THE BLUE GARDENIA (1953, Fritz Lang)
Poco considerada incluso entre determinados incondicionales del cine de Fritz Lang –aspecto en el que están en su derecho y en cierto modo tiene su justificación; THE BLUE GARDENIA no es un film redondo-, sinceramente no comparto demasiado esta impresión, ya que la mencionada THE BLUE GARDENIA (1953) me parece no solo una singularidad dentro de la filmografía norteamericana del realizador vienés. Al mismo tiempo y constatando su relativa irregularidad posee abundantes momentos de buen cine –algunos incluso apasionantes-, y finalmente se erige en sus constantes temáticas dentro de algunas de las líneas habituales del realizador y –esto es lo importante- adelanta algunas de las agudezas en el análisis de la viciada sociedad norteamericana de aquellos años, en los que incidirían sus dos últimas grandes realizaciones en USA –la admirable MIENTRAS NUEVA YORK DUERME (While the City Sleeps, 1956 -en mi opinión su obra cumbre-) y la posterior e igualmente excelente MAS ALLÁ DE LA DUDA (Beyond a Reasonable Doubt, 1956).
THE BLUE GARDENIA –que sorprendentemente jamás tuvo un estreno comercial en España y solo ha sido conocida en pases televisivos y recientemente en su edición en DVD-, se basa en una historia de Vera Caspary –LAURA-, a la que dio forma como guión Charles Hoffman. La primera impresión que se obtiene viendo esta película es la de ser un perverso reverso a las diversas películas que la Fox iría imponiendo comercialmente en aquellos años fundamentalmente de la mano del revisable Jean Negulesco. Títulos caracterizados por su carácter edulcorado, ambientes sofisticados y la presencia de la mujer como un elemento activo pero siempre tomado como objeto dentro de la misma. En su oposición, la propuesta de Lang ya desde el primer momento muestra abiertamente un carácter irónico y distante ante este planteamiento al describirnos a ese trío de muchachas que conviven en una misma casa. Se trata de Norah (Ann Baxter), típica telefonista y protagonista del film-, Crystal (Ann Sothern), aparentemente sofisticada mujer y finalmente Sally (Jeff Donnell), una joven apasionada fundamentalmente por las novelas de misterio –y que proporciona algunos de los instantes más divertidos del film-.
En su primer tercio THE BLUE GARDENIA procede a la descripción de estos tres personajes femeninos y al mismo tiempo los entrelaza con otros dos masculinos que mucho han de tener que ver en el desarrollo del film. De un lado tenemos al periodista Casey Mayo (impecable Richard Conte) y por otro lado al dibujante y reconocido conquistador femenino Harry Prebble (de cuyo personaje Raymond Burr ofrece una de la caracterizaciones más cotidianamente ambigüas –valga el contrasentido- de toda su carrera). Ya en las secuencias iniciales Prebble intentará lograr que Crystal sea su próxima conquista, obteniendo de ella su número de teléfono.
Llegada la noche en la casa de las tres jóvenes, solo Norah se quedará a cenar junto a la foto de su mitificado soldado con el que mantiene una relación en la distancia, esperando leer allí la carta que ha recibido ese día. Lo que parecía ser una inusual cita amorosa pronto se convertirá en amargo desenlace cuando el soldado revele en su escrito que ha encontrado otro amor en una enfermera en campo de guerra. En esos momentos se recibe la llamada de Prebble –intentando la cita con Crystal-, simulando Norah su lugar telefónicamente y acudiendo a la cita con este. Pese a su sorpresa inicial el bon vivant no desdeña la compañía de Norah, invitándola a cenar y siendo generoso con la bebida, accediendo esta en buena medida para olvidar la mala nueva que ha leído anteriormente. Este la invita a su estudio y allí intenta hacer de ella otra de sus conquistas, produciéndose una situación que finalizará en el asesinato de este en medio del shock de Norah, que es incapaz de recordar lo sucedido.
A la mañana siguiente poco a poco va adquiriendo conciencia de lo vivido, estableciéndose en ella un autentico tormento interior que está espléndidamente expuesto por Lang a través de su muy experta planificación y los toques expresionistas que le permite la colaboración con el gran operador de fotografía Nicholas Musuraca. Cualquier ruido, indicio de sospecha o presencia cercana de un policía resultan estremecedoras para Norah (al que la habitual afectación interpretativa de Anne Baxter ofrecen una adecuada vulnerabilidad a su personaje). De forma rápida se va estrechando para ella el cerco en el recuerdo de una situación de la que ciertamente no se siente responsable, por más que las numerosas pruebas e indicios vayan encaminadas a demostrar su culpabilidad. Ciertamente no puede decirse que nos encontremos ante un argumento plagado de originalidad, pero no es menos cierto que el maestro vienés consigue con una planificación elegante y quizá algo inusual de la sequedad que le caracterizaba en sus producciones de aquellos años no solo remontar el interés del film, sino establecer a través del mismo una nada complaciente radiografía de la sociedad USA, que tendrán una mayor incidencia a partir de la idea del periodista de escribir en su diario una carta a la asesina anónima –un claro precedente de la magistral MIENTRAS NUEVA YORK DUERME-. Es a partir de ese nuevo elemento de guión cuando la película cobra sus mayores cotas de interés, con secuencias tan espléndidas como las de la primera llamada de Norah a Casey –momentos antes este ha recibido otra al parecer intrascendente pero que cualquier espectador avezado intuye va a tener una notable importancia posterior- o el encuentro entre ambos en unas dependencias de la sede del periódico que con la iluminación y planificación adquieren tintes casi asfixiantes.
En ese encuentro se establece al mismo tiempo una mutua atracción entre ambos personajes, aunque el elemento de la confianza entre ambos no quede plenamente cerrado y la ingerencia en la siguiente visita de Norah al periodista –que sirve a los planes de la policía de capturar a la asesina-, frustrará que este elemento prevalezca entre ellos –la “colaboración” de uno de tantos confidentes policiales anónimos de aquellos años de libertad vigilada en USA (el caricaturesco barman)-. No será finalmente hasta una posterior intuición del reportero –un disco que sonaba en casa de Prebble cuando este fue asesinado- un tanto pillada por los pelos pero que posibilita un desenlace satisfactorio al argumento, concluye esta película indudablemente sencilla pero resuelta con brillantez.
Al logro de su personalidad no hay que omitir el encanto que produce la presencia del muy conocido tema Blue Gardenia que Nat King Cole entona en un momento del film –la cena en la que Prebble flirtea con Norah-, y que posteriormente se convertirá en el leiv-motiv del mismo de forma sugerente. Nadie duda que con ello se pretendía de alguna forma retomar el referente del premingeriano LAURA, pero no es menos cierto que la apuesta resulta eficaz, envolvente y elegante en un film extraño dentro de la filmografía del gran Fritz Lang, coherente con algunas de las inquietudes que caracterizaron su obra norteamericana y que dentro de sus limitaciones –aunque me gustaría ver cuantos realizadores de nuestros días han logrado llegar al nivel de un título como este- no goza de la estima que merece.
Calificación: 3’5
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