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CINEMA DE PERRA GORDA

NIGHT OF THE QUARTER MOON (1959, Hugo Haas)

NIGHT OF THE QUARTER MOON (1959, Hugo Haas)

NIGHT OF THE QUARTER MOON (1959) es el antepenúltimo título rodado por el checo Hugo Haas para la gran pantalla. Y en él se vislumbra una modificación de postulados, en la medida que Haas se aplica al uso del formato panorámico y a unos modos de producción que superaban los hasta entonces manejados por el realizador -algo que ya se había puesto de manifiesto en la previa LIZZIE (1957), que no he contemplado hasta la fecha-. Esta circunstancia quizá haya sido puesta como un elemento en demérito de estas últimas producciones, apelando en ellos a un relativo abandono de las constantes que forjaron su modesta pero estimulante personalidad cinematográfica. Por el contrario, considero que un título como este, marca una evolución válida que no tuvo la debida continuidad -habría que poder acceder a sus últimos títulos-, quizá debido a la repentina reiterada de Haas de toda actividad artística, al regresar a Europa donde vivió unos azarosos últimos años. En cualquier caso, creo que para valorar en su justa medida esta película, uno percibe casi desde el primer momento la circunstancia de encontrarse auspiciada por uno de los insólitos productores de su tiempo en Hollywood; el fascinante Albert Zugsmith. Solo por haber sido el artífice de dos obras maestras como THE INCREDIBLE SHRINKING MAN (El increíble hombre menguante, 1957. Jack Arnold) o TOUCH OF EVIL (Sed de mal, 1957. Orson Welles) o sus dos valiosas colaboraciones con Douglas Sirk -los cuatro títulos para Universal- debería un lugar de cierta relevancia dentro de ese Hollywood de los últimos años 50. Los modos de producción de Zugsmith fueron más o menos reconocibles, auspiciando su inclinación hacia melodramas dominados por su fuerza y apasionamiento -incluso los títulos de Welles y Arnold citados se pueden incluir en este ámbito-. Dramas que se caracterizarían por definirse subidos de tono y bordear los límites de una censura a punto de su desaparición. Y dramas también en los cuales se insertaron determinados elementos de denuncia entonces en enorme controversia social. Uno de ellos lo propondría el racismo, al que Zugsmith auspició la estupenda combinación de western y noir que propuso Jack Arnold -también para Universal- en la magnífica MAN IN THE SHADOW (Sangre en el rancho, 1957), y que prolongaría una vez inserto en el seno de Metro Goldwyn Mayer, donde el productor dio vida una serie de largometrajes en los que finalmente observó un escaso apoyo por parte del estudio. Fruto de esta circunstancia aparece el título que comentamos, que supone el encuentro de Haas con Zugsmith, a partir del cual surge este relato que aglutina dos manera de entender el cine, tan diferentes como complementarias, y que posibilitarían una película que engloba ciertos desequilibrios e irregularidades, pero en su conjunto alberga tanta eficacia cinematográfica en la puesta en escena del muy experimentado Haas, su incardinación con las corrientes del género que dominaban el cine USA de aquel tiempo, y una sincera voluntad de denuncia, retomada de modo abierto al traer a la pantalla un caso judicial extraído de la vida real.

Tomando como fondo una brillante canción de Nat ‘King’ Cole -algo habitual para dar entrada a melodramas de la época, e insertando como fondo diversos planos que transmiten un cierto desasosiego en San Francisco, nos trasladarán al entorno del joven matrimonio Nelson, donde la esposa -Ginny (la sensual Julie London)- se encuentra perfilando la decoración del mismo -lo que delata que se encuentran allí poco tiempo-. Desde la ventana comprobará como uno grupo de chavales sin escrúpulos la increpan y tiran piedras a sus cristales, llegando a herirla levemente. Llamará a su marido -Roderic (John Drew Barrymore)- que se encuentra trabajando en la factoría familiar, quien llegará de inmediato a su casa, agrediendo a los asaltantes mientras hace lo propio la policía, cuyos agentes arrestarán a los asaltantes, pero también al propio Roderic e incluso a la esposa agredida. La cámara mostrará una secuencia un tanto artificiosa, en la que por un lado se someterá a la agredida a un molesto escrutinio, mientras que su marido es sometido a una insólita presión por su propia familia, conscientes de la posibilidad de forzar su derrumbe psicológico. Será todo ello el inicio de un amplio y brillante flashback descrito en zona mejicana, en el que con una enorme serenidad la cámara de Haas describirá el inicio entre la relación de la pareja protagonista, así como los rasgos psicológicos que les definen y que, a la postre, supondrán su elemento de conflicto una vez se consolide su relación, y Ginny inicie su vida con Roderic en San Francisco. Hasta llegar ese momento, con una deliberada mezcla de morosidad y precisión narrativa, el relato irá mostrando el creciente acercamiento entre los jóvenes al tiempo que revelando los supuestos puntos flacos de su personalidad. Por un lado, el muchacho se encuentra aún traumatizado de su terrible experiencia como preso en la Guerra de Corea, de la cual fue licenciado, pero en la que sigue albergando secuelas que le alejan psicológicamente de la normalidad urbana. Será otro ‘juguete roto’ de la guerra, mientras que la muchacha -caracterizada por su madurez y serenidad- asumirá que procede de una familia en la que su abuela era negra de raíces angoleñas. Sin embargo, Ginny será providencial para Roderick y, pese a que esa se muestra renuente a consolidar su relación al temer lo que más tarde surgirá, a punto estará de huir hasta de su vida junto a su padre. Seguro de sus sentimientos, no dudará en pedir a la muchacha que comparta su vida con él, por lo que ambos viajarán juntos hasta el entorno de su adinerada familia.

Muy pronto se irán revelando las costuras del gran sueño americano. La visita nocturna de la pareja a un club nocturno en el que trabaja una prima suya de color tendrá su reflejo en la prensa. Será la espita para una deriva en la que la madre de Roderic -Cornelia (Agnes Moorehead)- revertirá la inicial simpatía que había mostrado con su nuera. También desde el hotel en que se encontraban alojados se les invitará -bajo pueriles excusas- a que lo abandonen. Será toda una tupida red de incomprensión y desprecio la que se ceñirá sobre un joven y hasta entonces envidiado matrimonio y, sobre todo, contra la hermosa Ginny. La acción volverá al momento presente, en el que el entorno de Cordelia aprovechará para recluir a su hijo y suministrarle una terapia en teoría centrada en su recuperación, aunque en realidad persoga la dominación de su frágil voluntad al objeto de separarla de su esposa. Esta, pese a puntuales desfallecimientos, será decidida a la hora de pleitear esta dolorosa situación al lograr la ayuda del joven abogado negro Asa Tully (James Edwards) para pleitear contra los Nelson en defensa de su marido y no para obtener beneficio económico del mismo. La vista será áspera, con una afilada actuación del abogado de dicha familia -Clinton Page (Edward Andrews)- y en la que en un momento determinado todo parecerá perdido para Ginny. Tendrá que echar el resto Tully para alcanzar un clímax que pueda revertir las falsas tensiones que se han expuesto, y revelar la realidad del amor que se profesa a joven pareja.

Estructurada en un preámbulo y tres partes claramente definidas, NIGHT OF THE QUARTER MOON pronto va dejando atrás sus limitaciones, sobre todo un cierto esquematismo en ocasiones, aunque a la hora de describir la reclusión de Roderic aparezcan ciertas incoherencias. Pero lo cierto es que poco a poco, sobre todo a través del episodio desarrollado en tierras paradisiacas mejicanas, Hass acierta al trasmitir esa creciente sinceridad emocional de dos seres en el fondo solos en sus diferentes contextos, heredando esa mirada humanista que fue prolongando en sus títulos previos. Lo hará igualmente -aunque con ciertos aspectos un tanto esquemáticos- al ir presentando destellos de ese racismo cotidiano que irá envolviendo como una hiedra la aún poco engrasada pareja, aunque en ella destaque la lucidez y templanza de Ginny. Y brillará igualmente la plasmación de la vista judicial, en un periodo en el que el protagonismo de estas tenía un especial alcance en el palpitante cine norteamericano del momento -no olvidemos que tres meses después se estrenará la pieza máxima de esta vertiente, el extraordinario ANATOMY OF A MURDER (Anatomía de un asesinato, 1959. Otto Preminger).

Será este último un bloque brillantemente narrado, en el que bajo una mirada serena se irá poniendo en juicio las aristas de esa sociedad de aparente progreso, que en realidad se encuentra dominada por prejuicios casi insalvables para ellos. Como sucediera con otras obras previas de Haas, también en esta ocasión se optará por un percutante giro final urdido por al abogado de Ginny, que aún hoy día sigue sorprendiendo por su audacia. Sin embargo, si con algo me quedo en esta interesante película, que sabe hacer de la limitación de su producción virtud, que destaca por la elegancia con la que se utiliza el formato panorámico, y en la que brilla igualmente la química existente en la insólita pareja protagonista, es en la profundidad que alberga a la hora de plasmar el propio recelo de los negros por intentar alcanzar la comprensión y aceptación por parte de la supremacía blanca. Ello se manifestará en dos secuencias magníficas e intimistas. La primera de ellas se centrará en la recriminación de Cy (estupendo Nat ‘King’ Cole). el marido de la prima de Ginny, al intuir que esta pretende lucrarse con la demanda que desea poner para recuperar a su marida. En una conversación entre ambos, revestida de una sorprendente dureza, Cy le planteará el doloroso panorama que se le plantea en un futuro sin horizonte en su relación. Será algo similar a lo que pocos minutos antes de finalizar la película, le planteará Maria (Anna Kashfi) a ese Roderic que le pide le diga donde puede encontrar a su esposa. En el momento quizá más intenso de la película, esta le hará ver la imposibilidad de su relación en común, llegando a pedirle que plantee cualquier excusa para hacer visible una ruptura que haga posible la vida futura de ambos, ya separada.

Tras la percutante conclusión, NIGHT OF THE QUARTER MOON culminará con unos planos exteriores revestidos de una extraña serenidad. Tras la expectación de la prensa siguiendo al matrimonio de nuevo unido, el exterior de palacio de justicia se quedará desierto, y la propia calle parecerá quedar muda, casi como evocando aquel paradisíaco encuentro de los jóvenes en tierra tropicales, e invocando con ello una llamada a la esperanza de lo cotidiano.

Calificación: 3

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