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CINEMA DE PERRA GORDA

THE BIG LAND (1957, Gordon Douglas)

THE BIG LAND (1957, Gordon Douglas)

Gordon Douglas rueda, para la Warner -y al amparo de la Jaguar, la productora de Alan Ladd, su protagonista, a quien ya había dirigido en ocasiones precedentes-, uno de sus estudios predilectos, THE BIG LAND (1957), en un periodo de especial relevancia, dentro de su implicación en el western, que en aquellos años se encuentra viviendo el cénit de su andadura. Es curioso señalarlo, pero no pocos de dichos exponentes, ni se estrenaron en su momento en nuestro país, ni han sido redescubiertos con posterioridad. Me refiero, a propuestas tan atractivas como THE FIEND WHO WALKED THE WEST (1958) o la posterior GOLD OF THE SEVEN SAINTS (1961) que, junto a las más conocidas, e igualmente interesantes YELOWSTONE KELLY (Emboscada, 1959) -lamento no haber podido visionar hasta el momento FORT DOBBS (Quince balas, 1958)-, conforman un aporte de notable interés, dentro de aquel periodo dorado del género.

THE BIG LAND centra su argumento, en el intento de un colectivo de pobladores, por afianzar su posición y dar vida a su futuro, mediante la configuración y su estabilidad al crear una población. Nos encontramos en un periodo aún lleno de heridas, tras la conclusión de la guerra civil norteamericana. La película traza una muy breve síntesis de esas tensiones aún evidentes entre la población, cosida entre alfileres, presentándonos a un ranchero de Kansas -Chad Morgan (Ladd)-, con un pasado muy cercano a sus espaldas, marcado en dicha contienda. Desde el primer momento le atisbaremos cualidades de líder, habiendo conseguido que varios de sus compañeros le acompañen en ese penoso traslado del ganado, al objeto de alcanzar en su venta deseados beneficios, que aseguren su futuro. Sin embargo, a la llegada del destino, se toparán con el siniestro Brog (Anthony Caruso), quien se aprovechará de la situación de debilidad de los rancheros, comprándoles las enjutas reses, castigadas por el largo traslado, a un precio mucho más bajo del previsto por ellos. Además, será el primero que aludirá al pasado sudista de Morgan, provocando una violenta situación, que supondrá para este, la primera piedra de toque para asumir en su futuro el peso de un pasado traumático. Ello proporcionará el rechazo de sus compañeros, pero también el encuentro, y la salvación de un intento de linchamiento, de Joe Jagger (Edmond O’Brien), un fracasado arquitecto, dominado por el alcoholismo. Tras la huida de ambos, y el logro del segundo de huir de su terrible dependencia de la bebida, ambos llegarán a una granja, comandada por el veterano Sven Johnson (John Qualen). Además de ser acogidos con calidez, los recién llegados pronto vislumbrarán la situación y las posibilidades de la zona, hasta ese momento albergando como único sustento los cultivos de trigo, pero a donde la llegada del ferrocarril, permitiría la construcción de una ciudad y, con ello, el progreso. Para ello, se unirá la intuición de Morgan, y las capacidades técnicas de Jagger, logrando por un lado la colaboración activa de los habitantes de la zona y, por otro, la implicación activa del responsable de la firma de ferrocarriles -Don Draper (Tom Castle)- que, manera casual, se encuentra prometido con la hermana de Jagger -Helen (Virginia Mayo)-. El encuentro de los dos compañeros, retornando a la ciudad, y conversando con el representante ferroviario, tendrá un efecto colateral; la inevitable relación que se establecerá entre Morgan y Helen.

Así pues, el argumento de THE BIG LAND se bifurcará en torno a la construcción de esa nueva ciudad, la llegada del progreso a la misma y a sus moradores. Los esfuerzos de Morgan por recuperar su puesto de ranchero -y la amistad- entre sus viejos compañeros, los deseos de Jagger de realizarse como persona, culminando por vez primera uno de sus proyectos como arquitecto, el inevitable acercamiento que se establecerá entre Helen y el protagonista y, como no podía ser de otra manera, los intentos de boicotear la consolidación de la nueva población, como destino de venta de ganado, por parte de Brog, lo cual le haría perder su amenazadora posición, para comprar el mismo a precios casi irrelevantes.

Desde sus primeros fotogramas, se percibe en THE BIG LANG, el aroma de un género en su mejor momento. Y lo hace en una película que, pese a su notable interés, no puede situarse entre la cima del mismo, lo cual no invalida su interés. Lo que sucede es que nos encontramos ante un relato, que funciona muy bien, cuando su foco de atención se centra en la plasmación de las emociones y sentimientos de sus personajes. Pero bajo mi punto de vista, asume no pocas vacilaciones y desequilibrios, cuando centra su mirada en esa llegada del progreso colectiva, al tiempo que asume no pocos maniqueísmos, a la hora de hacer entrar y salir de escena al rol de Brog, que en ningún momento adquiere la más mínima densidad en su personaje. Es por ello, que este último aparece, únicamente, para conducir el relato, al destino de enfrentamiento que facilite su conclusión. Por otra parte, el film de Douglas acusa no pocos momentos dominados por lo abrupto, en donde elementos que deberían ser expuestos con mayor metraje, son despachados casi de un plumazo. Ello tendrá una especial relevancia en el bloque narrativo del proceso de construcción de la ciudad, en especial, desde el incendio de la misma por parte de los esbirros de Brog, hasta que, casi de inmediato, esta es inaugurada, con la propia presencia del ferrocarril, que aparecerá en la misma, casi como por arte de magia.

Por ello, nos detendremos en lo que de bueno nos proporciona el film de Douglas, capaz de articular lo mejor, lo más auténtico de su metraje, en el juego que proporcionan las miradas y los gestos de los actores -todo lo que se describe en el interior de la cabaña de Johnson, revestido de un gran sentimiento de sinceridad y serenidad-. O la manera con la que Douglas plasma el primer contacto con Helen, y el tácito flechazo entre ambos, mientras ella canta en el saloon. Ello tendrá un maravilloso punto de inflexión en la espléndida secuencia en la que ambos se encuentran delimitando en el campo, la planificación de la ciudad, plasmándose de manera muy telúrica la pasión que ambos albergan, y asumiendo desde la distancia el prometido de esta, que en el corazón de Helen se encuentra muy dentro la atracción por el ranchero. La temperatura emocional que se transmite en la secuencia, en su tempo, en su montaje, suponen uno de los instantes más hermosos de la película. Como lo proporciona ese reencuentro de Chad con sus viejos amigos rancheros, ante la hoguera entre la noche, peleándose con el que se encuentra más receloso por su actitud pasada con ellos, hasta que, en un primer plano, este le brinde, con sinceridad y autentico sentido de la amistad, de nuevo su apoyo.

Esa capacidad de generar sentimientos, tendrá su cenit, en los últimos minutos de la película, una vez Morgan retorne a la población con el ganado y sus compañeros, atenazado por la presencia del ataúd y el cuerpo de Jagger. La presencia del mismo, contribuirá a tensionar y acercarnos a la inevitable catarsis, de una película dominada por la serenidad, en la que Alan Ladd buscó ciertos ecos de su rol más recordado -SHANE (Raíces profundas, 1953. George Stevens)-, y que demostraba el buen pulso de un Gordon Douglas, en el mejor periodo de su dilatada carrera.

Calificación: 3

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