SON OF FRANKENSTEIN (1939, Rowland V. Lee) La sombra de Frankenstein
He de confesar que lo primero que ha venido a mi mente al contemplar SON OF FRANKENSTEIN –estrenada en su momento en España con el título de LA SOMBRA DE FRANKENSTEIN en vez de la lógica traducción “el hijo de...”-, es el de servir de fiel reverencia para que más de cuatro décadas después Mel Brooks retomara su desarrollo para utilizarla como base de su divertida y entrañable EL JOVENCITO FRANKENSTEIN (Young Frankenstein, 1974). Mas allá de los dos referentes auspiciados por James Whale –de los que asumió algunos elementos-, Brooks decidió prácticamente versionear esta película realizada por el extraño Rowland V. Lee ¿Por qué tomó esa decisión? Bajo mi punto de vista por que supo entender que esta tercera andadura de la criatura de la Shelley en la Universal era fundamentalmente una desaforada comedia de horror.
En los últimos años existe una corriente creciente entre determinados sectores críticos en cuestionar la valía de la primera aportación de James Whale con esta criatura –EL DOCTOR FRANKENSTEIN (Frankenstein, 1932)-, mientras que se tiende a revalorizar esta recapitulación auspiciada por Lee varios años después. Sigo considerando el primero de los títulos citados un gran film –con virtudes en ocasiones diferentes a las de su secuela, que goza de un general consenso-. Sin embargo, tenía una especial expectación a la hora de visionar SON OF FRANKENSTEIN, ya que al tiempo me permitía de alguna manera completar las aportaciones –de interés decreciente- de la célebre productora en torno a esta criatura y su creador. Debo decir que mi impresión es la de encontrarme con un producto interesante fundamentalmente por su singularidad –mas adelante señalaré que elementos aporta la misma-, al margen de que en su conjunto no pueda valorarlo más que en la frontera de lo estimable.
LA SOMBRA DE FRANKENSTEIN supone una nueva –y algo forzada- “vuelta de tuerca” en la explotación de los mitos de la Universal. Nos encontramos ya casi en la frontera de los años 40, en donde el estudio decidió rentabilizar unas formulas que tanto éxito le proporcionaron en la década precedente, aún a costa de ir perdiendo a pasos agigantados su valía cinematográfica y la talla psicológica de los mitos utilizados en la pantalla. En este sentido, el film de Lee es poco estimulante, ya que el monstruo queda como una presencia apenas explotada en su humanidad –más que en muy leves momentos en donde la criatura adquiere un cierto mundo interior-. La película nos cuenta el retorno de Wolf Frankenstein (Basil Rathbone) el hijo del maldito creador del monstruo, que retorna a la localidad de Frankenstein para asumir la herencia de las pertenencias de su desaparecido padre. Allí es recibido con notable recelo por los lugareños, tomando posesión de su mansión en la compañía de su esposa y su pequeño hijo.
En su nueva vida traba conocimiento con el inspector de la localidad (Lionel Atwill) así como con Ygor (Bela Lugosi), un extraño deforme que logró en el pasado salvarse de un ahorcamientoal ser descubierto como ladrón de cadáveres. Por las indicaciones de este advierte que la criatura de Frankenstein se encuentra vida aunque necesita un proceso para ser devuelto a la vida consciente. Wolf instala en el destruido laboratorio de su padre el instrumental necesario y logra devolver la consciencia al monstruo, el cual utiliza Ygor para culminar su venganza con los hombres de la aldea que en su momento lo juzgaron y condenaron a muerte. Paulatinamente la presencia de la criatura va rodeando la vida de los lugareños y atormentando a Wolf, que se ve rodeado de las sospechas del inspector. El influjo de las circunstancias no podrá llevar mas que al final de Ygor y del propio monstruo, decidiendo finalmente el heredero Frankenstein donar a la aldea su mansión y pertenencias.
Como señalaba anteriormente, mas allá de ciertas reflexiones que sobre esta película he tenido ocasión de leer, creo que LA SOMBRA DE FRANKENSTEIN es un argumento en el que estimo de Rowland V. Lee se implicó por la senda de la comedia. En realidad prácticamente la totalidad de sus principales personajes están descritos desde una irónica deformación. Desde la presencia de un criado –Benson- que parece un remedo de Edward Everett Horton; las propias derivaciones como comediante que asume Basil Rathbone al encarnar al atormentado protagonista –con impecable convicción y espléndida dicción-, elemento este que Gene Wilder asumió en la ya mencionada YOUNG FRANKENSTEIN. Pero es en los personajes del inspector y de Ygor donde este rasgo de comedia tiene su más aguda plasmación. El primero posee un brazo ortopédico cuya articulación contribuye a dotar de hilaridad buena parte de sus intervenciones. Mientras tanto, el personaje que encarga Lugosi aporta un especial sentido irónico al tocar un extraño instrumento desde un ventanal mientras que contempla como el monstruo se venga en su nombre de aquellos que le juzgaron y enviaron a la horca.
En definitiva, el conjunto de SON OF FRANKENSTEIN transmite la sensación de que Rowland W. Lee –que al parecer se implicó notablemente en la película-, apuesta por un desaforado tono de comedia a la que contribuyen también las manifestaciones de las “fuerzas vivas” de la aldea, o ciertos elementos que suceden en el interior de la mansión y que mueven a la sonrisa –esa aldaba que suena estrepitosamente cuando llaman a la puerta-. Por momentos me atrevería a pensar que Lee retomó algunos de los elementos de “comedia de horror” existentes en EL LEGADO TENEBROSO (The Cat and the Cannary, 1928. Paul Lení) o en la mucho menos lograda EL CASERÓN DE LAS SOMBRAS (The Old Dark House, 1932. James Whale).
Pero al mismo tiempo que esta nada solapada inclinación por la comedia, si algo destaca y otorga singularidad a la película es la espléndida escenografía que se dispone en el desarrollo de la misma. De forma muy especial hay que destacar los rasgos modernistas existentes en el interior de la mansión de los Frankenstein, provocando con tal disposición –totalmente anacrónica con la cronología del film-, una extraña sensación de extrañeza que beneficia el resultado final del mismo. Habría que retrotraerse a los planteamientos arquitectónicos de la célebre SATANAS (The Black Cat, 1934. Edgar G. Ulmer), para encontrar un equivalente en este terreno. Es más, dicha escenografía tiene unos determinados ejes plásticos; el salón central de la mansión de la familia; el laboratorio; el lugar de reunión de los aldeanos, ejerciendo como grandes marcos teatrales que de alguna forma inciden en la condición singularmente vodevilesca de esta SON OF FRANKENSTEIN. Por el contrario, mas allá del gramo de locura que aportan los elementos antes señalados, no se puede ocultar que la progresión de su guión siempre gira en la aparición de una serie de elementos que nos ayudan o avanzan en la acción. Elementos como la ciénaga de gases de azufre (intuimos que en ella acabará sus andanzas el monstruo); la herencia recibida (que lógicamente servirá para que el descendiente de la familia se interese en los descubrimientos de su padre); la existencia de dos supervivientes de cuantos llevaron a la horca a Ygor (todos sabemos que también serán asesinados)... En definitiva se suceden los detalles y situaciones que llevan al espectador a compartir las andanzas de los –bajo mi punto de vista- vodevilescos personajes de esta tan irregular como atractiva LA SOMBRA DE FRANKENSTEIN, que casi todo se empeñan en valorar con una serie de disgresiones quizá innecesarias, pero que finalmente no han sabido gozar en su caudal lleno de ironía y casi surrealista sentido del humor.
Calificación: 2’5
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carlos -