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CINEMA DE PERRA GORDA

LES ENFANTS DU PARADIS (1945, Marcel Carné) [Los niños del paraíso]

LES ENFANTS DU PARADIS (1945, Marcel Carné) [Los niños del paraíso]

En ocasiones resulta un poco difícil comentar películas a las que el tiempo ha calificado como “clásicos intocables”, y máxime hacerlo cuando no se domina en exceso la cinematografía y el entorno en que la misma está enclavada. Ese es para mi el caso de de LES ENFANTS DU PARADIS –jamás estrenada comercialmente en España y que acaba de editarse en DVD-, y que en 1945 supuso el mayor esfuerzo de producción de la cinematografía francesa hasta aquel entonces, bajo la batuta de Marcel Carné, quien años atrás había sido uno de los pilares del llamado “realismo poético” galo.

La película es evidente que supone un espléndido ejemplo de “gran producción”, destacando en ella tanto la riqueza de su vestuario, excelente ambientación y poderosos decorados interiores y –fundamentalmente- exteriores, responsabilidad de un Alexander Trauner entonces en plena clandestinidad. Todo ello para lograr la perfecta reconstrucción del parís de un siglo atrás –en concreto 1840-, y a mi juicio apostando una vez más por la fórmula del film d’art aunque afortunadamente dotándolo de vivacidad y entidad propia. Es evidente que nos encontramos ante una obra de equipo, en el que destaca la presencia como guionista de Jacques Prévert, matizando situaciones tragicómicas y ofreciendo diálogos de gran belleza.

LES ENFANTS DU PARADIS es -en el fondo-, la demostración de la metáfora de la puesta en escena de la vida. En numerosas ocasiones las bajadas de un hipotético telón subrayan esa condición de drama o de tragedia que tiene la existencia, fundamentalmente por el amor no correspondido. La influencia de cada rasgo de carácter tendrá una determinante respuesta en el futuro, mientras que la presencia directa del mundo teatral y el de los volatineros y mimos se muestra como en una amigable competencia.

La película se divide en dos partes de unos 90 minutos de duración cada una de ellas. La primera de ellas como es lógico, adquiere un carácter más descriptivo de sus principales personajes, cuyos destinos irán entrecruzándose constantemente. Es el caso de Frëdérick Lemaître (Pierre Brasseur, a mi juicio el mejor intérprete del reparto), un joven impetuoso y galante que desde el principio deja claro que su deseo es llegar a ser una primera figura de la interpretación. Pronto conoceremos al que será su amigo e incluso rival amoroso; Baptiste Debureau (Jean-Lois Barrault), un joven sensible que se caracteriza por su dotación en el arte de la pantomima. Ante ellos se situará Garante (estupenda Arletty), una extraña mujer que se integra junto a ellos actuando en el teatro de volatineros, habiendo conocido previamente al controvertido Lacenaire (Marcel Herrand), un ladrón –y ocasional asesino- de refinadas maneras y notable bagaje cultural, que en el fondo desea ser autor teatral. Una vez tejidos los mimbres de sus principales personajes, la película destaca por su excelente descripción de ambientes; el teatral, el de los mercados callejeros o el de la noche en lugares poco recomendables. Es evidente que la película cobra una especial vida y complementariedad en sus diferentes escenarios, en los cuales se va ofreciendo la evolución en las trayectorias de todos ellos.

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La segunda mitad del film se titula “Los hombres blancos”, en abierta consonancia a reflejar de forma más amplia el azaroso encuentro de todos ellos años después, dentro de una duración algo más breve que la anterior. Nos encontramos con que Frédérick está a punto de lograr su triunfo como intérprete, Baptiste ya se ha consagrado como mimo. Se ha casado con Natalie (Maria Casares) y tiene un hijo, aunque sigue recordando a su amada Garante, que ha retornado a París tras unirse a un tan bondadoso como celoso aristócrata, el Conde de Montray (Louis Salon). Al mismo tiempo Lacenaire está al corriente de la difícil situación que rodea a Garante, que en el fondo sigue amando secretamente a Baptiste y va a contemplarlo en secreto en sus actuaciones.

El amor vuelve entre ellos cuando prácticamente es imposible que haya una segunda oportunidad, y pese a que Frédérick y Lacenaire –cada uno desde sus habituales personalidades-, quieran ayudar en ese deseo y luchando con los deseos del Conde de acabar con ese brote de sentimiento. Finalmente, la pasión amorosa no podrá volver a tener lugar entre ambos. Aquella fue una oportunidad que Garante y Baptiste perdieron por las circunstancias del destino. Una vez más, la representación de los sentimientos finaliza como una tragedia, tras la “actuación” de sus personajes. En todo momento, LES ENFANTS DU PARADIS entremezcla la realizad del pasado con la ficción que ellos mismos representan.

Como antes señalaba, la película goza de un enorme prestigio –sobre todo en Francia, maestros en el arte del chauvinismo-, pero que se extiende al conjunto de la crítica cinematográfica. Sin embargo y aún reconociendo sus indudables cualidades, no puedo por menos que señalar que aún pareciéndome un título interesante –y en algunos momentos brillantísimo-, en modo alguno me puedo unir hacia la consideración de logro absoluto. Creo que su acierto como superproducción y la riqueza de sus aspectos en la dirección artística han permitido confundir el trigo con la paja. Por citar un ejemplo de título que adquiere ambientación francesa, no puedo dejar de comparar la enorme fuerza narrativa que tenía una de las mejores producciones de la Metro de finales de los años 30, y que en esta ocasión echo de menos. Me estoy refiriendo, por supuesto, a la adaptación de la obra de Dickens HISTORIA DE DOS CIUDADES (A Tale of Two Cities, 1939. Jack Conway), que ni de lejos tiene el carácter de clásico que sí posee la propuesta de Carné.

Antes señalaba el hecho de ser una obra de equipo, algo en si nada cuestionable. Lo que sí me atrevo a resaltar es el notable desequilibrio que detecto en la estructura del film. Se quiera o no se quiera, Marcel Carné no era un realizador dotado de una especial personalidad –sus aciertos cinematográficos siempre van a acompañados de la presencia de otros valores destacados-. Es por ello que en determinados momentos me de la impresión de que LES ENFANTS DU PARADIS no logra los resultados que se pretenden. A ello añado un detalle que para muchos supondrá uno de sus mayores alicientes, pero personalmente considero uno de sus principales lastres. Este no es otro que el insufrible amaneramiento que Jean-Louis Barrault (un monstruo sagrado de la escena francesa), ofrece en su encarnación de Baptiste. Se cuenta que Barrault fue uno de los artífices del proyecto cuando este estaba en estado embrionario. Y no me extraña, su personaje no solo existe como tal, sino que se le sirve con bastante minutos de actuación que no aportan nada al film –salvo quizá demostrar su “grandeza” como maestro de la pantomima-.

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Por el contrario Pierre Brasseur compone un personaje dotado de una enorme sutileza, al que su aparentemente festivo carácter en el fondo esconde un sentido de la amistad y la comprensión de los que han sido sus amigos. Es precisamente en su desarrollo donde se logra la que a mi juicio es la mejor secuencia del film. Aquella en la que Frédérick sabotea el estreno teatral que le han brindado tres siniestros autores, convirtiendo un drama de dudoso gusto en una divertidísima comedia que el público ríe y celebra en todo momento. La escena se muestra con una excelente planificación e iluminación –casi me atrevería a decir que tiene un cierto aire renoiriano-, y es sucedida por el contraste de un neblinoso amanecer en el campo, en la que los ofendidos autores se baten en duelo con el despreocupado actor, que ha logrado al fin triunfar. El resultado es mostrado además de forma elíptica, añadiendo con ello un detalle de ingenio

Pese a todos los valores de la película, uno hecha de menos la enorme habilidad e incluso el carácter renovador que el gran Sacha Guitry introdujo en sus producciones sobre las relaciones sobre el cine, el teatro y la propia historia, o el sentido trágico que un Max Ophuls podría brindar ante una secuencia de conclusión como la de esta película, acertada en su multitudinario sentido de ambientación y escenografía, pero que me dejó totalmente frío en su ausencia de verdadero dramatismo. Es evidente que se trata de un detalle más que me hace reiterar en mi impresión general de su resultado; una excelente superproducción pero un film no tan admirable –aun lleno de notable interés- como no pocos se empeñan en afirmar, máxime en una cinematografía como la francesa que en aquellos años se encaminaba a un periodo de especial fertilidad en sus cualidades.

Calificación: 3

4 comentarios

Salvador -

Ayer vi la película. Totalmente de acuerdo con la crítica de esta página.

Clara -

Para no dominar la cinematografía y el entorno me parece una critica genial. Acabo de verla ahora mismo y tenía ganas de leer sobre ella y me he quedado satisfecha :)

antu -

Calificación: 3 sobre 3

Consuelo Carné -

La reseña adecuada, pero mi interés es saber si Marcel Carné era realmente Francés o inmigrante de España.
Mi padre solia decir que era su primo segundo.
Me gustaría averiguarlo!
Pueden ayudarme????
Gracias

Consuelo Carné