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CINEMA DE PERRA GORDA

THE HALFWAY HOUSE (1944, Basil Dearden)

THE HALFWAY HOUSE (1944, Basil Dearden)

Es cierto que cuando Basil Dearden dirige THE HALFWAY HOUSE (1944), ya atesora a sus espaldas cuatro largometrajes. Entre ellos, la divertida comedia BLACK SHEEP OF WHITEHALL (1942) -codirigida por su propio protagonista, la estrella cómica inglesa Will Hay-. El título que comentamos, también cuenta con la abierta colaboración del brasileño Alberto Cavalcanti -que figura como productor asociado, aunque al parecer filmó algunas de sus secuencias-, incorporándose bajo la directa producción de Michael Balcon, en los primeros pasos de los Ealing Studios, demostrando que, en su seno, se insertaron numerosos títulos, que excedían -e incluso en muchas ocasiones superaban-, sus reconocidas comedias. Si por algo habría que destacar, esta adaptación de la obra teatral de Denis Ogden –The Peaceful Inn-, es probablemente -quizá haya algún referente más-, por abrir una veta en el estudio, a la hora de incorporar una cierta querencia por el fantastique, que se prolongaría en el cine de Dearden, con la inmediatamente posterior THEY CAME TO A CITY (1944) y, en el conjunto del estudio, con la paradigmática DEATH OF NIGHT (Al morir la noche, 1945), en donde Dearden se hará cargo de dos de sus episodios, y en la que encontraremos las firmas del ya señalado Cavalcanti, Robert Hamer o Charles Crichton.

Interesante vertiente que, salvo en el tercero de los títulos señalados, considero no se encuentra a la altura de las expectativas. No hace mucho tiempo, pude contemplar la citada THEY CAME TO A CITY, adaptación de una obra teatral de J. B. Priestley y, al mismo tiempo, no podía ocultar mi decepción, ante la que considero una de las más artificiosas obras, de un periodo dorado para Dearden. Comparada con ella, THE HALFWAY HOUSE gana en intensidad, estando conectada con unas determinadas corrientes del cine fantástico, que ondeaban una mirada más o menos cercana al hecho de la muerte. Es más, incluso dicho planteamiento, puede decirse que anima en esta película, de manera bastante singular. Y es que, al contrario de otros títulos -pienso en la norteamericana y coetánea BETWEEN TWO WORLDS (Entre dos mundos, 1944. Edward A. Blatt)-, en este caso, no se plantea un relato, articulando la presencia de una serie de personajes, encaminados ante la entrada en el mundo de ultratumba. En su oposición, la película se articula como una mirada reflexiva, en torno a una serie de seres, para las cuales el encuentro con esta extraña vivienda rural, que parece haberse detenido en el tiempo, supondrá un antes y un después, para el futuro de sus vidas. El primer tramo del film de Dearden se articula, por consiguiente, en la presentación de la coralidad de su historia. Por un lado, un joven y prestigioso director de orquesta David Davies (Esmond Knight), en las puertas de la muerte, y al cual solo le puede salvar un retiro en su vocación. También se encuentra el veterano matrimonio, formado por el capitán Harry Meadows (Tom Walls), y su esposa Alice (Françoise Rosay), bajo cuya sombra planea la muerte del hijo en ambos en pleno frente de guerra. Nos encontramos asimismo, con un matrimonio en las puertas de su divorcio -Richard (Richard Bird) y Jill French (Valerie White)-, algo en lo que su traviesa hija -Joanna-, intenta contrarrestar, haciendo que, sin ellos saberlo, los dos padres acudan por separado al mismo hospedaje. Contemplaremos igualmente una joven pareja de novios -Terence (Pat McGrath) y Margaret (Philippa Hiatt)-, él irlandés, y a punto de atender una oferta, para incorporarse en Alemania, ya que su país se ha declarado neutral en la contienda mundial. Del mismo modo, se nos describirá al ya veterano estraperlista Oakley (Alfred Dayton), o al capitán Fortescue (Guy Middleton), que acaba de salir de presión, por un delito que asegura no haber cometido. La incidencia, problemática e incluso el enfrentamiento de personajes, formalizarán un primer tramo que, a mi modo de ver, se dilata demasiado en el tiempo, revelando también la desigualdad en la importancia de todos ellos. Es cierto, que el comienzo en la figura del célebre director de orquesta, nos introducirá en el contexto atormentado de un hombre, al que le cuesta digerir su cercanía a la muerte, que le diagnostica su médico de cabecera. Sin embargo, esa especie de ronde, pronto revelará la inconsistencia de algunos de ellos, de los que cabría excluir el drama vivido por los Meadows.

Es por ello, que cuando todos acuden, sin saber que los vamos a encontrar en el mismo emplazamiento, la película parece ‘respirar’ un poco, aunque se haya consumido ya un tercio de su metraje. Será una reunión con los dos únicos habitantes de la mansión rural, comandada por Rhys (Mervyn Johns), y su hija Gwyneth (Glynis Johns, ambos padre e hijas en la vida real). Todo aparecerá revestido de agradable normalidad, pero la cámara de Dearden irá insertando detalles, que apelan a lo inquietantes de estas dos presencias. Rhys aparecerá y desaparecerá en ocasiones, como un fantasma, o se producirá el deambular de su hija por el campo, evidenciándose que no deja sombra pese a la presencia del sol. Una serie de augurios de índole sobrenatural, a los que cabrá añadir, esos inquietantes detalles que, de manera creciente, harán retroceder el entorno a un año atrás, cuando vivieron un bombardeo nazi que pudo con la vida de los dos moradores del mismo. En este compendio, como su apareciera como un precedente bélico y sombrío de ‘El valle del arco iris’, se describe esta película irregular pero apreciable, que poco a poco irá acrecentando su interés y densidad, sobre todo al saber articular esa aura fantastique, asumiendo como objetivo fundamental de su propuesta dramática; el hecho de que la estancia de sus personajes, haya servido para el futuro de todos y cada uno de ellos, pudiendo asumir el futuro de sus existencias, e incluso en aquellas relaciones que han llegado hasta ese momento, deterioradas y puestas en entredicho.

Todo ello, irá dado de la mano en la coralidad de la historia. En la interacción de todos sus personajes -esa peligrosa situación, vivida por la molesta hija de los French, junto al veterano Meadows; la frustrada sesión espiritista, que oscila en su desarrollo, entre la incredulidad, la esperanza, y un cierto tono de comedia-, THE HALFWAY HOUSE irá dejando un extraño poso. Una cierta aura de morality play, que alcanza en mi opinión su temperatura más alta, en secuencias como aquella, de carácter confesional, en la que David y Gwyneth, transmiten su cercanía con el mundo del más allá, aceptando el primero la inminencia de su muerte. O el dramatismo que alcanzarán las imágenes, que describirán la reiteración del bombardeo, en donde la tensión, la fisicidad, y su encuentro con lo numinoso, adquiere una considerable fuerza. Tras dicha catarsis, todos sus personajes encontrarán un nuevo camino a sus vidas. El joven irlandés que no veía con recelo a los alemanes, adquirirá una perspectiva reveladora sobre el peligro nazi. El matrimonio al borde del divorcio, iniciará un nuevo camino junto. Los veteranos Meadows, habrán exorcizado aquello que los mantenía totalmente separados, encarando su madurez con un nuevo destello de amor.

Limitada por ese tercio inicial, que impide una más profunda empatía con sus personajes, THE HALFWAY HOUSE aparece quizá excesivamente deudora de su ascendente teatral. Sin embargo, dentro de humildad, permite ofrecer una curiosa mirada sobre los claroscuros de la condición humana, rodada además en plena II Guerra Mundial, con el elemento de inmediatez que ello podría proporcionar a su enunciado.

Calificación: 2’5

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