A COTTAGE ON DARTMOOR (1929, Anthony Asquith)
Haber disfrutado hace pocas semanas, de las excelencias de PICCADILLY (Idem, 1929. Ewald André Dupont), ya me puso en alerta, en las posibilidades que podía albergar el periodo silente dentro de la cinematografía británica. Algo que, durante muchos años, se estableció solo tenía su cuota de interés, en buena parte de las realizaciones mudas de Alfred Hitchcock. De ellas, no dudo en resaltar THE LODGER. A STORY OF THE LONDON FOG (El enemigo de las rubias, 1927), THE RING (1927), DOWNHILL (1927) 0 THE MANXMAN (1929). Pero lo cierto es que hubo más producciones que destacaron en aquellos últimos estores de la primera gran etapa del séptimo arte. Y entre ellas, aparece una especial implicación, en los primeros pasos de un cineasta, que siempre ha aparecido como el paradigma del academicismo inglés -apelación en cierto modo justificada-, como fue Anthony Asquith. Un Asquith, que en su juventud viajó a Estados Unidos, donde se formó en su floreciente industria cinematográfica, lo que permitió que, a su regreso a Inglaterra, decidiera convertirse en director de cine, debutando en 1928 con SHOOTING STARS, desarrollada en ambiente de un estudio de cine. A COTTAGE ON DARTMOOR (1929) es su cuarto largometraje, demostrando en el mismo una extraordinaria inventiva como metteur en scene, ya que nos encontramos con una película admirable, dotada de gran belleza y romanticismo que, en sus momentos más duros, deviene absolutamente angustiosa.
La producción de Asquith -autor asimismo del guion, tomando como base de Herbert Price- se inicia con modos pictóricos, reflejando en plano general el fondo amenazador del cielo en un ambiente rural -será este, un elemento que se utilizará, incidiendo en la importancia que el clima ofrece, sobre el tono de aquello que vamos a contemplar en la narración-, contrapuesto con la presencia de un árbol desprovisto de hojas. Con celeridad, se nos mostrará la fuga de alguien a quien aún no conocemos. Se trata del joven Joe (Uno Henning), que ha huido de la prisión de Dartmoor. Deambula de manera tan rápida como atropellada, con la intención de dirigirse a una casa que se ubica en el campo, introduciéndose en ella. Mientras tanto, iremos contemplando fugaces pasajes que nos proporcionan información de las circunstancias del fugado, insertándose asimismo un bello encadenado, que enlaza el uso del agua que Joe para utiliza lavarse la cara en un arroyuelo, con el barreño que lava a un niño, introduciéndonos en la vida de esa casa y, dentro de ella, a la joven Sally (Norah Baring). En medio de la oscuridad, el descubrimiento de Joe por parte de Sally, será descrito en un travelling frontal, dando paso a un largo flashback, sobre el que asentará la mayor parte del relato, retrotrayéndonos a un salón de belleza, en donde trabajan Joe como barbero, y Sally en calidad de manicura. Ella es amada secretamente por el primero, quien en sus actitudes revela ser alguien tan introvertido como posesivo, e incapaz de poder captar el interés de esta hermosa y abierta muchacha. La invitará a contemplar una película -sonora-, ella declinará el ofrecimiento, pero en el último momento, con cierta condescendencia, aceptará la invitación, aunque él antes haya tirado las entradas que disponía. Sin embargo, ella le propondrá acudir al salón de la residencia en donde se hospeda, teniendo que compartir la velada con gente de avanzada edad. En cualquier caso, Joe vislumbrará este encuentro con entusiasmo, enviándole un ramo de flores a la mañana siguiente, aunque la inesperada caída de la tarjeta que le acompañaba, impedirá prolongar con lógica el contacto, produciéndose una situación equívoca, que albergará en el joven barbero infundadas esperanzas.
Por el contrario, la manicura prolongará su afabilidad, olvidando la cita con Joe, iniciando de manera inesperada, contacto con el acaudalado Harry (Hans Adalbert Schlettow), que se convertirá en un cliente casi obsesivo del salón, con la oculta razón de acercarse a la muchacha. La invitará al cine -de nuevo a contemplar una película sonora-, siguiéndoles Joe, que poco a poco irá desarrollando y potenciando su rasgo posesivo e incluso esquizoide, albergando en su mente, la creciente intención de matar, al que considera su rival en el amor. La situación se planteará en una visita de Harry al salón, viendo Joe, mientras lo afeita con navaja de afeitar, los coqueteos de este con Sally. La tensión del barbero devendrá irrespirable, hiriendo de gravedad a su cliente, y siendo detenido por la policía.
La acción de la película volverá a su punto de partida. Sally mostrará inicialmente su terror, sobre todo al saber las amenazas que este había manifestado en la vista, de volver a matarla a ella y a Harry, con el que ella se casó. Sin embargo, de manera casi imperceptible, aflorará en la protagonista cierta ternura en torno a Joe, a quien esconderá de la presencia de los vigilantes de la prisión, vislumbrando en su presencia, la oportunidad perdida de una vivencia romántica apasionada, y despojada de la cómoda rutina que vive con su esposo. Pese a su impulso inicial, este accederá, a instancias de su mujer, en ayudar a Joe a escapar, propiciando la salida de su casa. Sin embargo, el condenado barbero albergará un gesto romántico final, retornando a la casa y siendo abatido por los disparos. En sus últimos instantes, solo añorará un último gesto de amor por parte de Sally, incapaz esta de romper con el circulo vicioso que representa su esposo, y los propios vigilantes que le rodean.
Como cualquier gran película que se precie -y esta lo es, quede claro desde el primer momento-, A COTTAGE ON DARTMOOR funciona admirablemente a varios niveles. Lo hace en la propia y romántica fuerza de su relato central. Pero Asquith no desaprovecha la ocasión, para insertar en su discurrir, una demoledora mirada en torno a los vicios y prejuicios de la Inglaterra de su tiempo. Al mismo tiempo, inserta en un periodo de especial febrilidad de la evolución del arte cinematográfico, no solo su base argumental se atreve a insertar la incidencia del sonoro, con la presencia del cinematógrafo como espectáculo de masas, sino que en la película aparecerán no pocos detalles, que avalarán la receptividad que el entonces joven realizador británico, mantenía en torno a los corrientes e hitos cinematográficos más relevantes de aquel tiempo, insertos siempre con pertinencia. Y es que, en no pocos momentos, podemos adivinar la huella expresionista de la película -esa querencia por ciertas planificaciones puestas en práctica por Pabst-, plasmada no solo en secuencias como la que describe el deseo criminal de Joe, o la propia configuración de su presencia fílmica, utilizando la iluminación sobre su rostro, para acentuar el lado romántico o amenazante de su personalidad, percibiendo una cierta semejanza con los roles que, por aquellos años, venía protagonizando de manera magistral, el alemán Conrad Weidt. Esas secuencias de exteriores rurales, descritas en el entorno de la casa que centrará la acción, por momentos llega a reflejar la tensión presente en la magistral THE WIND (El viento, 1928) de Victor Sjöstrom. O, finalmente, esa delicadeza, tan propia de la excepcional THE CROWD (… Y el mundo marcha, 1928. King Vidor), presente en el pasaje en el que Sally responde a la pregunta de Harry, preguntándole cuanto le quiere, en un instante de conmovedora delicadeza.
En cualquier caso, uno de los elementos que proporciona singularidad el film de Asquith, reside en esa mirada en torno a la incidencia sobre la presencia del sonoro en el público inglés del momento, lo que permitirá un sorprendente episodio, que servirá como auténtico microcosmos, describiendo una coralidad de espectadores -entre los cuales se encontrarán los protagonistas de este drama triangular-, e incidiendo a través de su reacciones y estados de ánimo, en esa mirada social, que Asquith tendrá siempre en segundo término, sin interferir en la auténtica entraña de la película.
Esa mirada social jamás quedará ausente en A COTTAGE ON DARTMOOR. Lo plasmará en la propia cotidianeidad de ese salón de belleza, en la que aparecerán de manera ingeniosa, insertos de partidos de polo, regatas o carreras de caballo, describiendo las charlas habituales de los empleados con los clientes, o en la descripción de esa residencia dominada por ancianas, en la que no faltará ni el prejuicio, ni la mirada condescendiente, ante esa inesperada cita en torno a Sally y Joe. Por medio de las actitudes y los comentarios de los empleados, o el recelo de las mujeres que trabajan en el negocio, cuestionando que una compañera suya de clase obrera, pueda acercarse a un hombre de estrato adinerado. Es una faceta, en la que Asquith desplegará su excelencia en la utilización del rostro de los actores, en la gestualidad de estos, o en la transmisión de sus estados de ánimo.
Y a modo de olla a presión, la película tendrá su catarsis y, con ella, la culminación de su extenso flashback, con esa secuencia intensa, aterradora y, personalmente, difícil de asumirla como espectador, en la que Joe irá creciendo en su ira, mientras se encuentra afeitando a Harry. La presencia de un montaje de gran intensidad. La fuerza de una planificación que siempre propondrá en primer plano esa amenazante navaja de afeitar, hasta llegar a ese casi insoportable estallido, en el que evitará la crueldad del momento, pero culminará con una sucesión de centelleantes planos, que concluirán con la inserción de uno fugaz, cubriendo la pantalla de color rojo.
Tras el schock que brinda ese episodio, y la posterior detención de Joe, la película retomará su situación inicial y, por un momento, parece que el film de Asquith pierde fuerza. Por fortuna, es una vana ilusión, incorporándose de manera inesperada, una reacción finalmente comprensiva por parte de Sally, de ese hombre amenazante pero que, en el fondo, representará para ella alguien con sentido del romanticismo. Algo que de inmediato contrapondrá con la seguridad que le proporciona, a todos los niveles, su esposo, que le ha dado un hijo, pero que no la satisface como mujer. Es algo que podremos contemplar en esos momentos en que Sally y Joe se confiesan, antes de la llegada de los vigilantes. Y es que, a fin de cuentas, A COTTAGE ON DARTMOOR, aparece como un originalísimo melodrama triangular, que presentará un desenlace desgarrador, en el que de nuevo se pondrá a prueba la imposible lucha de Sally para exteriorizar sus sentimientos, entregando a Joe en sus instantes postreros de vida, ese beso que colme, al menos, el amor que siempre ha sentido por ella, sin haber sido correspondido en sus sentimientos. Una vez más, lo establecido impedirá vivir ese deseo, culminando la película con esa visión subjetiva de un moribundo que fundirá en negro -su muerte-, en uno de los finales más conmovedores del periodo silente, y como dolorosa conclusión, a una historia de amor que nunca lo fue tal, y que el destino impidió… con la inoportuna caída de una tarjeta de un sencillo ramo de flores.
Calificación: 4
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Pedro Ignacio Riarán Frías -