THE TRUTH ABOUT MURDER (1946. Lew Landers) [La verdad sobre el crimen]
En pocos meses he tenido la ocasión de contemplar cuatro de los títulos que componen la ingente y al mismo tiempo ágil filmografía de Lew Landers, que se suman a los dos que atesoraba en mi memoria como espectador. Lo cierto es que el compendio de estas seis películas, me han permitido modificar el escasamente estimulante prejuicio que tenía sobre este realizador. El conjunto me revela a un hombre de cine ligero, capaz de enfrentarse con pertinencia en rodajes rápidos y presupuestos ligados al extremo más estrecho de la serie B, sin que ello se perciba en unos resultados dominados por la agilidad, y que más de medio siglo después mantienen su relativo grado de vigencia.
Punto por punto, esta premisa aparece en THE TRUTH ABOUT MURDER (1946), con la singularidad de encontrarnos ante un título rodado para la RKO en sus últimos años de andadura, muchos años después de que Landers firmara muchos otros exponentes en el mismo durante la década de los años treinta. En cualquier caso, nos encontramos ante una película que aparece como complemento de programa doble -poco más de una hora de duración-, en la que se observan las mismas cualidades y limitaciones de las películas de aquel tiempo que he podido contemplar, pero que en lugar del rasgo dramático de las mismas, transita en esta ocasión en una adecuada mixtura de comedia y relato de suspense, un poco como la que plantearía su previa y divertida THE BOOGIE MAN WILL GET YOU (1942), aunque en este caso se dirimiera una parodia clara del cine de terror característica de la Universal, surgida del estudio rival Columbia.
Christine Allen (Bonita Granville) es una joven y ambiciosa abogada, que trabaja estrechamente con el hiscal de distrito Lester Ashton (Morgan Conway). Además, es su novia, y comprueba con desesperación que este no desea que vaya ascendiendo como abogada. Por ello dejará de colaborar con él y unirse al abogado amigo de ambos William Ames (Edward Norris) del que pronto comprobará que sigue manteniendo problemas con el alcohol. Sin embargo, un problema mucho más grave se le planteará a este al asesinarse a su frívola esposa Marsha (June Clayworth). Pese a su desolación, será detenido acusado del asesinato y teniendo que asumir Lester las investigaciones, mientras que su novia sostendrá en todo momento la inocencia de Ames. A partir de ese momento, se desarrollarán unas trepidantes incidencias en las que se pondrá de manifiesto la inicial torpeza de la joven letrada, aunque al mismo tiempo en sus pesquisas se encuentre siempre presente un sorprendente sentido de la intuición.
Creo que el principal acierto de THE TRUTH ABOUT MURDER reside, por encima de todo, en el adecuado equilibrio que alberga el predominio de comedia que atesora su metraje con la incorporación de diversas secuencias que, en sus mejores momentos, parecen heredarse incluso del universo de Val Lewton. En cierto modo, nos encontramos ante una producción que prolonga la estela de propuestas de dicho subgénero -comedia de suspense- que podría ejemplificar la previa -y superior- A NIGHT TO REMEMBER (¡Que noche aquella!, 1942. Richard Wallace). Ese logrado equilibrio entre suspense y comedia, lo ejemplifica la propia secuencia de apertura, en lo que inicialmente aparece como un interrogatorio con ‘la máquina de la verdad’ pronto se dirimirá una original forma de presentar a la pareja protagonista, así como el antagonismo que se establecerá al ver como Christine se ve despechada por la actitud paternalista de su novio. A partir del inicio, todo se dirimirá en una querencia por la alta comedia, en la que no faltará el amante sofisticado a la manera de los personajes que encarnaría habitualmente George Sanders -Paul Marvin (Donald Douglas)-, y una descripción de clases altas ociosas que actuarán como oposición al marco policial y jurídico en el que se dirimirá la investigación derivada a partir del asesinato de Marsha.
Desde el momento del crimen y el inicio de las pesquisas, el ulterior desarrollo de THE TRUTH ABOUT MURDER se centrará en la introducción de interesantes secuencias, centradas todas ellas en recuperar la atmósfera de misterio dentro de un conjunto inclinado a la comedia. Ahí deriva el considerable grado de acierto de esta pequeña y ágil producción, en la que destacan cuatro pequeños episodios, bajo los cuales puede decirse que su sencilla y hasta previsible trama adquiere un cierto grado de densidad, al tiempo que irá certificando la torpeza e intuición albergada por Christine. El primero de ellos será la visita nocturna al apartamento de la asesinada, donde se jugará con habilidad con las sombras, y en la que se manera inesperada descubrirá el arma del crimen camuflada en una cubeta de revelado. Más atractivo aún resultará el seguimiento que esta brindará al atractivo y sospechoso Hank (Michael St. Angel), al que seguirá a la trasera de un teatro, igualmente de noche, hasta esconderse en un sombrío backstage repleto de enseres -entre ellos, un gorila de guardarropía- en los que se configurarán como los instantes más atractivos de la película, dominados una vez más por el acertado uso de las sombras y, además en este caso, la brillante utilización de una escenografía que contribuye a crear unos instantes auténticamente bizarros.
Pero aún se producirá una nueva secuencia que, en esta ocasión, aparecerá dominada por una confusión envuelta en comedia -con la sospechosa Peggy (Rita Corday)- cuando Christina y Lester tengan la falsa impresión de que la contemplan muerta desde la ventana, irrumpiendo en su vivienda y comprobando que solo estaba durmiendo. Dicho rasgo screewall mutará en esta ocasión de manera inesperada, al ser asesinada ésta en el momento en que iba a pronunciar el nombre del asesino. Y será en el descubrimiento del autor, en una secuencia en que de nuevo se recurrirá a ‘la máquina de la verdad’, donde se produzcas el último y brillante episodio de la película. THE TRUTH ABOUT MURDER concluye con una reaccionaria y acomodaticia apelación al matrimonio, que no nos impedirá reconocer el hecho de encontrarnos en un relato ligero, lleno de ritmo y ocasionalmente inquietante.
Calificación: 2’5