir de esta sencilla premisa, SUNDAY BLOODY SUNDAY deviene una crónica, delimitada en nueve días, a través de la cual cambiará el futuro existencial de estos tres personajes. Nada cambiará en apariencia, pero sí en el fondo de sus personalidades, aunque a nivel material aparezca de manera más destacada en Bob, que no dudará en viajar hasta USA, con incierto futuro, al objeto de promocionar su andadura artística. Mientras tanto, para Daniel y Alex no supondrá más que la asunción de su soledad, o quizá un punto de inflexión, a la hora de encarar un futuro, teñido ya de madurez.

En realidad, es poco lo que realmente nos expone el film de Schlesinger. Sin embargo, lo que sigue funcionando en esta propuesta es su letra pequeña. Esas conversaciones o situaciones “a dos”, generalmente descritas con personajes secundarios, son las que brindan a la película, sus instantes más sinceros y perdurables. Me refiero con ello a la conversación de Alex con su madre –la maravillosa Peggy Ashcroft-, en donde se percibe con enorme lucidez la oposición generacional existente entre ambas. En el encuentro entre Hirsch y un antiguo amante –encarnado por un Jon Finch a punto de su efímera fama cinematográfica-. En las consultas confidenciales que el doctor mantiene con sus pacientes, de donde se deslizan modelos de comportamiento habituales en aquella Inglaterra convulsa. O, por supuesto, en esa efímera aventura amorosa que Alex mantendrá con un ejecutivo que ha sido despedido en su empresa, quizá por sobrepasar la cincuentena, y que no se atreve a anunciar a su esposa esa humillante circunstancia. Será quizá, un momento clave para ella, viendo en esta placentera pero breve aventura, la luz de esa madurez que se cierne ante sí. Dentro de un ámbito más coral, y  por encima de lo envejecido que se encuentra ese instante en el que Hirsh evoca su lejana vivencia de dicha ceremonia, el episodio en el que este se reúne con su familia, para vivir el Bat Mitzvah de un muchacho, aparece dominado por la sutileza. Miradas, breves comentarios y sensaciones, que a fin de cuentas esconden lo mejor de este SUNDAY BLOODY SUNDAY que, como no podía ser de otra manera, permite comprobar la experta mano de Schlensinger en la dirección de actores. Es evidente, que resultaba relativamente fácil perfilar dos espléndidas y matizadas composiciones en Peter Finch y Glenda Jackson. Lo que no era tan sencillo, es lograr que el blando Murray Head sacara adelante su personaje, y no pereciera engullido antes sus dos compañeros de reparto.

Calificación: 2’5

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