BROTHER ORCHID (1940, Lloyd Bacon) [El hermano orquídea]
Por encima de cualquier otra consideración, al contemplar –y disfrutar- de BROTHER ORCHID (1940, Lloyd Bacon), lo primero que vino a mi mente, es percibir las semejanzas que mantiene con la estructura narrativa de la magistral SULLIVAN TRAVEL’S (Los viajes de Sullivan, 1941. Preston Sturges). Ese giro que se describe a partir de una situación de extremo dramatismo, queda compartido de ambos títulos, que igualmente mantienen su filiación a la comedia. Hagamos dos oportunas observaciones. La primera es que el film de Bacon se estrena un año antes que la obra cumbre de Sturges –muy proclive en su filmografía a ingeniosos quiebros narrativos, por otra parte-. La segunda, que nos encontramos con una producción de la Warner Bros, que lleva incorporados todos los estilemas de su ya dilatada producción dentro de las crónicas de gangsters. En los admirables créditos de la función, se suman referentes como Mark Hellinger, Hal B. Wallis, Jerry Wald (no acreditado), Byron Haskin, Edward G. Robinson, Humphrey Bogart… tomando como base una historia de Richard Connell –El malvado Zaroff-, inserta en un magazine de la época.
BROTHER ORCHID propone una mirada irónica. Una singular variación de tono de comedia, en torno a esa ya entonces consolidada y triunfante producción del estudio dentro del cine policial, que había definido y otorgado arraigo popular a la Warner hasta ese momento, demostrando con ello una notable agudeza a la hora de dar vida un título, que con facilidad podía ser asumido dentro de dicha corriente, pero que al mismo tiempo abría nuevos caminos a una muy exitosa política de producción, que bien poco después desembocaría en una abierta imbricación en el noir. Los primeros instantes del film de Bacon, nos describen la personalidad de John Sarto (un pletórico Edward G. Robinson). Se trata del líder de un poderoso “gang”, caracterizado por su extraña insensibilidad, que se encuentra aburrido incluso de su éxito como dirigente en el ámbito de la delincuencia –es curioso, se planteaba similar despego en el Joel McCrea de la citada SULLIVAN TRAVEL’S-. De manera repentina, y dada la gran fortuna atesorada, decidirá abandonar a los delincuentes que encabezaba, dejando al mando al poco recomendable Jack Buck (Humphrey Bogart). Pero esa misma frialdad en su decisión, se mostrará a la hora de plantearle la misma a su novia, la alocada Flo (Ann Sothern), a la que no dudará en dejar en Estados Unidos -¡ofreciéndole un empleo de cigarrera en un teatro!-, mientras este desarrolle una gira –ingeniosamente descrita por medio de breves flashes-, en la que inicialmente busque asumir la elegancia y cultura europea, aunque en realidad solo sirva para dejarle en la ruina. Por ello, se verá en la tesitura de retornar a USA. Una vez en su terreno habitual, logrará recuperar el amor de Flo –que sin embargo ha logrado prosperar como dueña de un salón, mediante la ayuda económica que le ha proporcionado el atolondrado y bonachón ranchero Clarence Fletcher (Ralph Bellamy)-. Al comprobar la dureza con la que Buck comanda su equipo, decidirá crear otro nuevo con algunos de sus antiguos componentes, teniendo para ello que recuperar a su fiel Willie (el siempre impagable Allen Jenkins). Poco a poco se irá encarrilando el renovado futuro como dirigente del hampa de nuestro protagonista, intentando con su consustancial ingenuidad Flo, ligar a los dos antiguos colegas –Sarro y Buck-, para lo cual contactará con el segundo. Este utilizará el poco meditado aunque honesto ofrecimiento de la novia del primero, para provocar con ello una encerrona destinada a eliminar a su antiguo mentor y ahora temible rival. Para ello, asistirá al encuentro que esta fraguará en un restaurante, llevándose bajo arma a Sarto con destino a una muerte segura, liquidado en la nocturnidad del campo a balazos. Todo parece concluir para este, aunque una oportuna y casi suicida huida, le permitirá zafarse de sus atacantes entre la maleza, cayendo sin embargo herido por las balas, aunque los esbirros de Buck queden convencidos de su muerte, lógicamente sin encontrar su cadáver, que creen ha sido engullido por las aguas de una laguna. Contra toda lógica, Sarro logrará avanzar, hasta caer inconsciente en un pequeño llano… sin saber que junto a él se encuentra la entrada al recinto de un olvidado monasterio. Un recinto religioso destinado a la ayuda a los pobres, comandado por el hermano Superior (Donald Crisp), y que centran sus esfuerzos en el cultivo de las flores, destinando sus escasos beneficios a la ayuda de los más desfavorecidos.
Es precisamente a partir de este inesperado encuentro, con el que la película introduce un giro de 180º. Variará incluso ese rimo sincopado que hasta el momento había caracterizado su metraje, acertando al introducir en el relato un matiz mucho más relajado, como si el espectador penetrara en esa vida contemplativa de los religiosos, aunque sin abandonar en ningún momento la ironía. Ironía que marcará el propio Sarto, quien inicialmente ha visto una oportunidad ideal, la de integrarse como novicio, mientras sus enemigos creen que ha muerto. E ironía igualmente por parte de sus nuevos compañeros, estableciéndose una singular complicidad entre todos ellos, por más que Sarto, bajo su nueva denominación de “Hermano Orquídea”, no se pueda sustraer a utilizar senderos de picaresca, a la hora de hacer ver ante sus compañeros, que sus trabajos comunales –ordeñar una vaca, sembrar flores…-, resultan más productivos que los de ellos. Sin embargo, en una ocasión y por casualidad, descubrirá que su antigua novia va a casarse con Fletcher, al tiempo que más adelante descubrirá que su eterno rival pretende aprovecharse de los religiosos, a la hora de la venta de flores. Por ello, acompañará a Superior hasta la ciudad, retornando hasta el mundo al que pertenecía con anterioridad, y en el que se le dio como muerto, aunque ello no suponga más que un inesperado y fugaz alto en el camino. Y es que, en realidad, y contra todo pronóstico, ese remanso de paz que en un momento dado llegó in extremis en el antiguo dirigente del hampa, en realidad supuso para él el inicio de su nuevo camino vital.
Dominada por un ritmo impecable, que sabe alternar ese vigor de su primera vitad, con la serenidad que irá introduciéndose, a partir del momento de su dramática llegada al monasterio, BROTHER ORCHID aparece como una pequeña delicia. Una de esas producciones sin dudas confeccionadas con especial cariño, en la que se aúna el aporte como crónica de gangsters, su impagable imbricación en un elemento de comedia, muy cercano al Screewall, una estupenda tipología de roles secundarios y, finalmente, una muy elegante puesta en escena, a la hora de describir los avatares de la vida monástica con la que se encontrará nuestro protagonista. Y es que en esta notable película, uno puede encontrar secuencias tan divertidas, como el montaje de estafas que sufre Sarto en su gira europea. La hilarante secuencia en el manicomio, en la que este recupera al fiel Willie –ayudado por el aporte cómico de Allen Jenkins-. El desopilante rol cómico que encarna el nunca suficientemente valorado Ralph Bellamy. Ya mucho más allá en el metraje, destacaremos la sucesión de picardías del muy convertido novicio, a la hora de hacer prevalecer su eficacia, o la desopilante pelea, desarrollada en el cuartel de Buck, con la ayuda de los cowboys invitados por Flectcher para su proyectada boda.
Pero junto a esos valiosos episodios de comedia, no se puede dejar de destacar la enorme fuerza dramática que desprende el pasaje de la encerrona a la que es sometido Sardo por parte de los esbirros de Buck. Un episodio caracterizado por su creciente y casi asfixiante angustia, que podría formar parte de la más prestigiosa crónica de cine criminal, y que por su sola presencia, debería servir para poner en valor esta valiosa simbiosis de exponente de género con una mirada distanciadota en torno a la misma, que tendría continuidad en la propia Warner Bros, con la igualmente destacable A THROUGH THE NIGHT (1942, Vincent Sherman), que proponía además una supuesta presencia nazi en tierras newyorkinas.
Calificación: 3