SUPERNATURAL (1933, Sobrenatural) Victor Halperin
Quizá en mayor medida que en otros géneros, creo que es en el cine fantástico donde aún restan por rescatar del olvido o redescubrir títulos realmente magníficos que deberían permanecer como un ejemplo de narrativa cinematográfica. Es evidente que cada aficionado debería tener su propia relación al respecto en función de sus indagaciones o posibilidades de visionado. En esa hipotética lista personal no dudaría en incluir este deslumbrante SUPERNATURAL –SOBRENATURAL en España-, que solo me hace pensar en la necesaria recuperación de la filmografía de su artífice: el sorprendente Victor Halperin. Conocido únicamente por la revalorización que en los últimos años ha adquirido su espléndida WHITE ZOMBIE –LA LEGIÓN DE LOS HOMBRES SIN ALMA (1932)-, al año siguiente Halperin prolongó su apuesta por el género en una obra de la que solo cabe oponer dos reparos; una cierta ingenuidad heredera del cine mudo –de la que por otra parte asume sus mejores logros expresivos-, y una banda sonora poco afortunada.
Al margen de estas pequeños reparos, SUPERNATURAL es un ejemplo perfecto de una película en la que cada plano tiene un significado. En muy pocas ocasiones he podido tener esa sensación de equivalencia en la pantalla de plano / idea. Sin lugar a dudas la experiencia del realizador en el cine mudo le permite rodar una obra en la que la concisión de la puesta en escena y la escasez de diálogos permite una asombrosa síntesis visual donde cada inserto, movimiento de cámara o sugerencia va adquiriendo valor como la pieza de un etéreo rompecabezas.
En líneas generales, SOBRENATURAL es una de las apuestas cinematográficas más claras que ha ofrecido el cine sobre la creencia en el mas allá. En un momento determinado el Dr. Houston (H.B.Warner) lo dice claramente: “No hay duda que hay vida después de la muerte, lo que es difícil es lograr la comunicación”. Para ello, Halperin inicia su asombrosa propuesta con planos sincopados incorporando citas procedentes de Confucio, Mahoma y los Evangelios. Es decir, aboga por una creencia más allá de particularizarla en religión alguna. En estas rápidas sobreimpresiones se nos relatan los titulares que cuentan el caso del juicio de Ruth Rogen (Vivienne Osborne), una asesina que es juzgada por haber estrangulado a sus tres amantes, y que pide antes de ello reencontrarse en la cárcel con Paul Bevian (Allan Dinehart), un espiritualista farsante que la traicionó a la policía y al que desea asesinar.
De forma paralela, Bevian prepara una estratagema para lograr engañar a la rica heredera Roma Courting (Carole Lombard) tras haber fallecido su hermano gemelo haciendole creer que se ha puesto en contacto con él. Mientras tanto, el Dr. Houston logra el permiso de la condenada para ser utilizado en un sorprendente experimento con su cuerpo cuando haya sido ejecutada e intentar demostrar la existencia de la vida después de la muerte. Tras una serie de circunstancias, el espíritu de Rogen se apodera del cuerpo de Roma para asesinar al malvado y falso espiritualista Bevian.
Como se puede comprobar –al igual que sucedía en WHITE ZOMBIE-, el argumento de SUPERNATURAL roza lo delirante. Sin embargo, del mismo modo que en el título precedente de su filmografía, la puesta en escena de Victor Halperin es de una inventiva asombrosa. En primer lugar, destacar su ferviente creencia en un mundo paralelo, en el mas allá –las sobreimpresiones del fantasma del hermano fallecido, las propias de la ejecutada Rogen-. Pero por otro lado en apenas una hora de duración se ofrece un deslumbrante catálogo de soluciones narrativas, captando gestos, detalles –ese vaso de hierro que logra deformar Rogen con su mano en un gesto de ira y que posteriormente reiterará Roma cuando está poseída por el espíritu de la estranguladora-, el uso de fundidos increíbles, secuencias que están a punto de rozar el ridículo pero cobran una fuerza inusitada –el momento en que Bevian realiza la máscara del fallecido John Courtney entrando en una funeraria desierta y pillando al espectador absolutamente noqueado; la muerte final de Bevian en el exterior de un yate-.
Se pueden citar numerosos detalles de interés, como la propia desmitificación que del fraudulento uso de lo paranormal ofrece una película que cree en la trascendencia como pocas lo ha hecho el cine. Sinceramente, la referencia que me ofrecen los dos títulos que he visto de este realizador, me hacen pensar que puede constituir como un precedente claro que bien pudiera tener el maestro Jacques Toruneur cuando, con otros parámetros de producción, asumió su admirable apuesta por el cine fantástico en la RKO de la mano del célebre productor Val Lewton. En ambos casos se une una clara creencia en lo sobrenatural, si bien es cierto que en el caso de Halperin –y más en el film que nos ocupa-, no hay asomo de ese tinte de ambigüedad que siempre envolvió el fantastique tourneriano. Halperin afirma la existencia del mas allá de forma rotunda. Y lo hace de admirablemente trasladando ese sentimiento a través de la narrativa cinematográfica, desde el ya comentado hasta el plano final en el que el fantasma del hermano de Roma provoca con el viento que se muevan las hojas de una revista e indique el lugar a donde van a acudir los jóvenes amantes.
Y es precisamente en la ausencia por la muerte de John, cuando el realizador logra plasmar una secuencia absolutamente magistral, mostrando como pocas veces se ha logrado en el cine la ausencia de un ser querido; Roma entra en el cuarto que se intuye del fallecido, contempla triste su sillón, mientras que el perro de la casa –en la película hay numerosos detalles reveladores de la hipersensibilidad de los animales- lleva en su boca las zapatillas del fallecido al pie de dicho sillón y la joven entristecida pone un disco en el que se escucha la grabación de su voz. La secuencia se desarrolla en un único y complejo plano con magníficos reencuadres, que tienen su culminación cuando entra la criada y no puede evitar las lágrimas al contagiarse de la emotividad de la situación.
Durante muchos años se ha sostenido que la obra de Browning y Whale fueron los puntales del cine fantástico en la década de los años treinta. No hay que regatear méritos a ambos nombres –si bien la trayectoria del primero fue muy desigual y la de Whale corta y discutida-, pero cada día se hace más patente que hubieron otros nombres que tuvieron al menos tanta importancia en el desarrollo del género en aquel periodo, pese a que su obra permaneciera en un lugar más anónimo quizá por no tratar mitologías populares. Cabe citar a Edgar G. Ulmer, Robert Florey y algunos otros, pero no me cabe la menor duda que una retrospectiva dedicada a la figura del director y productor Victor Halperin permitiría recuperar una de las aportaciones más singulares que esta vertiente cinematográfica ha aportado en sus primeras y fundamentales décadas, y de la que SUPERNATURAL es una muestra que roza la perfección.
Comentario realizado el 25 de diciembre de 2002
Calificación: 4
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