HIT AND RUN (1957, Hugo Haas)
Es curioso consignar la singular presencia apócrifa que ha tenido en el cine, la conocida novela de James M. Cain The Postman Always Rings Twice, publicada en 1934. De todos es conocida la atractiva versión que filmó Tay Garnett en 1946 –THE POOSTMAN ALWAYS RINGS TWICE (El cartero siempre llama dos veces)-, protagonizada por John Garfield y Lana Turner, para Metro Goldwyn Mayer. No obstante, iniciando una corriente que se prolongaría en el tiempo, Luchino Visconti utilizó de manera anónima dicho referente literario en la previa y magnífica OBSESSSIONE (1943, Luchino Visconti), proponiendo una singular simbiosis, a este vigoroso melodrama pasional, que se erigiría como uno de los principales precedentes del neorrealismo italiano. En cualquier caso, más allá de su calidad intrínseca, el film de Visconti abriría una veta, para que, con el paso de los años, el texto de Cain se utilizara reiteradamente de manera apócrifa, mucho antes de que en 1981 se plasmara una versión renovada de la novela, dirigida por Bob Rafelson, y protagonizada por Jack Nicholson y Jessica Lange, dentro de la corriente neonoir inserta en la cinematografía norteamericana. Fruto de dicha singularidad, al menos se pueden detectar dos atractivas variaciones, basadas en esta novela, aunque sin consignarla en los créditos. Una de ellas, casi ignota, surgirá dentro de la aún muy inexplorada corriente de cine policíaco en Inglaterra. En concreto, MARYLYN (1953), supone una notable producción de serie B, que traslada dicho ámbito a un contexto rural británico, exhibiendo las facultades del muy reivindicable Wolf Rilla, para crear atmósferas sombrías, opresivas y bizarras. La segunda –puede que existan más variaciones-, la brindaría de manera inesperada el amargo, moralista y entregado realizador checo Hugo Haas, dentro de su conjunto de producciones también de bajo presupuesto, en los que expresó una mirada intensa y desencantada de la existencia, casi como una vertiente más humilde, del universo de otro cineasta del Este europeo, emigrado a los confines de los estudios pobres de Holywood; Edgar G. Ulmer.
HIT AND RUN se describe casi en un escenario único, una destartalada estación de servicio. Será el lugar donde se desarrolla la existencia del gris y bonachón Gus Hilmer (Haas), que siempre se encuentra acompañado por su fiel ayudante, el joven y arrogante Frank (Vince Edwards). Ambos acudirán, como en otras muchas ocasiones, a un lugar de esparcimiento, donde el primero ha intentado cortejar reiteradamente a la joven Julie (Cleo Moore), quien finalmente, y no sin resistencia, iniciará un cierto acercamiento con este… que finalmente culminará en matrimonio. Para ella supondrá una estabilidad, dejando atrás su pasado como corista, aunque integrándose en una vida rutinaria, en la que poco a poco tendrá una creciente presencia un abierto enfrentamiento con Frank, que en el fondo no es más que la escenificación de la latente atracción que se intuye entre ambos. En un momento dado, este último no podrá mantener oculta dicha pasión por Julie, planificando la posibilidad de eliminar a Gus, quien por otro lado mantiene una extraña y huidiza situación, marchándose en ocasiones a una casa abandonada que se encuentra en su propiedad. Finalmente, el crimen se consumará en un terrible atropello, quedando heredera Julie de las propiedades de su esposo, del que en un par de ocasiones llegará a contemplar como un fantasma, aunque teniendo que compartirlas al 50% con Twin (de nuevo Haas), el hermano gemelo de Gus, inesperadamente liberado de una condena carcelaria de varios años en San Quintin. La nueva convivencia entre Julie, un Frank que abiertamente exterioriza su atracción por ella, y la incomodidad que supone vivir junto al hermano de Gus, les permitirá llegar a dudar si realmente no se encuentran ante su desaparecido marido, en lugar del hermano gemelo que señala ser.
Con guión del propio Haas –al que creo que en las múltiples disciplinas acometidas, y a la personalidad que brinda su cine, por encima del mayor o menor grado de aprecio, deberíamos considerar un auteur en la expresión cahierística del término-, basado en una historia del desconocido escritor y escenógrafo berlinés Herbert O. Phillips, no cabe duda de la vampirización de la novela de Cain, aunque introduciendo en ella ciertas variaciones y modificaciones, que se agudizarán en el notable giro final –en buena parte de sus películas, Haas aportaba esos giros, para acentuar su condición de parábola moral-. Lo cierto es que nos encontramos con una nueva muestra del talento de este insólito realizador, capaz casi con materiales de derribo, de crear una atmósfera sórdida y malsana, a partir de una situación creada con muy pocos personajes, y un escenario casi único. Pese a las limitaciones económicas de la película, nadie puede negar que acierta al crear una sensación de desasosiego, emanado por un lado en el estupendo aprovechamiento que se efectúa del cementerio de coches, descrito de manera magnífica con esos travellings, mientras Gus le enseña las instalaciones a la que será su futura esposa en medio de la noche. Todo su discurrir desprende esa querencia por el fatalismo, marca de la casa en el cine de su artífice, mientras que el juego de actores se revela eficacísimo, con la capacidad del propio Haas para recrear roles caracterizados por su ambivalencia –acentuado en la inesperada presencia de ese hermano gemelo, que proporcionará su extraño giro argumental-. Por su parte, Cleo Moore aporta esa mezcla de glamour y vulnerabilidad que extendió en su colaboración con el director, en la que sería su última presencia cinematográfica. Finamente, Vince Edwards apone esa mezcla de arrogancia y atractivo de ascendencia obrera, que aprovecharía muy bien Irving Lerner, para otorgarle el rol protagonista de la inmediata MURDER BY CONTRACT (1958).
HIT AND RUN destaca por la concienzuda planificación que aplica Haas, elevándose de un diseño de producción dominado por su austeridad. No dejará de incorporar detalles inquietantes, como la angustia que provocará la secuencia del atropellamiento de Gus, o las dos supuestas apariciones de su fantasma, incorporando una cierta ara sobrenatural, pero en todo momento destacará por esa vertiente malsana que desprenderá el conjunto de su metraje, aunque en él no se ausenten ciertos instantes humorísticos –la secuencia en la que la domadora de circo se acerca a Frank, provocando una automática atracción entre los clientes apostados en la barra del bar-, concluyendo de manera irónica. Sin embargo, uno se queda con el detalle con el que gradualmente, tanto Julie como Frank, van intuyendo que en Twin se encuentra realmente el Gus al que atropellaron, con detalles en apariencia cotidianos –este recoge la migajas de la mesa para ofrecerla a los peces del pequeño acuario-, que intensifican el sesgo inquietante de la segunda mitad de una película, modesta pero efectiva, que viene a revalidar la validez de este outsider del cine norteamericano, como Ulmer, como Ida Lupino, como Hugo Fregonese, necesitado de un revisionismo total, en el aporte brindado al “contrabandismo” cinematográfico de Hollywood.
Calificación: 3
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