THE BROWNING VERSION (1951, Anthony Asquith) [La versión Browning]
A grandes rasgos, THE BROWNING VERSION (1951), expone la catarsis emocional e incluso existencial, de un hombre culto y al mismo tiempo incapaz de salir de ese caparazón de frialdad en el que parece haber desarrollado su vida. Un caparazón en el que, probablemente se encuentran motivos de insatisfacción emocional e incluso sexual en torno a las relaciones con su esposa, pero en la que influye del mismo modo, el opresivo ámbito universitario en el que durante años ha ido desarrollando su vocación, provocando en ella el rechazo de sus alumnos.
Película mítica en su país de origen, Inglaterra, aunque nunca estrenada comercialmente en nuestro país, lo cierto es que nos encontramos con un título extraordinario, con bastante probabilidad la cima del talento -quizá compartido con la silente y lamentablemente olvidada THE ENCHANTED COTTAGE (1929)- de un cineasta atractivo, aunque en contadas ocasiones brillante, como fue Anthony Asquith. En esta ocasión, su colaboración junto al dramaturgo Terence Rattigan –me gustaría haber visto la previa THE WINSLOW BOY (1948)- proporcionó el retrato áspero, desencantado y deprimente, de las últimas horas del veterano Andrew Crocker-Harris (en una eminente composición de Michael Redgrave, en donde la contención aparece como su principal rasgo expresivo, y que resulta imprescindible contemplar en versión original para apreciar los matices de su casi siempre temblorosa voz, por la que casi parecen escaparse las emociones que su rostro rechaza expresar), como profesor de lenguas clásicas en una universidad británica. Aquejado de una dolencia cardiaca, y sobrellevando una crisis de pareja con su adusta y atractiva esposa –Millie (Jean Kent)-, con la que se acrecientan los desprecios que esta le proporciona y que mantiene una relación adultera con Frank Hunter (Nigel Patrick), profesor de química del centro. Las tensiones se acrecentarán en pocas horas, cuando Andrew descubra de manos de quien va a ser sus sustituto –Gilbert (Ronald Howard)-, que en las paredes de la universidad, se le venido llamando “el Himmler del quinto curso”, o que el rector –Frobisher (Wilfrid Hyde-White)- le anuncie que se le ha denegado una pensión recibida, y al mismo tiempo le pida que renuncie a culminar la ceremonia de clausura del curso, en beneficio de un joven profesor que tiene que abandonar la docencia para dedicarse a su exitosa carrera deportiva.
Lo que convierte a THE BROWNING VERSION en una película espléndida, es la asombrosa gradación que Asquith pone en práctica en las distintas capas de aporte dramático que proporciona el material de Rattigan, extrayendo de ellas una creciente densidad psicológica. Una extraña y oscura telaraña que va envolviendo cualquier gesto, cualquier mirada, ¡cualquier diálogo!... El recorrido de sus imágenes nos va insertando en una sensación sombría y casi desoladora, pero siempre asumiendo la premisa de una contención narrativa y colectiva por parte de todos y cada uno de sus personajes. Seres capaces de escupir veneno en un simple diálogo, pero todo ello envuelto en la conocida flema británica. Ello, sin duda, ha sido un calvo de cultivo propicio para que nuestro protagonista nunca haya exteriorizado sus emociones, y se haya mantenido siempre frío, exponiendo y educando a sus alumnos en los firmes principios de la cultura clásica. Nunca sabremos a ciencia cierta las causas finales del comportamiento introvertido y frío de Crocker-Harris, pero lo que resulta evidente es que el mismo en modo alguno puede censurarse, dentro de un entorno donde la hipocresía y la falta de consideración campa por sus respetos. Es algo que en el cine inglés, uno no encontrará plasmado de nuevo con tanta contundencia hasta en la excelente propuesta fantastique NIGHT OF THE EAGLE (1962. Sidney Hayers). Esa sensación de un colectivo de profesores y esposas que conviven en torno al centro, solo delimitado por rituales de cenas y juegos, entre los que se destilan venenosos comentarios, envidias hacia sus compañeros y un nada oculto propósito de medrar. Será un ámbito que poco a poco irá adquiriendo más protagonismo en la película, centrada fundamentalmente en secuencias de interiores, donde su alcance sombrío caracterizará las imágenes en blanco y negro de Desmond Dickinson descritas entre viejos mobiliarios, sombras, espejos e incluso arcadas, prolongando una extraña sensación de decadencia y rodeando con ello a un personaje como el profesor, a quienes mucho –incluso él mismo- se considera un muerto en vida. Es por ello que en su discurrir, por momentos tenemos la sensación de adentrarnos en un universo sombrío, lleno de claroscuros, con espejos que reflejan la realidad de comportamientos falsos, y los poco estimulantes comportamientos de un alumnado que, en definitiva, solo parecen preludiar ser dignos seguidores de los vicios y costumbres de sus progenitores.
Entre ellos habrá una sensible excepción. Se trata del joven Taplow (Brian Smith). Se trata de un muchacho que, al haber tenido ocasión de compartir clases particulares con este, ha logrado empatizar de manera natural con el profesor pese a que este no deje de manifestar su habitual frialdad. Será el joven y despierto alumno el que, sin pretenderlo, levante la roncha de insensibilidad del infranqueable profesor. Y ello tendrá el punto de inflexión en una secuencia conmovedora, estremecedora, no solo la más hermosa de la película, sino que no dudaría en destacarla entre las más hondas del cine inglés de los cincuenta. Este acude al domicilio de Andrew de manera inesperada y le regala la edición de un viejo libro con la adaptación en verso del Agamenón por parte del poeta Robert Browning. Crocker-Harris intenta reprimir la emoción que le produce el detalle del muchacho, quien además le ha escrito una dedicatoria en latín. La cámara aparecerá inmóvil mientras que el profesor, con una emoción que apenas puede contener, se mostrará de espaldas al encuadre –excepcional Redgrave-, hasta que esta se desplaza pudorosamente para contemplar su rostro bañado, por unos instantes, en lágrimas. Será el punto de inflexión para la definitiva comprensión del fracaso vital que hasta entonces ha asumido, al tiempo que la modificación por parte de Hunter de su valoración personal. Sobre todo, cuando su esposa lo humille de forma cruel al minusvalorar el sincero homenaje de Taplow. Ello provocará el definitivo rechazo por parte de Hunter hacia ella, inclinándose sin embargo hacia un acercamiento a su esposo, que en estas secuencias le revelará que era consciente del adulterio de Millie, y dejará caer en sus confesiones hacia el joven profesor, lo que algunos comentaristas han intentado vislumbrar, en torno a una supuesta no reconocida homosexualidad, aunque quizá me inclinaría a pensar en una impotencia por parte de este. Es probable que la reconocida homosexualidad de Asquith y Rattigan quizá avalara el primero de dichos enunciados.
Película de encuadres discretos y al mismo tiempo opresivos, ayudada por una carencia de banda sonora que hace que sus diálogos y reflexiones se claven en ocasiones como cuchillos, aparece engrandecida en unas secuencias ‘a dos’ de marcado carácter confesional, en donde Asquith sabe someter a sus actores a un estado de dureza emocional. Adornada por oportunos detalles, como la aparición de la traducción en verso que Andrew dejara a medio hacer cuando comenzó su docencia, y que tras el consejo de Taplow, quizá retome una vez liberado de una opresión existencial que casi llega a mostrarse física en la pantalla, THE BROWNING VERSION culminará con la extraordinaria secuencia en la que el profesor pedirá disculpas a su alumnado por no haber puesto en práctica la necesaria humanidad en su tarea, recibiendo a cambio una inesperada y cerrada ovación que ni el mezquino rector podrá coartar. Tras ello, veremos a Andrew en el exterior del campus acompañado de música clásica como fondo sonoro, en apariencia rejuvenecido y quizá con un atisbo de felicidad en su interior, una vez se ha librado también de su mujer. En realidad, en apenas unas horas, el maravilloso film de Anthony Asquith nos describe con tanta sutileza como hondura dramática y psicológica el proceso de un hombre para, sencillamente, encontrarse a sí mismo.
Más de cuatro décadas después, THE BROWNING VERSION vivió un interesante remake dirigido por Mike Figgis y protagonizado por el siempre maravilloso Albert Finney, que actualizaba el ámbito docente del protagonista. Sin embargo, en modo alguno pudo emular la grandeza de una película tan viva, dolorosa y sentida, como esta cumbre del cine inglés de su tiempo.
Calificación: 4
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