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CINEMA DE PERRA GORDA

FANNY BY GASLIGHT (1945, Anthony Asquith)

FANNY BY GASLIGHT (1945, Anthony Asquith)

FANNY BY GASLIGHT (1945, Anthony Asquith) responde, plano por plano, y en el conjunto de su temática, a ese conjunto de producción inglesa predominante en las décadas de los cuarenta y cincuenta, de contexto victoriano y ecos nada velados al mundo de Dickens. Todo ello, aunque la propuesta emane de una novela Michael Sadleir, en la que se muestra esa visión de la sociedad victoriana inglesa, que la productora Gainsborough utilizó en buena parte de sus producciones, hasta el punto de erigirse como una de las tendencias más populares emanadas por una firma aún carente de ese estudio conjunto, que no cabe duda que deviene dificultoso, en la medida que buena parte de sus títulos no son, ni de lejos, de fácil acceso. De todos modos, aún formulando esta observación quizá sin el necesario fundamento, me da la impresión de que la producción de dicho estudio estaba marcada por un contexto de aspectos atractivos y determinadas limitaciones, en cuyas fronteras –supongo- se pueden intercalar buena parte de sus títulos. Entre sus logros, que duda cabe que hay que mencionar una capacidad para trasladar una atmósfera sobrecargada y creíble en su expresión literaria. Con estas películas uno adquiere esa noción tan esquiva, como es la de presenciar una adecuada recreación visual de un referente literario de época.

En el film de Anthony Asquith ello se manifiesta desde el primer momento, con el contraste que se brinda entre el mundo impecable de esa familia en su apariencia revestida por lo que entonces se entendía como normal. Muy pronto advertiremos la fragilidad de tal enunciado, ya que la protagonista de niña comprobará como en la parte inferior de su casa se encuentra un establecimiento llamado The Shadows, destinado al disfrute libertino de hombres acomodados, en el que trabaja como ayudante el que en teoría es su padre –William Hopwood (John Laurie)-. Mediante esos magníficos movimientos de grúa –uno de los elementos más brillantes de la función, seña de estilo del realizador-, el espectador contemplará del mismo modo que la pequeña protagonista y de Lucy, ese submundo de degradación que muy pronto le acompañará en su andadura vital desde joven. Ese alcance folletinesco, habitual en este modelo de melodrama que con tanta fidelidad puso en práctica esta productora, se acrecentará cuando conozcamos que William no es su padre, incorporando con ello otro elemento de puritanismo en su argumento… el hecho de que nuestra protagonista sea la hija secreta de un conocido político londinense –Clive Seymour (Stuart Lindsell)-, en una relación que mantuvo con su madre poco antes de casarse con Hopwood. Seymour es un hombre provisto de una gran proyección social, con la mala suerte de estar casado con una mujer arrogante y materialista, que le es infiel con el malvado Lord Manderstoke (James Mason). La ya juvenil Fanny (convertida en la actriz Phyllis Calvert, que realiza un trabajo lleno de sensibilidad), ya lo había conocido de pequeña, cuando este provocó la muerte de su falso padre, sin percibir que su égida le acompañará como una siniestra sombra en su inestable andadura existencial.

Lo cierto y verdad es que el film de Asquith no reserva muchas sorpresas en ese recorrido repleto de malos malísimos –el rol encarnado con fuerza por Mason-, de buenos y justos –el abogado Harry Somesford, encarnado con carisma por un jovencísimo Stewart Granger-, introduciendo en su seno unas gotitas de reivindicación feminista –esa conciencia que poco a poco irá adquiriendo su protagonista, y que manifestará con fuerza en su episodio final, revelándose con convicción ante la hermana de Harry, interpretada por una exquisita Cathleen Nesbith-, al tiempo que introduciendo no pocos toques folletinescos en detrimento de un tratamiento cinematográfico más depurado y elaborado. No por ello vamos a despreciar lo logrado por Asquith. Sin duda, nos encontramos con un realizador inquieto, destilando en todo momento una capacidad para trabajar visualmente su argumento a través de la cámara. Ello se manifiesta en el manejo diestro de la grúa –que se manifestará en los primeros compases del film, descritos en un plano secuencia de cierta complejidad-, en la casi constante movilidad de la cámara, o en episodios que destacan por su fuerza expresiva. Con ello me refiero sobre todo al que describe el duelo a pistola entre Manderstoke y Somesford –provisto de una ambientación neblinosa y tensión interna admirable-, o el que concluirá la función, descrito en un angosto hospital parisino, donde Fanny se enfrentará al rigor manifestado por la hermana de su amado abogado, mostrando una decidida fortaleza a la hora de asentarse en la seguridad del amor sincero y sin clases que ambos se profesan. Esa voluntad de trasladar a la imagen la necesaria tensión que emana de su trazado argumental, se manifiesta en detalles como la utilización de los espejos a la hora de mostrar el derrumbamiento ante una esposa casquivana y cruel que no dudará en someterlo a sus deseos.

Entre el esmero ofrecido a una dirección artística que se convierte –como en tantas otras películas inglesas- en un personaje más del film, esa capacidad para mostrar el puritanismo de una sociedad que se divide casi de forma física en sendos mundos paralelos pero de difícil incardinación, FANNY BY GASLIGHT se degusta con cierto placer. El de provenir de un hombre de cine que intenta en todo momento expresarse a través de la imagen, en su capacidad de extraer un notable resultado del valioso equipo técnico y artístico que se encuentra a su mando –destacar especialmente la fotografía llena de contrastes del posterior realizador Arthur Crabtree-, pero al mismo tiempo incapaz de trascender el material de base por medio de una mayor densidad en su trazado -algo que sí lograría el David Lean de GREAT EXPECTATIONS (Cadenas rotas, 1946) o la posterior MADELEINE (1950)-. Es la diferencia que ofrece el director competente, en ocasiones inspirado, del cineasta en el que se atisba un grado de inspiración que ya en este sendero de su obra cabría insertar entre lo más logrado de la misma.

Destaquemos para finalizar la presencia de Wilfrid Lawson, un actor desconocido por el gran público, pero una auténtica institución en la profesión británica, encarnando al amigo obrero de la familia de la protagonista.

Calificación: 2’5

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