UN BELLISSIMO NOVEMBRE (1969, Mauro Bolognini) [Un bellisimo noviembre]
Después de firmar en la primera mitad de los sesenta, una serie de notables títulos -quizá en su tiempo no suficientemente valorados-, que deberían situar su nombre a una altura más notable de la que la historiografía fílmica le concedió, dentro del cine italiano de su tiempo, Mauro Bolognini se insertó en una de las modas más populares y prescindibles de aquel tiempo; el cine de episodios. Como realizador que asumió en su cine, de las corrientes generadas en la Italia de aquel tiempo, a partir de finales de los citados sesenta, no pudo o no quiso, o quedó hechizado desde el principio, de una de las más nefastas que surgieron en aquel tiempo. Se trata de ese drama con ligeros ribetes eróticos, disimulado bajo ciertos ropajes críticos, y dominado por una realización -decir puesta en escena, sería faltar a la verdad-, dominada por preciosismos visuales -flous, ralentis- y otras debilidades narrativas de enorme caducidad ya en el momento de su aplicación -el recurso al zoom y el teleobjetivo-. Punto por punto, ello se cumplirá en la mediocre UN BELLISSIMO NOVEMBRE (1969), carente de estreno en su momento en nuestro país, para un franquismo que ya había abierto sus fronteras al turismo, pero para el que quizá mostrar a una sexualmente deseable Gina Lollobrigida, iniciando en el sexo a su sobrino, menor de edad, podía resultar demasiado atrevida.
La película se inicia, describiendo el marzo festivo y barroco de la celebración del día de los muertos en una gran ciudad siciliana, mostrando el fervor católico de la población, y presentando al protagonista del relato; el joven Nino (Paolo Turco), un chaval sensible y delicuescente, de 17 años que, desde el primer momento, se nos muestra como alguien que no logra encajar en el contexto social acomodado del que forma parte. Será a principio de noviembre cuando, junto a su familia, se incorpore a unas fechas vacacionales, en la vieja casona que todos ellos poseen en el campo. Un marco en el que se expandirá una fauna humana de lo más variopinto y pintoresco. Hombres y mujeres, entre los que predominará el arribismo, una enfermiza conciencia de familia, y una casi abierta apuesta por las infidelidades, incluso entre su propio contexto familiar.
En esa vetusta dependencia, y dentro de sus amplios exteriores rurales, Nino irá comprobando, desde su mirada sensible, su inadaptación a un marco familiar del que parece sentirse ajeno -un detalle nada baladí en ello, será su aspecto e indumentaria divergente, más delicado-. Sin embargo, ese elemento de oposición, cobrará un nuevo perfil cuando llegue su tía Bettina (Lollobrigida), hermana de su madre, con la que tiempo atrás ya empezó a forjar una pasión extraña e incipiente. Algo que reiniciará desde el primer momento esa pulsión de adolescente a punto de aflorar, volviendo a aflorar una relación que devendrá enfermiza hacia esta quien, en un momento dado, sucumbirá a la delicadeza del muchacho. Lo que no supondrá para ella más que un afectuoso desahogo, será tomado por Nino con sentimiento posesivo, acrecentado por los coqueteos de Bettina con el joven y apuesto Sasà (André Lawrence), perteneciente a una pudiente familia de la zona, compañero de negocios de su marido, tolerando este último las infidelidades de su esposa, al objeto de contar con el dinero de este, y siguiendo con esa máxima de hipócrita tolerancia, mantenida en el forno familiar.
Como se puede detectar por este enunciado, de entrada, la mirada crítica de UN BELLISSIMO NOVEMBRE, no solo resulta atractiva descrita en sí misma, sino que conecta de manera decidida, con el magma temático que forjaron los mejores títulos de su director, todos ellos centrados es su visión demoledora de las estructuras familiares de su tiempo. Es por ello que, de entrada, este argumento de la novela de Ercole Patti podía, de entrada, proporcionar un nexo de unión, ligándolo a los mejores títulos de su andadura. Vana esperanza, más allá de esas primeras imágenes, de claro alcance documental, muy pronto nos introducimos en una afectada y plana disposición de secuencias, donde la casi total ausencia de puesta en escena, queda sustituida por una casi obsesiva utilización del reencuadre en zoom, impidiendo la necesaria consistencia dramática a un conjunto, que en muy poco tiempo aparecería como un auténtico subgénero -el de romances de adultos con jóvenes adolescentes-, que se extendió por la práctica totalidad de cinematografías.
Una buena dirección artística y una evidente autenticidad en la ambientación, al tiempo que vislumbres de una cierta autenticidad, cuando la cámara deja de engañarse a sí misma con esa vaciedad esteticista proporcionada por el eso del teleobjetivo, y mira cara a cara a sus personajes, despojándolos del estereotipo, el lugar común, es cuando UN BELLISSIMO NOVEMBRE, atisba esa capacidad de penetración social y dramática que, por desgracia, se ausenta en la mayor parte de su metraje.
Es cierto que la secuencia final, cínica y transgresora, y rodada además de manera más clásica que el resto del metraje, supone una conclusión que rompe al alza la misma. Sin embargo, ello no es, en modo alguno, suficiente, para poder olvidar la caducidad de las fórmulas narrativas de la película, la evidente querencia comercial de la misma, su melifluo erotismo, los unánimemente horribles flashbacks que se alternan, evocando recuerdos del pasado de Nino, o lo inane de la supuesta catarsis iniciada en el episodio de la cacería. Unamos a ello la detestable banda sonora de Morricone, empeñado en experimentar con una partitura cercana al género de terror, conforman un título francamente mediocre, en un ámbito en el que, no obstante, años después, Bolognini alcanzó años después, un resultado bastante más estimable -aunque demasiado sobreestimado en su momento-, con L’HEREDITÀ FERRAMONTI (La herencia Ferramonti, 1976).
Calificación: 1’5
2 comentarios
Juan Carlos Vizcaíno -
Rafael Marí Sancho -