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CINEMA DE PERRA GORDA

STRANGE FASCINATION (1952, Hugo Haas)

STRANGE FASCINATION (1952, Hugo Haas)

Desde que hace unos años pudiera contemplar uno de sus títulos –el estupendo HOLD BACK TOMORROW (1955)-, de inmediato prendió en mí la curiosidad de ir revisitando, en la medida que lo permiten las posibilidades, la filmografía de ese singular realizador, guionista y actor checo Hugo Haas. Una personalidad propia que ya podemos detectar en uno de sus títulos previos; STRANGE FASCINATION (1952), primero de los que rodaría, protagonizando la cinta, con la que sería su musa femenina más destacada; Cleo Moore. De nuevo, se puede percibir en esta apuesta de Haas, la clara voluntad de discurrir en un ámbito de serie B –fue este uno de los títulos distribuidos por la 20th Century Fox-, introduciendo en la propuesta, una abierta decisión por discurrir en los terrenos del morality play, e insertando en su seno una nada solapada aura fatalista. Lo hará, por medio de una puesta en escena que no obvia introducir elementos imaginativos e incluso de matiz expresionista. Finalmente, sus perfiles siempre estarán incardinados, en diversas variantes genéricas populares dentro del cine USA, con especial querencia por aquellas que rodearan el ámbito de un noir, que aún no tenía conciencia de serlo, pero que Haas intuyo sus posibilidades, como marco de expresión de sus inquietudes como cineasta. Ello tiene acto de presencia hasta el punto de erigirse, para mi gusto, como una variante, quizá menos arriesgada, que la ofrecida en aquellos años por otro frecuentador de este tipo de cine; el mítico Edgar G. Ulmer.

STRANGE FASCINATION, se inicia con fuerza. Pronto nos apercibiremos de la presencia de un ser derrotado. Se trata de Paul Marvan (Haas), que se dispone a escuchar desde el exterior de un teatro en la noche newyorkina, un concierto de piano. La sobriedad y eficacia de la puesta en escena, sabe insertarnos en el drama de un hombre al que aún ni conocemos, pero que advertimos muy pronto se trata de alguien hundido. La acción describirá un extenso flashback, remitiéndonos a Viena, donde descubriremos que Marvan es un prestigioso piano, que ha llamado la atención de una acaudalada dama de la alta sociedad neoyorkina –Diana Fowler (una espléndida Mona Barrie que, por momentos, parece delimitarse como un precedente de la Patricia Neal de BREAKFAST AT TIFFANY’S (Desayuno con diamantes, 1961. Blake Edwards))-. Se trata de una mujer culta, viuda con dos hijos, que verá en Paul algo especial, convenciéndolo para que viaje con ella a USA, y comprometiéndose a apoyarle decididamente en su nuevo destino profesional. Dicho y hecho, una vez en USA, se irán describiéndose detalles que subrayen la sensación de desplazado del pianista. Los hijos de Diana –en especial su hijo-, miran con recelo al recién llegado. Lo harán también las amistades de esta, e incluso su andadura profesional no se verá dominada por las facilidades, pese al apoyo de su protectora y, en el fondo, secreta enamorada. El pianista deberá iniciarse en una gira indigna de su talento, en teatros de segunda categoría, en uno de los cuales tendrá un encuentro accidentado con la joven Margo (Cleo Moore), quien junto a Carlo, desarrolla un número de baile en un oscuro restaurante, que será involuntariamente torpedeado por el despistado pianista. Con ánimo de boicotear su recital de piano, Marco acudirá con una compañera al mismo, quedando finalmente hechizada por la magia musical que este desprende, e iniciándose una rápida relación, que pronto los levará a casarse. Será el inicio de una espiral en la que el infortunio se ceñirá sobre un hombre sensible y bondadoso, que irá discurriendo en una sucesión de sentimientos provocada por esa esposa tan diferente a él, en la que quizá se represente el contraste de alguien que ha llegado a un mundo nuevo, tan alejado a sus sensibilidades.

Así pues, Haas nos describirá una habitual historia de degradación moral, heredera de referentes como DER BLAUE ENGEL (El ángel azul, 1930. Joseph von Sternberg),  SCARLET STREET (Perversidad, 1945. Fritz Lang) o DETOUR (1945, Edgar G. Ulmer) –ambos, y no es casual, cineastas europeos emigrados a USA-. Sin embargo, contraponiendo la dureza de ambos títulos, parece que nuestro realizador prefiere ofrecer una mirada que, sin mitigar su alcance fatalista, lo cierto es que va mitigada en cierto modo a la hora de describir ese vértice femenino que provocará el conflicto del relato. Y es que Margo, no se describe como una mujer amoral. En su oposición, se nos plantea como alguien en realidad ingenuo, que ni siquiera es consciente de la pasión que provoca su espectacular físico, y que dentro de la simpleza de su personalidad, se siente sinceramente ligada a este pianista, que obrará en ella un auténtico milagro, cuando se quede hechizada contemplando el recital que le unirá a él –y que Haas servirá, con esos primeros planos entregados de la actriz, que pese a sus insuficiencias sabe plasmar esa sensación de felicidad-, o de encuentro con una sensibilidad sin duda ausente hasta ese momento en su vida diaria.

No cabe duda que STRANGE FASCINATION está provista de insuficiencias e ingenuidades. Sin embargo, hay algo que permite superar dichas limitaciones, y es la convicción con la que Haas se entrega a la hora de hacer verosímil e incluso intensa esa historia de derrumbamiento moral. Lo plasmará con sequedad, con sensibilidad, y al mismo tiempo insertando en todos sus fotogramas un extraño sentido del pathos, dentro de una estructura que combina al mismo tiempo esa mezcla de culturas que establece una Norteamérica contemporánea, con los ecos de una cultura europea simbolizada en ese pianista cada vez más atribulado -¿Contraste deliberado por parte del cineasta?-. En cualquier caso, lo cierto es que nos encontramos con un relato extraño. Una propuesta que enlaza con tantas y tantas singularidades que el cine USA venía proponiendo en aquellos años convulsos, y que a mi modo de ver proporciona su mayor punto de interés, en el personaje de esa mujer adinerada, sensible y al mismo tiempo un tanto dominante, que en su interior alberga una insatisfacción personal, pero que al mismo tiempo no tiene la suficiente valentía, para dar ese paso adelante, y ligarse con ese pianista que la ha deslumbrado en su periplo europeo. La magnífica performance de Mona Barrie –en el que sería su último trabajo ante la cámara-, proporciona enormes matices al personaje de una viuda insatisfecha y culta, al que con pequeños gestos y miradas logra transmitir esa voluntad de sortear un entorno conservador y hostil, que al mismo tiempo es el que impide una nueva oportunidad de emerger, tras la muerte de su marido que, en el fondo, fue un poco su propia muerte.

Ese tratamiento de personajes, constituye una de las mayores virtudes del film de Haas, ya que todos ellos están descritos con una rara humanidad. Es por ello que hasta la inconsciente Margo no aparezca nunca como un ser despreciable sino, en todo caso, alguien desprovisto de la necesaria madurez, para entender la imposibilidad de prolongar una relación a ese esposo, tan sensible como decadente. O incluso el que fuera su compañero laboral –y secreto enamorado-, en modo alguno aparece como un ser chulesco. Hay en el conjunto de STRANGE FASCINATION, una sensación extendida de irreductibilidad, que tendrá su esperada y doble catarsis en su tramo final. Su primera manifestación será el fatalismo que pondrá en práctica el pianista, inmolando sus talentos, para intentar lograr con ello esa prima de seguro que pueda facilitar la ya imposible continuidad de este con su joven esposa. Sin embargo, lo realmente atroz, el doble giro sorpresa que sublima ese rasgo de apólogo moral del relato, lo proporciona su conclusión, una vez finalizado el flashback, y conociendo ya la ruina moral y física de Marvan, que inicialmente solo intuíamos. La acción lo devolverá a ese hogar de acogida en el que inició sus evocaciones, mostrándolo tocando el piano con la única mano que puede. La cámara mostrará la audiencia del pianista; esos ancianos y desahuciados que lo aplauden, en una abrasadora secuencia que podría remitirnos al cine de Buñuel, o incluso al Edmund Goulding de NIGHTMARE ALLEY (El callejón de las almas perdidas, 1947), y que tan sólo brindará una insólita mirada a la esperanza, con la inesperada presencia de Diana. Una vez más, la grandeza de un final revestido de fuerza casi conmovedora, logra elevar las conclusiones de esta obra imperfecta pero apasionada, que avala el interés de este hombre de cine, que parecía elevarse sobre sus materiales de partida, o su propia condición de vampirizador de corrientes previamente existentes, para brindar una mirada sincera y desesperanzada, en torno al mundo que le rodeaba.

Calificación: 3

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