IN OUR TIME (1944, Vincent Sherman)
IN OUR TIME se rueda en 1944, en plena ofensiva norteamericana contra el nazismo. Era un ámbito temporal en que el mundo de Hollywood echó el resto, a la hora de favorecer un contexto de producción, que generara en su sociedad, una sensación de identificación en torno a la implicación de su ejército. Y ello se contagió, dentro de un contexto, en aquel entonces decididamente progresista, que solo se rompería, con los primeros pasos de la tristemente célebre Caza de Brujas auspiciada por el siniestro Joseph McCarthy. Nos encontramos, pues, en un entorno realmente intenso y favorecedor, que no solo potenciaría la implicación de cineastas de primerísima fila, sino incluso en otros profesionales quizá menos prestigiosos, que encontraron en aquel ámbito de producción, un especial motivo de inspiración, tanto por su propia implicación personal, como ante el hecho de contar con magníficos equipos técnicos y artísticos.
Es el caso, bajo mi punto de vista, de esta atractiva propuesta, con la que Vincent Sherman logró el potente diseño de producción de la Warner, demostrando que cuando se encontraba con un proyecto que le atrajera -ALL THROUGHT THE NIGHT (1942), THE DAMNED DON’T CRY (1950)-, podía brindar un resultado magnífico, como está muy cerca de suceder con IN OUR TIME, melodrama descrito en el ámbito de la invasión alemana en tierras polacas. La película se inicia, con la sensual y personalísima voz en off de la joven Jennifer Whittredge (Ida Lupino). Es la secretaria de una antipática y egocéntrica anticuaria -Mrs. Bromley (Mary Boland)-, con la que viaja en tren desde Inglaterra hasta Polonia en 1939, para comprar viejos objetos -la manera con la que se presenta a la anticuaria, devorando glotonamente bombones, y ofreciendo a su secretaria aquellos que no le gustan, define a la perfección su altanería-. Ya en el camino, una inesperada parada del tren, llevará a Jennifer a contemplar los primeros indicios del nazismo -una cacería en la que se encontrará con alguien determinante en su futuro-. Sin embargo, durante la visita a un anticuario, la muchacha tendrá un inesperado encuentro, con el que pronto descubrirá, se trata del componente de una respetada familia polaca. Él es el conde Stefan Orwid (Paul Henreid), estableciéndose entre ambos una inmediata y casi incomprensible corriente de simpatía. Ambos se verán de nuevo en una actuación de ballet, intensificándose una relación en muy pocos días, pese al servilismo que Stefan mantiene con su madre -Zofia (encarnado por la mítica Allia Nazimova), e incluso por su adulta hermana Janina (Nancy Coleman). Todos ellos, siempre serviles, al auténtico mecenas de la familia, el poco recomendable conde Pawel Orwid (Victor Francen, a sus anchas en este rol revestido de villanía), del que se irá destilando una ambigua y creciente colaboración con los nazis, antes de que estos se decidan a invadir Polonia.
De manera casi inmediata, se irá fraguando la relación entre Jennifer y el siempre galante Stefan, en el fondo un hombre ocioso, que hasta ese momento no se ha preocupado por consolidar una vida activa, y solo preocupado en una elegante vivencia mundana. Revestidos ambos de una pasión casi incontrolable, este le planteará matrimonio, y la llevará a su entorno familiar, contando con el recelo de su madre y hermana, y el único apoyo de su anciano y juicioso tío Leopold (Michael Chekhov), en todo momento preocupado por el avance de los nazis. Debido a dicha circunstancia, y a la reserva con que será recibida por el por otra parte, lúcido conde Pawel, la muchacha huirá del compromiso adquirido, reenganchándose con su jefa con destino hasta Inglaterra. Sin embargo, en el último momento atenderá la llamada de Stefan, y se casará con él, viviendo con su familia, y aceptando el rechazo de su suegra y cuñada. Pese a esa extrema hostilidad, poco a poco, Jennifer irá haciendo entender a su esposo, la posibilidad de convertirse en un hombre útil, haciendo rentable su hacienda y, con ello, evitando la dependencia con su tío, al tiempo que, modernizando los métodos para recolectar la cosecha, obteniendo mejores beneficios, y mejorando las condiciones de sus agricultores. Pese a las dificultades, todo parecerá ir a pedir de boca. Incluso por sugerencia de Jennifer, Stefan celebrará una fiesta de fin de cosecha con todos sus trabajadores, en el interior de la mansión, aspecto que incluso será bien visto por su propia madre. Sin embargo, en medio de la celebración se escucharán los sonidos de la guerra; los nazis comenzarán con el bombardeo de Varsovia y, con ello, la llamada a las filas de Stefan. Será el inicio de un calvario, pero al mismo tiempo la demostración plena de un hombre totalmente cambiado, consciente de su compromiso con el país. El asedio será inclemente por los nazis, pero de manera sorprendente Stefan aparecerá por el exterior de la mansión como insospechado superviviente. Será el inicio de una catarsis, en la cual todos los que de algún modo viven en torno al mundo de los Orwid, se verán puestos ante un destino en sus vidas, por más que el mismo sea su propia extinción.
Si algo hay que destacar en IN OUR TIME, es la convicción con que se encuentra realizada. Ese sentido del compromiso dramático, que hará creíble en la pantalla, una historia urdida con entusiasmo por Howard Koch -CASABLANCA (Idem, 1942. Michael Curtiz)- y Ellis St. Joseph, y que Vicente Sherman traslada con un sentido de la inmediatez, combinando el aura romántica de su enunciado, con una creciente dosificación de su densidad dramática. Algo que se sustentará en un notable sentido del ritmo -magnífico el montaje brindado por Rudi Fehr-, contando con una iluminación en blanco y negro, obra del gran Carl Guthrie, que sabrá evolucionar desde sus elementos puramente dramáticos, con otros, insertos sobre todo en su parte final, donde un aura casi sobrenatural, caracterizará los últimos minutos del relato. El film de Sherman deviene, por tanto, como la plasmación de un despertar por parte de Stefan, hasta su encuentro con Jennifer, un hombre tan amable como pasivo, hasta su conversión en alguien lleno de convicción íntima. Que ha sabido encontrar en los recovecos de su persona, su razón de ser. Su destino último. Para ello, habrá sido de capital importancia la relación que se mantendrá con la que se convertirá su esposa, capaz de hacerle emerger del círculo vicioso de su familia. Una conversión en un hombre valiente, activo y aguerrido, en el que tendrá una gran importancia, la inesperada química establecida entre Ida Lupino y Paul Henreid -este último en uno de sus mejores roles en la pantalla-, capaces de transmitir al espectador, ese proceso por el cual una joven insegura y un hombre diletante, se convertirán en una pareja de sólidos principios, capaces en el último momento, de encontrar en la familia del segundo, ese respeto hasta entonces velado.
Antes lo señalaba, el gran acierto de IN OUR TIME, reside en la convicción con la que está realizada. En la capacidad que alberga, de plasmar esa pasión amorosa establecida entre los dos protagonistas. En la modulación que adquiere un relato que, de manera paradójica, se hará más emocionante y vibrante, cuando veamos a sus protagonistas, imbricarse en un destino abocado a un final trágico. En el que las miradas tendrán una singular importancia -la secuencia de la función de ballet-. Y en el que, y esto adquiere una singular importancia, todos sus personajes, incluso aquellos de índole secundaria, se encuentran bien modulados dramáticamente, hasta el punto de no olvidar en todos ellos su matiz de humanización. Es algo que podremos percibir en esa anticuaria, cuando se despida de Jennifer en la estación, pero, sobre todo, tendrá su expresión más rotunda, cuando la madre de Stefan y la propia Janina -escondiendo una soterrada atracción incestuosa con su hermano-, reconozcan la impronta positiva que Jennifer ha proporcionado a todos ellos. Es más, esa humanización se extenderá hasta el propio Pawel, hasta entonces entregado por completo en su coqueteo con los nazis, admirando en silencio la valentía demostrada por su sobrino.
Apenas reconocida y reseñada con el paso del tiempo, por lógica carente de estreno comercial en la España franquista de su tiempo, IN OUR TIME es una muestra del buen hacer de Hollywood, y su capacidad para conectar mediante su dramatización cinematográfica, con el estado de ánimo del momento.
Calificación: 3
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