BURIED ALIVE (1939, Victor Halperin)
Aunque solo fuera por la singularidad y atrevimiento de dos de sus películas –la reconocida WHITE ZOMBIE (La legión de los hombres sin alma, 1932) y la menos apreciada e inmediatamente posterior SUPERNATURAL (Sobrenatural, 1933)-, es indudable que la figura del norteamericano Victor Halperin (1895-1983), debería ocupar al menos una pequeña referencia en cualquier manual que abordara la historia del cine fantástico estadounidense. Resulta sorprendente en este caso, cuando precisamente es en un género como en el que nos encontramos, donde se suelen mitificar nombres en ocasiones tan discutibles o incluso de nulo interés –es el caso de Ed Wood-, y cuando la longevidad de Halperin le permitió vivir hasta entrada la década de los ochenta, no se conozca ningún estudio, ninguna entrevista o ninguna recapitulación sobre su cine ¿Dificultades existentes a la hora de que sus más de quince películas realizadas hayan llegado a exhibirse con el paso del tiempo? No creo que sea muy probable esta aseveración, máxime cuando me consta que algunos de sus títulos se encuentran editados en DVD. Las cualidades e inventiva mostradas en los dos títulos citados –que son bastante asequibles para el aficionado estadounidense- debieran al menos tenerle en cuenta. Una reconsideración a expresar tanto de cara a las específicas propiedades de su cine, como a su propia singularidad como difusor de un género al que legó dos de sus exponentes más valiosos, alucinados y atrevidos en los años 30 –contando con la colaboración de su hermano Edward en calidad de productor-.
Es por ello que acometí con tanto interés como curiosidad el visionado de BURIED ALIVE (1939), con la esperanza de encontrar en esta pequeña película las cualidades que atesoran los dos títulos más famosos de este misterioso realizador. No puedo decir tras contemplarla, que esta su penúltima película sea un título especialmente memorable, pero sí es cierto que en su condición de evidente serie B, logra erigirse como un melodrama carcelario que alcanza cierto grado de personalidad, al tiempo que conserva en sus mejores momentos ese aire “bizarro” que define los momentos más intensos del cine del realizador.
BURIED… centra su argumento en la lucha del alcaide de una prisión por intentar avanzar en la aplicación de normas que consigan mitigar la dureza de la vida en sus instalaciones. En su ámbito de dirección se dan cita una serie de personajes, entre los que destaca la presencia del atormentado verdugo, un joven médico y un sacerdote. A todos ellos les une su secreta admiración hacia la enfermera Joan Wright (Beverly Roberts), hacia quien desean acercarse, quizá por representar un único asidero dentro del entorno sórdido en que desarrollan su labor. Pero los sentimientos de la joven. Finalmente se inclinarán hacia la figura de joven recluso Johnny Martin (Robert Wilcox). Martin es un delincuente modelo que goza de la confianza del alcaide, al que proporciona una serie de ventajas que el muchacho asume con total sentido de la responsabilidad, con el objetivo de lograr con ello su tan deseada libertad condicional. Lamentablemente, por una azarosa coincidencia y con el objeto de salvar al verdugo de una refriega en la que este se ha metido, recibe una lesión y además es acusado de haber iniciado el altercado por un periodista pendenciero que solo desea perjudicar la conducta liberal del responsable del penal. Esa circunstancia evitará que Johnny logre alcanzar la deseada condicional, enturbiando y agriando su personalidad aunque sobrelleve esa contrariedad con entereza. Para su desgracia, cuando un compañero suyo de celda caracterizado por cierto retraso mental se enfrenta a los guardianes, él sale de la suya con intenciones positivas, siendo confundida su actitud cuando uno de los carceleros muere y en apariencia estaba propiciando su propia fuga de la prisión. Martin es condenado a muerte, y aunque los responsables del recinto intenten encontrar la forma de salvarlo, parece que su negro augurio resultará inapelable.
Es indudable que las coordenadas en las que se desenvuelve el film de Halperin menguan en buena medida su resultado. Ese aire de serie B –lindante casi con la serie Z-, que acompaña su escaso metraje de apenas setenta minutos, unido a su limitación de medios es tan notable como cierto estatismo en la puesta en escena. Sin embargo, y en oposición a dichos lastres –y sobre a un final que casi consigue arruinar la función, despojándola del alcance malsano que había ido caracterizándola hasta entonces-, sí que es cierto que a través de su duración logra plasmar una visión diferente a los cánones habituales dentro del cine juvenil carcelario de la época. Al mismo tiempo, y aunque la película no logra ahondar demasiado en esta circunstancia, se presenta al personaje de Johnny Martin como un auténtico perdedor, un outsider que se queja de su constante mala suerte, y que en el fondo es envidiado por algunos de sus compañeros de prisión por su aparente servilismo hacia los responsables de la misma –y de forma soterrada en la apostura de su aspecto, que le hace acercarse en su apariencia a un ser afortunado-. Al mismo tiempo, BURIED… logra plantear –aunque tampoco sea esta una vertiente debidamente explotada en su desarrollo-, una curiosa situación que en algunos momentos de forma inconsciente se cierne como la peor amenaza de nuestro protagonista. No es otro que su relación con Joan, la enfermera que secretamente aman todos los operarios que rodean al alcaide. Esta circunstancia plantea una extraña nuance que en algunos momentos alcanza una cierta fuerza, envuelve ese tono “bizarro” tan característico de Halperin, y que en esta ocasión se hace presente en las secuencias desarrolladas en el interior de las celdas de la prisión o, muy especialmente, aquellas que tienen lugar en la sala de ejecuciones. Es en todos estos momentos, y pese al sesgo teatral que caracteriza su puesta en escena, cuando la película logra despuntar hacia una serie de rasgos que, unido a la ligereza de su desarrollo, y el alcance liberal de su propuesta, permiten que finalmente su resultado siga viéndose con agrado. Todo ello pese a esa conclusión ya apuntada, tan increíble como previsible y apresurada, y a la elementalidad de algunos de sus personajes secundarios –ese vengativo periodista sin escrúpulos-, por otro lado propias de un producto de sus limitadas características. Que duda cabe que el balance no es negativo aunque tampoco tan valioso como las más conocidas películas del realizador. En todo caso, no menguan el interés en poder ir redescubriendo la parte de su obra que sigue permaneciendo oculta, y entre la que se encuentran varios títulos ligados al fantastique.
Calificación: 2’5
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