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CINEMA DE PERRA GORDA

THE MAN WHO FOUND HIMSELF (1937, Lew Landers) [Un hospital en las nubes]

THE MAN WHO FOUND HIMSELF (1937, Lew Landers) [Un hospital en las nubes]

A la hora de hacer una mirada retrospectiva, e intentando evocar en ella a los profesionales más destacados de lo que podríamos denominar el Cinema Bis del cine norteamericano, junto a nombres como William Beaudine, Sam Newfield, Lesley Selander… no cabe duda que debería ocupar un lugar de honor Lew Landers, quien desarrolló una extensa andadura de prácticamente tres décadas como director cinematográfico iniciada en 1934, en la que se totalizarían unos 140 largometrajes, además de una larga vinculación televisiva una vez iniciada la década de los cincuenta.

Con el verdadero nombre de Louis Friedlander -con el que firmó sus primeros largometrajes-, nuestro protagonista alberga una extensísima filmografía, de la que se desconoce la mayor parte de la misma. Dudo que en ella se encuentren sorpresas mayúsculas, pero lo cierto es que los tres títulos suyos que había contemplado hasta la fecha no carecían de interés. Uno de ellos es quizá el más conocido de su producción, la muy ‘sui géneris’ adaptación del poema de Poe THE RAVEN (El cuervo, 1935), al servicio del tándem formado por Bela Lugosi y Boris Karloff, Mejor recuerdo tengo de la divertida y casi desconocida parodia del género que propone THE BOOGIE MAN WILL GET YOU (1942). O por encima de ambos, el sombrío melodrama inserto en el ámbito de la aviación, que supone la inmediatamente posterior SKY GIANT (1938), también rodado para la RKO. Por ello, de alguna manera intuía que nos encontraríamos ante un título atractivo, como lo es THE MAN WHO FOUND HIMSELF (1937) -jamás estrenada en nuestro país, aunque editada digitalmente con el título Un hospital en las nubes-. Se trata de una película que, como no podría ser otra manera en el ámbito provisional de nuestro director, se encuentra inserta dentro de la serie B de la RKO. Una duración que no alcanza los 70 minutos, o desarrollar su trama en muy pocos escenarios, serán características de un argumento que parte de una historia de Alice F. Curtis, y que combina en su entraña una atractiva mixtura de relato desarrollado en el ámbito de la aviación, una mirada en torno a la aún activa Gran Depresión y, sobre todo, la deriva de una pareja protagonista, en la que su vértice masculino plantea una crisis existencial, mientras que sobre él sobrevolará la arrolladora personalidad de una muchacha -en un personaje femenino dotado de gran fuerza- que pronto vislumbrará la oscuridad del recién llegado a su entorno.

Jim Stanton (notable John Beal) es un joven y prometedor médico, hijo de otro galeno de gran prestigio, que desarrolla su vocación en un hospital y al que le pierde su gusto por la aviación, en donde ha cometido alguna que otra imprudencia que su padre le reprocha, sin obtener de este el compromiso de abandonar esta práctica. Esta circunstancia se pondrá de trágica actualidad, cuando Jim pilote un vuelo en que se encontrará una amiga suya -Helen- teniendo el aparato un accidente que le costará la vida a la joven. El escándalo que suscitará la noticia -la muchacha era casada y se argumentó falsamente que iba a huir con el protagonista- provocará el rechazo de toda la profesión médica hacia Jim , incluida la de su inflexible padre, así como la de su propia prometida -Barbara (Jane Walsh)- quien con frialdad le confesará no estar preparada para el modo de vida, libre, sin ataduras y despojado de comodidades, que el protagonista desea aplicar al futuro de ambos.

Dado este rechazo generalizado, Jim huirá totalmente del modo de vida que había llevado hasta ese momento, sobrellevando una peregrinación por distintos ámbitos de la Norteamérica del momento, hasta recalar en unas obras de carretera, donde será reconocido de manera inesperada por su amigo Dick (Philip Huston), quien le buscará trabajo como mecánico en una compañía de vuelo, aunque utilizando un nombre falso. Pronto se encontrará con Doris (una deliciosa Joan Fontaine), quien muy pronto vislumbrará en él ese sesgo de alma torturada, al tiempo que no podrá reprimir la creciente atracción que siente por alguien vulnerable y sensible, pese a la coraza que él mismo se ha autoimpuesto.

Es cierto que THE MAN WHO FOUNF HIMSELF se inserta en su discurrir, en los meandros de la sobriedad característica en el melodrama de la RKO durante aquellos años 30. Sin embargo, ya desde sus primeros instantes observaremos la voluntad de la película de afianzar un cierto sendero de singularidad, al describirnos la inesperada templanza de la operación de apéndice que Jim practica a su joven amigo Dick, llegando a bromear con el paciente -que se encuentra consciente en la cita con el bisturí-. Será la manera de presentarnos a un protagonista que excede, por su vitalidad, el marco encorsetado en que se encuentra, para lo cual utilizará la aviación como desahogo de su percutante personalidad. Poco después aparecerá otro de los rasgos que singularizarán la película; la presencia de un considerable ritmo, a lo que ayudará no poco el brillante montaje del posterior realizador Jack Hively. A partir de estos estilemas, el film de Landers se erige en su primera mitad en una inesperada diatriba de denuncia social de un contexto dominado por las convenciones e incluso el puritanismo, que permitirá un sorprendente punto de inflexión en ese largo viaje -resuelto con leves pinceladas- en el que Jim se adentrará a esa otra Norteamérica, aún herida por la gran crisis norteamericana, en la que compartirá noches y peajes con seres e incluso excluidos o víctimas de dicha sociedad.

Será esta una sucesión de pequeñas pinceladas, sorprendente en un pequeño relato, y que enlazarán con ese inesperado encuentro con Dick que le permitirá una nueva oportunidad laboral. Todo ello sucederá con naturalidad, ya que otra de las virtudes del relato es esa generalizada desdramatización -apenas incluso surgirá fondo musical- que se prolongará incluso tras su encuentro con Doris, la mujer que desde el primer instante en que se cruce con él, percibirá como si de unos rayos x se tratara, el tormento interior que le atenaza, al tiempo que quedará atraída por él. A THE MAN WHO FOUND HIMSELF tan solo le falte algo más de duración, o quizá una mayor capacidad para la densidad. Pero no por ello deja de suponer un atractivo melodrama, que al tiempo que sirvió para ofrecer un primer rol de relieve a Joan Fontaine acierta al plasmar ese contraste de mundos que, en definitiva, articula su entraña dramática, pasando del envarado y convencional que ha rodeado hasta ese momento la existencia de Jim, al arriesgado y dinámico en el que este podrá adentrarse hacia una nueva oportunidad vital.

Para ello, la intuición e incluso la madurez de Doris pese a su juventud, le permitirá adquirir un papel cada vez más activo a la hora de acercarse a ese universo cerrado y convulso del protagonista, llegando a utilizar diversas ingeniosas artimañas para llevar al muchacho al contexto en donde ella cree que podrá revertir su angustia interior. Ligera y liviana, pero sin carecer de una cierta hondura en su enunciado al tiempo que, caracterizada por una notable soltura narrativa, lo cierto es que en el film de Landers no se ausentarán momentos de tensión, aunque estos siempre quedarán revestidos de gran serenidad. Secuencias como la del vuelo en la que viaja de urgencia un pasajero -encarnada por el extraño Dwyght Frye- que vivirá de manera repentina un ataque de ansiedad, y en la que Doris comenzará a intuir la ascendencia médica de Jim. O el viaje de esta al entorno del padre, quien la rechazará, no dudando en recurrir a la antigua prometida de este, quien de manera bondadosa servirá para que pueda interceder con el intransigente progenitor, en un encuentro que se describirá con un elegante uso de la elipsis. Sin embargo, y aun manteniendo esa deliberada sobriedad, la catarsis de la película se producirá en sus minutos finales, donde la inesperada presencia de un accidente de tren en el que se encontraban como pasajeros Doris y el padre del muchacho, teniendo que efectuar el segundo operaciones a heridos mientras de manera urgente acudirá el joven protagonista, asumiendo su auténtica vocación médica y produciéndose en el improvisado quirófano instalado en un vagón el reencuentro emocionado con su padre.

Hay un elemento que adquiere gran importancia en la película, como es la mirada crítica que se ofrece sobre la prensa, presente en esa sucesión de titulares tras el accidente inicial de Jim, y también la presencia de Nosey (Jimmy Conlin, posterior secundario de la ‘cuadra’ de Preston Sturges), capaz de intuir lo que se esconde en torno a ese recién llegado al entorno de la compañía aérea, y a quien sin embargo la protagonista logrará disuadir en su deseo de publicar la verdadera identidad de ese nuevo mecánico y posterior piloto.

Calificación: 2’5

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