THE MORNING AFTER (1986, Sidney Lumet) A la mañana siguiente
No se puede decir que THE MORNING AFTER (A la mañana siguiente, 1986) haya sido considerado jamás como un título de relieve dentro de la trayectoria de un realizador indudablemente destacable en el cine norteamericano de las últimas décadas, como es Sidney Lumet. Caracterizado desde el primer momento por una andadura tan sólida como irregular, lo cierto es que el título que nos ocupa es uno de los más denostados de cuantos realizó en la década de los ochenta. No seré yo quien enmiende la plana; THE MORNING… resulta en su conjunto un thriller que se resuelve por unos senderos más bien trillados y reconocibles. Resulta difícil en ellos intentar buscar algún atisbo de interés a un argumento que se desarrolla como una auténtica pesadilla para su protagonista y, por lógica, en muy poco puede prender la atención del aficionado a este tipo de películas, en las que el veteranísimo realizador logró previamente productos de mayor relevancia, plasmando en la década posterior todo un conjunto de títulos realmente envidiable, que se encuentran entre lo más valioso de su filmografía. Pese a todo ello, no puedo unirme a quienes destacan en esta película esa pérdida casi total de interés. Y es que, aún reconociendo todas sus insuficiencias, la película que comentamos se encuentra tan solo un poco por debajo de las que le preceden y le siguen en el orden de su filmografía –POWER (1986) y RUNING ON EMPTY (Un lugar en ninguna parte, 1988)-, quizá algo más interesantes en su conjunto, pero también provistas de un alcance discursivo no demasiado logrado, que en esta ocasión –y eso es algo que quizá no se supo ver en su momento- se encuentra soterrado en las imágenes de la terrible aventura sufrida por la actriz alcohólica y en decadencia que encarna Jane Fonda. La conocida intérprete encarna aquí a Alex Sternberger –modificada por su nombre artístico de Viveca-, una actriz ya cuarentona totalmente en decadencia, que se despierta contemplando a su lado el cadáver de un realizador de películas eróticas que ha sido apuñalada. Sin lograr acordarse de nada de lo sucedido, emprenderá una huída que le llevará hasta Turner Kendall (Jeff Bridges), un antiguo investigador policial descreído de la vida y alejado del servicio por un accidente que tuvo en el pasado en acción de servicio. Pese al mutuo recelo inicial, lo cierto es que poco a poco se establecerá una relación de afecto entre ellos, confesando Viveca a este la situación en la que se ha visto envuelta. Kendall decidirá ayudarla, confiando en el instinto que le lleva a considerarla inocente, y marcando esa intuición el inicio de una serie de pesquisas y aventuras que llevarán a la conclusión del relato.
Cierto es que a ese nivel, THE MORNING AFTER resulta un título insatisfactorio. Como título de intriga y suspense, carece de la garra necesaria –que sí se detecta, no obstante, en sus minutos iniciales-, y en donde el espectador muy pronto intuirá hacia donde se dirigen las sospechas –por más que estas finalmente deriven en un culpable paralelo-. En ese sentido, resaltará negativamente la torpe y apresurada resolución de la trama en sus compases finales, como si a Lumet y su equipo de guionistas parezca interesarles poco o nada el relato que han conducido hasta entonces. Es ahí donde, a mi juicio, se podría intuir su correcta valoración, y en donde se pueden encontrar los auténticos valores del mismo, a los que quizá quepa establecer un análisis para el que la distancia del paso del tiempo, permita lograr una apreciación más favorecedora de sus posibles cualidades. En este sentido, resulta a mi juicio evidente que THE MORNING… –además de rodarse como producto al servicio del lucimiento de una Jane Fonda, que realiza un trabajo bastante estimulante, y no deja de suponer más que otro exponente más de una corriente adoptada en aquella época, en la que se rodaban relatos de intriga al servicio de actrices que entraban en un periodo de madurez, como EXTREMITIES (La humillación, 1986. Robert M. Young)-, encubre en realidad una mirada nada complaciente proyectada sobre el lado oscuro de esa fábrica de sueños que simboliza el contexto de Hollywood. Experto cronista urbano, Lumet plantea de forma paralela a esta intriga formularia, una serie de imágenes que nos describen un Los Angeles lleno de lugares alienados y desérticos, de mansiones en las que viven actrices retiradas caracterizadas por los tonos kitsch de sus fachadas –adelantándose al irónico Tim Burton de EDWARD SCISSORHANDS (Eduardo Manostijeras, 1990)-, o la pintura de una sociedad que en el fondo disfruta de la pornografía y el culto al cuerpo, pero que revela un moralismo extremo al negarse a admitir dichos extremos –todo lo que comporta al personaje del director asesinado-. Un panorama vital en el que no se admite el fracaso –el personaje que encarna Bridges-, en el que los libros se venden a 25 centavos –en Los Angeles parece que no interese la lectura-, y en donde la discriminación hacia la figura del latino es ya incipiente –desde las iniciales manifestaciones despectivas de Kendall, hasta las circunstancias que rodearán y llevarán a la culpabilidad del personaje que encarna Raúl Julia-. Es en la confluencia de todos esos matices, mucho más jugosos de los que pudieran parecer inicialmente, en donde hay que saborear los elementos de interés de una película que, antes lo señalaba, tiene un inicio realmente efectivo, caracterizándose poco después por los contrastes que se establecen entre los lugares donde se produce el asesinato y vuelve a aparecer el cadáver, totalmente opuestos por exteriores llenos de luz y planos generales urbanos caracterizados por líneas horizontales llenas de impersonalidad. Si a ello unimos el rasgo entrañable y de segunda oportunidad que finalmente se brinda entre dos personajes que han fracasado en sus pretensiones vitales, se comprenderá mi relativa simpatía hacia un producto discreto y hasta insustancial en su intriga, pero que en su letra pequeña reserva elementos dignos de tenerse en cuenta, y en el que cabe consignar una general ausencia de elementos tremendistas –hay solo un par de momentos en esa línea- aunque, en su defecto, haya que lamentar una banda sonora demasiado eighties y de raíz televisiva.
Calificación: 2
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