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CINEMA DE PERRA GORDA

DAVID COPPERFIELD (THE PERSONAL HISTORY, ADVENTURES, EXPERIENCE & OBSERVATION OF DAVID COPPERFIELD THE YOUNGER) (1935, George Cukor) David Copperfield

DAVID COPPERFIELD (THE PERSONAL HISTORY, ADVENTURES, EXPERIENCE & OBSERVATION OF DAVID COPPERFIELD THE YOUNGER) (1935, George Cukor) David Copperfield

Podríamos decir sin temor a equivocarnos, que DAVID COPPERFIELD (THE PERSONAL HISTORY, ADVENTURES, EXPERIENCE & OBSERVATION OF DAVID COPPERFIELD THE YOUNGER) (David Copperfield, 1935. George Cukor), supone una de las primeras grandes producciones que David O’Selznick auspició en la década de los años treinta. Es cierto que ya atesoraba una larga andadura como significativo tycoon cinematográfico. Incluso pocos años atrás, había puesto en marcha otra producción de gran reparto, igualmente dirigida por Cukor -DINNER AT EIGHT (Cena a las ocho, 1933)-. Sin embargo, es en esta ocasión donde se vislumbra de manera más clara esa búsqueda de un tipo de cine destinado a públicos familiares, utilizando para ello por vez primera el universo literario de Charles Dickens, que Selznick buscaría de nuevo casi de inmediato, con la a mi juicio más afortunada A TALE OF TWO CITIES (Historia de dos ciudades, 1935. Jack Conway).

En esta ocasión podría decirse que la versión auspiciada por Selznick y filmada por Cukor, aparecer como un digest de la novela de Dickens, acertando de manera fundamental en el logro de una brillante ambientación de época, especialmente lograda en aquellos pasajes descritos en el Londres de la época, que alcanzan una extraña autenticidad. La película se iniciará describiendo la llegada al mundo de David en los últimos tiempos del siglo XIX, hijo de la joven viuda Copperfield (Elizabeth Allan), una mujer dominada por su personalidad sufrida y apocada. Los primeros instantes del relato coincidirán con la incorporación a la vivienda de los Copperfield de la hermana del difunto -tía Betsey (la gran Edna May Oliver)-, quien huirá del recinto al contrariarse sus deseos de que el recién llegado sea una niña. Pronto el niño -encarnado con enorme sensibilidad por Freddie Bartholomew- gozará de una estrecha relación con su madre, así como el cariño de la eterna criada de la familia, la fiel sra. Peggotty (Jessie Ralph). Ese mutuo cariño conocerá una duras prueba de fuego, cuando la madre del muchacho se case con el arrogante e inflexible Mrs. Murdstone (Basil Rathbone), al que acompañará sin recato su igualmente intransigente y dominante hermana Jane (Violet Kemble Cooper). Todo ello no supondrá más que un triste punto de inflexión, ya que la dureza de la nueva vida de los Copperfield y los Murdstone derivará en un creciente sufrimiento de la nueva esposa -embarazada de este- y falleciendo con el nonato -en uno de los episodios más brillantes de la película-. Con Murdstone ya sin su esposa y contando con el dominio de su hermana, el pequeño protagonista será enviado hasta Londres, donde será destinado al desastrado hogar que sobrelleva el iconoclasta y estafador Micawber (W. C. Fields), quien se convertirá de manera involuntaria en su auténtico preceptor ante la vida.

El muchacho decidirá reencontrarse con su tía Betsey, lo que muy pronto se convertirá en una experiencia penosa ya que será asaltado antes de iniciar el viaje, teniendo que llegar a pie hasta la localidad donde esta reside, junto a la costa. A partir de ese momento, una cierta aura de tranquilidad se ceñirá sobre el muchacho, pese a los pocos claros deseos del que fuera su padrastro de volver a asumir su custodia, que frustrará de inmediato su tía. A partir de entonces se irá forjando la madurez del ya adolescente, de siempre ligado como amigo con Agnes (Madge Evans), quien desde su infancia se encontrará secretamente enamorada de él. Una vez cumplidos sus estudios universitarios Copperfield se enamorará de Dora (Maureen O’Sullivan), llegándose a casar con ella, y comprobando muy pronto la insustancialidad y lo caprichoso de su carácter. Se irán sucediendo las incidencias folletinescas, como las irregularidades que vivirá el padre de Agnes -Mr. Wickfield (Lewis Stone)- cada vez más presionado por su siniestro ayudante -Uriah Keep (Roland Young)-, o las desafortunadas actitudes de su amigo de universidad -Steerforth (Hugh Williams)-, que afectarán a la hija de uno de sus más grandes amigos. El infortunio se acercará una vez a su destino, con la muerte de la joven Dora. Será el punto de inflexión, no solo para darse cuenta de la infinita amistad dispensada de la abnegada Agnes sino, ante todo, de comprender de una vez por todas, que se trata del verdadero amor de su vida.

Dominada, como antes señalaba, por una muy cuidada ambientación del periodo previctoriano -marca definitoria en la casa de cualquier producción Selznick- contando con un brillantísimo reparto, y una lógica oscilación en su discurrir entre los derroteros del melodrama, la comedia o incluso en algunos pasajes cercanos a la iconografía del cine de terror, lo cierto es que DAVID COPPERFIELD…, para bien y para mal, queda condicionada por una adaptación que aparece como una forzosa reducción de la novela -la elusión del periodo de colegio universitario de Copperfield- que en ocasiones sobrellevará elementos como la repentina presencia del joven Steerford, cuando en la película no aparece el origen de dicha amistad, marcada en ese periodo estudiantes que no aparecerá en pantalla. La película aparecerá claramente estructura de diversos episodios y bloques, a través de las cuales Cukor intentará extraer el máximo de fuerza de cada uno de ellos. Pero sucede que nos encontramos ante una amplia gama de personajes, más o menos episódicos, con lo que dependerá de manera poderosa en la fuerza de cada uno de sus actores, para lograr ofrecer un retrato más o menos creíble del mismo. Es por ello, que intérpretes experimentados o incluso singulares como W. C. Fields o Edna May Oliver destaquen con fuerza en el cast. Incluso lo hará el pequeño debutante Freddie Bartholomew, quien realiza un retrato conmovedor del pequeño protagonista. Hasta tal punto resulta efectivo que cuando su personaje se muta en el joven actor Frank Lawton, la película pierde interés. Esa incapacidad para trascender al ciento por ciento la entraña dramática de la obra de Dickens, se patentizará igualmente en la presencia de intérpretes y roles dominados por su maniqueísmo, como evidenciarán muy pronto Basil Rathbone y Violet Kemble Cooper encarnando a los hermanos Murdstone sin articular sobre ellos el más mínimo matiz en su apariencia negativa. Esa misma apesta por una estructura a base de episodios, es la que bajo mi punto de vista impide que su estructura dramática llegue a alcanzar, salvo en contados momentos, la temperatura emocional que en ocasiones pide la película a gritos. Fruto de ello es, por ejemplo, su propia conclusión, en la que aquello que ha quedado latente durante toda la película -la secreta veneración de Agnes a David-, y emerja finalmente en una relación consolidada, sin albergar esa catarsis la debida emocionalidad en la pantalla.

Así pues, DAVID COPPERFIELD… aparece como un sólido espectáculo, en ocasiones inspirado, siempre agradable de contemplar, pero que no deja de resultar representativo de un periodo en el que George Cukor aún no se había consolidado como ese estupendo realizador que iría experimentando unas formas visuales, centradas de manera fundamental en la intensidad de una puesta en escena encaminada en la dirección de actores y, sobre todo, actrices. Cierto es que con anterioridad ya había firmado títulos dotados de apreciable interés, y tres años después daría forma a una de las canónicas muestras de la screewall comedy con HOLIDAY (Vivir para gozar, 1938). Para el auténtico artífice de la película, el productor Selznick, supondría la oportunidad de ver en la obra de Dickens una brillante producción, como sería la posterior, estupenda y ya citada A TALE OF TWO CITIES, en la que contó con un realizador menos personal, pero que en esta ocasión firmó el que quizá sea su mejor título. Me refiero al apreciable Jack Conway, que contó para dirigir las secuencias de la revolución francesa, con dos figuras que pocos años después harían historia en el cine; Jacques Tourneur y Val Lewton.

Calificación: 2’5

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