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CINEMA DE PERRA GORDA

BAIT (1954, Hugo Haas)

BAIT (1954, Hugo Haas)

BAIT (1954) es la segunda película que tengo ocasión de contemplar del extraño Hugo Haas, con el notable recuerdo que me queda de la posterior HOLD BACK TOMORROW (1955), con la que comparte su pareja de jóvenes protagonistas –John Agar y Cleo Moore, esta última al parecer auténtica musa del cineasta e intérprete-. Lo cierto es que comparada con aquella, esta Serie B de la Columbia palidece frente al grado de intensidad que asumía aquel drama existencial. Sin embargo, y aún quedando en un nivel inferior, no podemos señalar que se trate de un título desprovisto de interés y, lo que es más importante, comparte ciertos elementos formales y, sobre todo, temáticos, que pueden inducirnos a rastrear en la personalidad de este exiliado europeo, cara a su posible vindicación como personalidad de cierto relieve, dentro del Cinema Bis norteamericano.

En algún comentario se ha señalado que BAIT podría ser una revisitación del universo de THE TREASURE OF THE SIERRA MADRE (El tesoro de Sierra Madre, (1948 . John Huston). Por el contrario, uno casi la puede plantear casi como un inesperado precedente del triángulo que planteaba THE RIVER’S EDGE (Al borde del río, 1957) de Allan Dwan. Son ambas dos películas de rasgo primitivo, centradas en la presencia de la moral bíblica, que en este caso se manifiesta en la figura del extraño Marko (encarnado por el propio Haas). Se trata de un hombre de edad media y carácter introvertido, empeñado año tras año en volver a las montañas, para intentar reencontrar una mina de oro que tiempo atrás dejó abandonada ante la presencia de un temporal de nieve, y en donde falleció un compañero de búsqueda, quedando este siempre en la sospecha que tuvo algo que ver en la misma. Marko ha logrado como nuevo compañero en la búsqueda al joven Ray Brighton (John Agar), quien desea con ello vivir una nueva experiencia, que le pudiera producir beneficios, caso de lograr dar con la mina abandonada. En el camino para repostar, Brighton conocerá a la joven Peggy (Cleo Moore), una muchacha cuestionada por Marko por poseer un niño sin estar casada, aunque el joven desde el primer momento quede seducido por la belleza de ella. Una vez los dos protagonistas lleguen a una vieja cabaña, se instalarán en ella y la acondicionarán, aunque se sucedan las fechas sin lograr dar con el objetivo buscado. Finalmente, casi por casualidad, y cuando en la mente de Marko se alberguen pensamientos malsanos, Ray localizará escondida la tapada entrada de la mina, tras unos arbustos que había tallado para leña. Se insertará en ellos la fiebre del oro, intuyéndose en la mente del veterano minero, la planificación de algo que permita librarse de ese compañero al que prometió la mitad de sus beneficios de oro. Para ello, y conociendo la fascinación que este mantiene con Peggy, la introducirá sutilmente en el círculo de ambos, casándose por sorpresa con ella.

BAIT se inicia con una irónica y sorprendente secuencia, desgajada del posterior desarrollo del relato, en la que una divertida encarnación del diablo, representada en el actor Cedric Hardwicke, ofrece un irónico recit, apelando a la fuerza del mal. Un prólogo que parece, por otra parte, adelantar aquellas posteriores apariciones del director William Castle en algunas de sus propuestas de terror, también para el mismo estudio. Ello dará un inicio con ecos televisivos, en donde la cámara de Haas se mostrará eficaz en todo momento, aunque carente de esa tensión interna que caracterizarán los mejores momentos de su cine. Puede decirse que hasta la llegada de los dos protagonistas hasta la cabaña, no se inserta en la película ese grado malsano que caracterizarán sus mejores momentos. El plano que nos muestra el interior de la misma a través de una telaraña, los instantes en que ambos descubren el interior de la mina en la oscuridad, o esos pasajes en los que se instala en ellos los efectos de la llamada “fiebre del oro” –especialmente en el joven Rey, más inexperto psicológicamente-. Poco a poco, y aún dentro de una cierta opacidad visual, Haas logra imbricar los mimbres de esta modesta película con un grado creciente de interés, introduciendo ese aura religiosa de Marko, las reflexiones que señala su voz en off, malignas y retorcidas, cara a liquidar de la forma más perversa posible a quien va a compartir los beneficios del oro recogido. Pero, por encima de todo ello, el resentimiento crecerá tras casarse con Peggy y traerla a la cabaña. Es a partir de ese momento –planificado con anterioridad para liquidar con justificación a Ray-, cuando en la película se inserte en una espiral de siniestra prestancia. El aura erótica que se inserta en la cabaña cuando se observan Peggy y Ray, el carácter represivo en torno a la manifestación de la sexualidad por parte de Marko. Todo ello conformará una atmósfera áspera y por momentos lúbrica, que tendrá uno de sus detonantes en el momento en que los dos jóvenes se besen apasionadamente, jaleados por el esposo de esta. La espiral de resentimiento crecerá en Marko, quien ideará una estratagema –la forzada ausencia de sal entre las provisiones-, para supuestamente marcharse de la cabaña –estando una tormenta de nieve en lontananza-, pero con la secreta intención de pillar a los dos jóvenes en una situación que le facilitara un crimen pasional. Serán todo ello, momentos magníficos, en un fragmento caracterizado por la claustrofobia que domina el interior del recinto, en donde los  amantes sienten la opresión detrás de un cristal exterior en donde la amenaza se vislumbra inquietante. Un climax que resulta por lo elemental de sus elementos, en las que el uso de las sombras, el dominio de la escueta escenografía, o el contraste de esa tormenta exterior con el amenazador interior de la cabaña, provoca un efecto inquietante.

Cierto es que en BAIT, Hugo Haas no se muestra lo suficientemente homogéneo en el conjunto de sus menos de ochenta minutos de metraje, y se perciben en demasía las enormes limitaciones de Agar, correcto cuando solo tiene que ofrecer presencia, y nulo en aquellos instantes en los que se le exige registro –sus carcajadas son horrísonas-. Aún así, con todas sus insuficiencias, BAIT es un producto que nunca pierde su interés y despliega el suficiente caudal de sugerencias como tal cuento moral, para proseguir en la búsqueda de más películas firmadas por este extraño realizador.

Calificación: 2’5

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