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CINEMA DE PERRA GORDA

STAGE STRUCK (1958, Sidney Lumet) [Sed de triunfo]

STAGE STRUCK (1958, Sidney Lumet) [Sed de triunfo]

El mundo del teatro ha supuesto desde siempre, un motivo de especial inspiración a la hora de plantear sus conflictos, enfrentamientos y magia por medio de propuestas cinematográficas de mayor o menor calado. Títulos como ALL ABOUT EVE (Eva al desnudo, 1950. Joseph L. Mankiewicz), THE DRESSER (La sombra del actor, 1983. Peter Yates), TWENTIETH CENTURY (La comedia de la vida, 1934. Howard Hawks), STAGE DOOR (Damas del teatro, 1937. Gregory La Cava), OPENING NIGHT (1977. John Cassavetes), THE ENTERTAINER (El animador, 1960. Tony Richardson) son, entre otros muchos, algunos de los referentes más perdurables de un mundo temático propicio a miradas y tratamientos divergentes e incluso insólitos. Pero también –y es algo en buena medida inevitable-, era lógico que esa visión del mundo de la escena pudiera ser proclive a una mirada superficial y convencional al mismo tiempo, brindando al espectador un auténtico catálogo de estereotipos y lugares comunes.

 

Se trata, en definitiva, de lo que ofreció al aficionado de aquellos últimos años cincuenta STAGE STRUCK (1958) –jamás estrenada comercialmente en España, aunque lanzada recientemente en una lamentable edición de DVD, bajo el título de SED DE TRIUNFO-, rodada por Sidney Lumet tras su impactante debut en la gran pantalla con 12 ANGRY MEN (12 hombres sin piedad, 1957). Sorprende en primer lugar que el hoy justamente reconocido realizador norteamericano, se aviniese a realizar el remake de un título quizá en su momento popular y prestigioso –por su trabajo en el mismo, Katharine Hepburn recibió su primer Oscar a la mejor actriz-, pero que con el paso del tiempo ha quedado absolutamente envejecido en sus propuestas. Me estoy refiriendo a MORNING GLORY (Gloria de un día, 1933. Lowell Sherman), adaptación de una obra de Zoe Akins que en sí misma deviene una auténtica acumulación de clichés más o menos familiares en el mundo de la escena. Es algo que mostraba ya la apergaminada cinta de Sherman en los primeros años treinta, y que permanece, corregido y aumentado, en el dócil seguimiento que plantea Lumet en su película. Como quiera que mantengo un recuerdo más o menos cercano de dicha referencia, he de señalar que el respetado realizador de THE PRINCE OF THE CITY (El príncipe de la ciudad, 1982) toma el lejano título de Sherman de una manera casi absoluta, hasta el punto de hacernos cuestionar que escasos motivos tenía a la hora de dar vida un remake tan fiel no solo en su planteamiento argumental, sino incluso en su plasmación fílmica. Es a partir de este estrecho margen de posibilidades, donde la endeblez de la película tiene su principal punto de partida en esa propia elección formal y dramática, siendo Lumet incapaz de insuflar de un interés suplementario la propuesta. En este sentido, la verdad es que STAGE STRUCK apenas propone la mirada –quizá en entonces más o menos atractiva- de ciertas secuencias rodadas en los mismos exteriores newyorkinos, que intentan con ello conciliar el espíritu de diferentes aspectos de la vida teatral de Broadway. Vana pretensión, puesto que una mirada de mucha mayor dureza, al tiempo que una infinita fuerza dramática visual, era planteada por Alexander Mackendrick pocos años antes con la excelente SMELL SWEET OF SUCCESS (Chantaje en Broadway, 1957). Con sinceridad, no creo que sustituir a Adolphe Menjou por Henry Fonda, o a Douglas Fairbanks Jr. por Christopher Plummer solucionara nada. Ni siquiera por actualizar el texto con referencias a Joshua Logan. Puede finalmente que la razón última de la película residiera en la posibilidad de ofrecer un personaje protagonista a la entonces pujante Susan Strasberg –hija del conocido responsable del Actor’s Studio-. Vana pretensión. No cabe duda que la actriz alcanza ciertos momentos en los que llega a convencer en su encarnación de esta muchacha noblemente ambiciosa en su pasión por el teatro. Sin embargo, bien sea por lo estereotipado personaje que le toca en suerte o por la propia técnica asumida por la intérprete, hay que reconocer que su interpretación confluye en un cúmulo de tics, a lo que quizá cabría unir un hecho tangible; el papel le viene ancho.

 

En cualquier caso, es un hecho bastante consensuado destacar STAGE STRUCK como uno de los títulos más prescindibles de los inquietos y un tanto irregulares –y poco difundidos- primeros pasos cinematográficos de Lumet. Esa acumulación de lugares comunes –la actriz y diva veterana, la ansiedad por las críticas, la intuición del productor, el amparo del actor veterano...-, se encuentra inserta en un contexto dramático de especial inocuidad, hasta tal punto que uno llega a añorar el menguadísimo interés del film de la R.K.O. –productora que en su periodo casi agónico produjo el título que nos ocupa-, ya que más allá del convencionalismo de su propuesta su tratamiento cinematográfico resulta bastante apagado. En definitiva, ese es el principal reproche que cabe formular a la labor por parte de realizador newyorkino, que se muestra incapaz de transgredir con su puesta en escena un material dramático de interés tan limitado. No sería, sin embargo, la única vez que a Lumet le sucediera tal cosa –pocos años después experimentaría una circunstancia similar en THE FUGITIVE KIND (Piel de serpiente, 1960).

 

Calificación: 1

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