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CINEMA DE PERRA GORDA

RIO CONCHOS (1964, Gordon Douglas) Río Conchos

RIO CONCHOS (1964, Gordon Douglas) Río Conchos

Pululando entre los realizadores más reconocidos emergidos al cine norteamericano en las postrimerías de la II Guerra Mundisl, se encuentra la figura del versátil, irregular y generalmente estimulante Gordon Douglas (1907 – 1993). Situando su aportación digamos un paso por detrás de nombres de primera fila –aunque jamás considerados maestros- como pudieron ser Henry Hathaway, la obra de Douglas podría parangonarse junto a la de nombres como el de John Farrow –merecedor aún de una mirada más aguda sobre su obra-, Robert Parrish, Phil Karlson o tantos otros. Es decir, dentro de un conjunto de realizadores que se implicaron en las diversas vertientes del cine de género, logrando en no pocas ocasiones títulos interesantes e incluso magníficos. El caso de Douglas aporta además la singularidad de su aprecio en la década de los sesenta por parte de un determinado sector de la crítica, que valoró –quizá en ocasiones con exceso- la aportación brindada por este desde finales de la década de los cincuenta, hasta bien entrada la de los sesenta. Es evidente que en ese periodo nos encontramos con estupendas películas firmadas por Douglas en géneros como el western. el policíaco o incluso el melodrama –la comedia sería la vertiente en la que nuestro hombre se mostró más parco en resultados-, pero también es cierto que en años precedentes ya había dado muestras de su vigor como cineasta, en títulos como THEM! (La humanidad en peligro, 1954) o THE IRON MISTRESS (La novia de acero, 1952). Todo ello nos llevaría a unas muy extensas consideraciones, sobre la valía que muchos realizadores de estas décadas trasladaron dentro de su apuesta por un tipo de cine popular, que al mismo tiempo les permitiera desarrollar sus capacidades como metteur in scene, desarrollando con facilidad sus carreras dentro de un sistema de producción que poco a poco iría desapareciendo. Aún reconociendo estas premisas, lo cierto es que en el seno de las mismas había profesionales más irregulares e impersonales, junto a otros más concienzudos y solventes. Douglas perteneció, por derecho propio, al segundo de los apartados.

 

Dicho esto, preciso es reconocer que dentro de su obra en la década de los sesenta, hay dos westerns que sobrellevan una mítica y reconocimiento de especial calado. Uno de ellos es RIO CONCHOS (1964) y el otro posterior –ya bastante tardío- sería CHUKA (1967). Revisado el primero de los títulos mencionados, y aún sin parecerme un film absolutamente redondo, cierto es que nos permite reencontrarnos ante una propuesta atractiva y, sobre todo, bastante insólita para el contexto en el que fue realizada, adelantando en buena medida diversos elementos y tendencias que poco tiempo después se irían adueñando del género –no siempre con el mismo grado de acierto-. Viendo el título que nos ocupa, es fácil de percibir que en la dureza y ambigüedad mostrada por sus personajes o en su sequedad, podemos anticipar la obra posterior de un Sam Peckimpah, o títulos más o menos celebrados como THE PROFESSIONALS (Los profesionales, 1966. Richard Brooks), THE STALKING MOON (La noche de los gigantes, 1968. Robert Mulligan) o ULZANA’S RAID (La venganza de Ulzana, 1972. Robert Aldrich). Esa sensación de abandonar cualquier floritura, de mostrar situaciones al mismo tiempo descargadas de dramatismo –entendido este por la apuesta por una determinada dramaturgia cinematográfica-, la ausencia de heroísmos o villanías más o menos estereotipadas, y la traslación al espectador de la dificultad que la actividad física de sus personajes ofrecía en el contexto duro y árido del Oeste, son rasgos que de manera rotunda destacan en un relato que se salta cualquier norma más o menos frecuentada en el western.

 

Un grupo de cuatro personas se embarcan en la búsqueda de un cargamento de armas incautado por un grupo de sudistas, que se encuentran unidos a los apaches. El cuarteto está formado por el capitán Haven (Stuart Whitman) y el sargento Franklin (Jim Brown), a los que forzosamente han de unir la presencia del veterano Jim Lassiter (Richard Boone) y el bandido Juan Luis Rodríguez (Anthony Franciosa). Lassiter es un enemigo acérrimo de los apaches, desde que estos torturaron y mataron a su familia. Por su parte, Rodríguez es un joven preocupado por su imagen, dotado de una especial simpatía, pero que lo único que ha hecho en su vida es robar y matar. Serán ambos, refuerzos absolutamente necesarios para lograr la recuperación de estas armas –que le fueron robadas a Haven-, en la medida que Lassiter conoce la procedencia del coronel Pardee (Edmund O’Brian), cabecilla de esos sudistas que amenazan el futuro de la confederación, imponiendo este la presencia de Rodríguez, al que ha conocido cuando se encontraba en prisión, librándole de una cercana condena a muerte. Serán ambos los  personajes más sugerentes de la película, y en los que cabe destacar la estupenda composición de un Anthony Franciosa en uno de sus mejores trabajos para la pantalla grande y, sobre todo, la descomunal presencia de un Richard Boone en estado de gracia –atención al momento en el que visita una cabaña asaltada por lo apaches, ayudando a morir de un disparo a una mujer que ha sido atacada, y luego contemplando el bebé herido que llora en la cuna-.

 

La especial significación que adquieren los que en teoría serían personajes “negativos”, supone sin duda uno de los aciertos en esta película, que tiene uno de sus más valiosos elementos de interés en esa progresiva ambigüedad que van mostrando sus principales caracteres, dejando entrever una extraña sensación de honestidad en sus actuaciones y relaciones. Será algo especialmente constatable en las acciones y compromisos adquiridos por el viejo detractor de los apaches, que de manera sorprendente irá mostrando un sentido del compromiso y la lealtad, proporcionando al relato un equilibrio y, sobre todo, una huída de cualquier maniqueísmo. Se trata de un factor que generalmente se ha aplaudido –con justicia- al film de Douglas, como es igualmente de destacar la fisicidad y autenticidad con que se muestra el recorrido –físico y también moral- que efectúa su colectivo humano. En este sentido, el realizador norteamericano pone en práctica una de sus cualidades cinematográficas más reconocidas, trasladando al espectador la terrosidad de sus imágenes –ayudado de manera muy poderosa por la excelente fotografía de Joe McDonald-. La fuerza del sol, la sequedad de los parajes, los colores rojizos de sus tierras y montañas, la suciedad de las huellas del carro desaparecido por los recovecos del pantano, la serenidad que desprenden las aguas del río que circundan nuestros protagonistas... son sensaciones que adquieren en RIO CONCHOS una importancia considerable, llegando a incorporarse a la película y adquiriendo un considerable protagonismo, al tiempo que facilitando su interacción con la evolución psicológica mostrada por sus protagonistas.

 

Es en ese contexto, ayudado por la fuerza de la banda sonora del entonces joven Jerry Goldsmith, con una escasa tendencia a posibles excesos y debilidades, logrando un notable equilibrio entre la inclinación a lo confesional, lo crepuscular y los matices humorísticos –centrados en el personaje encarnado por Franciosa-, lo cierto es que nos encontramos con un relato que quizá en algún cambio de secuencia revele una cierta brusquedad. De todos modos, cierto es que alcanza en su tramo final una notable temperatura, quizá por la especial potenciación de su tratamiento de la violencia –la secuencia de la tortura de Haven, Franklin y Lassiter-, o incluso por una rotunda apuesta de extraño telurismo, expresado en la insólita plasmación del campamento que comanda Pardee, que tiene como centro una mansión que se encuentra en obras, mostrando un escenario casi fantasmal. Son aspectos que contribuyen a consolidar la singularidad de una película, dominada por completo por la ambivalencia de ese Lassiter capaz de provocar con su cabalgue y con el fuego, la estampida que favorecerá una masacre contra los apaches y, con ello, salvar a sus compañeros, pero que finalmente se sacrificará vengando a quienes mataron a su familia y, con esa acción, admitir que en el mundo ya no hay lugar para seres como él.

 

Calificación: 3

4 comentarios

pablo lazcano nebreda -

Un western crepuscular, árido, seco, alucinante, en la linea de Peckimpah y cuyo comienzo con una galería de estrafalarios recuerda incluso a El bueno, el feo y el malo.
Introduce en el western al extraordinario Jim Brown (Cien rifles, El Condor ...parten de aquí) y con ello la figura del cine del oeste con protagonista negro que se dio bastante en los sesenta- setenta

David Breijo -

Magnífico western. De los mejores Douglas, sin duda. Menciono dos rarezas... la secuencia que narras de Boone, matando a la mujer que los indios han violado y brutalizado, fue censurada, a través del audio, en el doblaje de los años 60. Mi copia, grabada de un pase en la 2, en castellano, suprime los disparos, aparentando que la mujer ha muerto por su propia agonía. Lo de "ayudar a morir" no estaba bien visto.
El otro comenario sé que será más dificilmente compartible, y es nimio, además... siempre he pensado que el personae de O'Brien, su toque de gran malvado con un plan, encerrado en su base secreta, tiene algo de la influencia de los primeros Bond. Una especie de villano loco que quiere cambiar el mundo; un mundo pequeño, su mundo, pero mundo al fin y al cabo.

FATHER CAPRIO -

Hace pocos días comenté este film en mi blog y creo que coincidimos plenamente:

Excepcional el trabajo de Richard Boone. Gordon Douglas un director profesional a seguir revisando. Y muy acertadas las similitudes encontradas con el cine de Peckimpah aunque su Grupo Salvaje esté un escalón más allá en la línea de la violencia.

Saludos.

EL COBRA,CORNELLA,BARCELONA. -

ESTE WESTERN ES UNA OBRA MAESTRA APRENDE A HACER CINE AMENABAR.