DR. PHIBES RISES AGAIN (1972, Robert Fuest) El retorno del Dr. Phibes
A consecuencia de la cálida acogida -comercial y crítica- brindada en el momento de su estreno, la avispada American International da vía libre a la producción de una nueva entrega del maléfico y extraño personaje del Dr. Phibes. El primer paso para ello es la contratación del escritor Robert Blees para, junto al mismo Fuest, coescribieran el guion de un relato, donde al parecer hubo ciertos choques entre ambos a la hora de introducir matices humorísticos, algo de lo que su también realizador parecía recelar en la posibilidad de su predominio. También se introdujo en el reparto al norteamericano Robert Quarry, al que vanamente se quería plantear por parte de la productora como un sustituto del propio Price, una vez concluyera el contrato de este con dicha entidad. Finalmente, llegado el momento de su estreno, DR. PHIBES RISES AGAIN (El retorno del Dr. Phibes, 1972) no cosechó ni la acogida popular ni la positiva recepción crítica de su predecesora, lo que coartó la posibilidad de una tercera andadura del personaje, que se empezaba a bocetar.
Pese a todas esas reservas, considero que esta y última entrega de unos de los malvados más singulares -y entrañables- de los primeros años setenta, no solo adquiere personalidad propia, que era lo más complicado, sino que incluso en algunos de sus elementos supera a su precedente. Pero vayamos por partes. Tres años después del extraño embalsamamiento que hizo desaparecer de la vida pública a Phibes (Price) y al cadáver de su esposa Victoria, una insólita confluencia de planetas devuelve a la vida al médico, que se encontrará -detalle genial- con la realidad de que su mansión ha sido derribada en estos tres años. Poco después, los propios títulos de crédito nos muestran -en el mismo momento de presentar a su personaje, ayudado por el bonito tema musical de fondo- una apuesta por la mitificación de la figura de Price, que en esta secuela tiene mayor presencia. Al mismo tiempo, la base argumental en esta ocasión alberga tres vertientes. De un lado la nueva singladura del protagonista, empeñado en utilizar una conjunción de astros en Egipto para lograr la eternidad en el río de la vida. De otra, la pugna de Darrus Biederbeck (Quarry) por utilizar los datos del papiro que ha robado, y trasladarse también a Egipto, para alcanzar con él esa vida eterna que el tiempo le ha venido consumiendo en esos cien años vividos mediante los poderes de un elixir que ya se le acaba. Y, finalmente, en la segunda mitad se reincorporará la investigación del inspector Trout (Peter Jeffrey) acompañado con su superior, desplazándose también hasta el país oriental, para investigar la muerte de Harry Ambrose (Hugh Griffith) y las pistas que le llevan de manera extraña a unas probables nuevas pistas sobre el hasta entonces desaparecido Phibes. Todo ello se expresará a partir de su segundo tercio y hasta el final del relato, en un ámbito que prolongará la fluidez narrativa y de montaje heredada de la película previa y, de alguna manera, rompe con la dualidad precedente centrada en crímenes de Phibes / investigación policial.
Por el contrario, DR. PHIBES RISES AGAIN adquiere, de entrada, personalidad propia. Bajo mi punto de vista destaca en su abierta apuesta por lo delirante, en su querencia por lo pulp, a lo que ayudará de manera poderosa su ambientación exótica. Ello permitirá, por ejemplo, que su diseño escénico sea muy superior -las lujosas dependencias que Phibes mantenía escondidas en el interior de una montaña-. Será algo que además Fuest utilizará con un más brillante sentido escenográfico que en la película precedente. Esa descripción de las insólitas dependencias, aparecerán simuladas tras unas esculturas pétreas en forma de pies gigantes, que nos retrotraen en el recuerdo a la última película rodada por el gran Jacques Tourneur WAR-GODS OF THE DEEP (La ciudad sumergida, 1965). A partir de dicha terna de elementos argumentales, la película discurre liviana, mostrando un lado divertido y pérfido de Phibes en la ejecución de sus tan increíbles como delirantes crímenes, y acertando a brindar una mirada cada vez más comprensiva del inicialmente arrogante e insensible Biederbeck. Este, a modo de un novedoso Dorian Gray, tras transmitir al espectador la angustia existencial de alguien que ve como su tiempo se termina de manera irremediable. Por ello, la película le dedicará sus instantes finales, en una emotiva conclusión, aunque no totalmente aprovechada en la grandiosidad que casi pedía a gritos.
En cualquier caso, esa superior pericia narrativa y visual de Fuest, se percibe en una mayor querencia necrófila en las secuencias que relacionan a Phibes y su esposa muerta. Y, al mismo tiempo, brinda escenas y episodios tan atractivos como el encuentro del protagonista con un lujoso arcón procedente de un faraón, o aquella en la que Trout y su superior encuentran en pleno desierto a un supuesto grupo de soldados ingleses, que contemplarán con horror se trata de los inquietantes muñecos del maléfico doctor -quizá el pasaje más inquietante y surrealista de la película-. Curiosamente, es en la escenificación de los crímenes donde se observará cierta molesta tendencia al efectismo -el ayudante que muere asaeteado por un águila- pero al mismo tiempo, ello nos permitirá sufrir el que quizá sea el asesinato más sádico y cruel de todo el díptico, con esa tortura con una invasión de escorpiones sufrida por otro de los jactanciosos y chulescos ayudantes destinados en la expedición.
Señalar finalmente que la película recupera, en diferentes y episódicos roles, a los eliminados en la primera entrega Hugh Griffith y Terry Thomas, y permite la casi invisible aparición de Peter Cushing como capitán del barco que traslada a los principales personajes a Egipto. Una aportación indigna de un intérprete de su categoría.
Calificación: 3
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