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CINEMA DE PERRA GORDA

MASH (1970, Robert Altman) Mash

MASH (1970, Robert Altman) Mash

Puede decirse que con el enorme éxito que cosechó en el momento de su estreno –logró la Palma de Oro del Festival de Cannes 1970, varias nominaciones a los Oscars del año siguiente y otros premios de menor entidad- ciertamente MASH (1970) fue la película que proporcionó la fama internacional a Robert Altman –por aquel entonces ya con una larga experiencia en el medio televisivo y algunas películas a sus espaldas-. Fue el inicio de un “periodo dulce” que se extendió durante toda la década de los setenta y que descendió progresivamente en el decenio siguiente hasta tener que volver al medio televisivo del que emergió. No sería hasta inicios de los noventa cuando –con la también exitosa THE PLAYER (1992) –EL JUEGO DE HOLLYWOOD- nuevamente retornaría a un primer plano de la realización cinematográfica, con resultados puntuales tan brillantes como es el ejemplo de la excelente VIDAS CRUZADAS (Short Cuts, 1993) –bajo mi punto de vista y solo con un conocimiento parcial de su obra, su mejor film-.

En cualquier caso la trayectoria de Altman nunca ha escapado a la controversia, esgrimiendo sus admiradores su innegable sentido satírico y mordaz mientras que sus detractores siempre opusieron la suciedad narrativa de sus títulos –tampoco les falta razón-. Ese predominio absoluto de unos recursos fílmicos utilizando los teleobjetivos y el zoom, con una puesta en escena desmañada y hasta cierto punto zafia, en no pocas ocasiones se ocultó a la hora de defender unos títulos que se desmoronaban en esta vertiente. En esta tesitura, contemplar la en su momento “disolvente” MASH puede ser una dura prueba para aquellos que defendieron aquel lejano cine de Altman, al comprobar que su extenso metraje realmente carece de unidad argumental y se puede resumir en una serie de sketchs desiguales, más o menos logrados según el caso, sobre un grupo de médicos y oficiales emplazados a Japón en el escenario de la Guerra de Corea de inicios de los cincuenta.

Es evidente que la película jamás pretendió ocultar esa innegable ascendencia, que quizá habría que buscar en el más atrevido humor televisivo de la época. Y creo que ciertamente la presencia de ese sentido de lo irreverente y lo atrevido, es la que de alguna manera permite que treinta y cinco años después de su estreno, MASH si bien no conserva en modo alguno la capacidad de sorpresa que provocó en su momento –como tantos otros títulos de su época está muy envejecida-, sí que mantiene una cierta frescura que se va advirtiendo poco a poco una vez el espectador entra “en materia” y conoce a esos en el fondo entrañables personajes que pocos años después prolongarían su vida, esta vez en la pequeña pantalla, con una serie bien conocida especialmente por aquellos que ya nos adentramos en la cuarentena.

Dentro de esa estructura de episodios, en las que prácticmente se ironiza y parodia todo aquello que pudiera considerarse “intocable” –la patria, la religión, el estamento militar, la represión de la sexualidad, etc.-, estos se desarrollan con una notable desdramatización y sin olvidar que el desarrollo de la misma tiene lugar en un hospital de campaña –del que se muestra la tensa frialdad de sus operaciones con una lograda distanciación-, con la consabida fealdad visual acostumbrada en el cine del realizador en aquella época, y ciertamente la entidad y capacidad de sorpresa de sus diferentes episodios es bien dispar. Entre los más logrados citaría sin duda las desventuras que sufre la soldado O’Houlihan “Labios calientes” –Sally Kellerman- y, por supuesto, la ceremonia del fallido suicidio de Waldowski (John Schuck) –con su inequívoca referencia visual a la última cena de Cristo-. Y entre los realmente menos conseguidos citaría en cabeza la larga secuencia del partido de fútbol americano que alarga innecesariamente la parte final del film sin ofrecer a cambio una conclusión interesante, más allá de la propia auto referencia en los altavoces del campamento, que servirá para entresacar en breves planos a todos los componentes de su realmente brillante cast, en un tono de private joke que volvería a utilizar Altman en su film posterior –EL VOLAR ES PARA LOS PÁJAROS (Brewster McCloud, 1970).

Con todas sus irregularidades, con la inevitable referencia que las actitudes casi absurdas del inconformismo de los dos personajes protagonistas –los encarnados por Donald Sutherland y, muy especialmente, Elliott Gould- nos remite al humor de Groucho Marx, ciertamente no se puede considerar ni de lejos MASH como un clásico de la comedia americana –el género ya estaba casi difunto en USA tras un periodo de gran brillantez-, pero más allá de su interés sociológico, permite que se pueda disfrutar de más de un momento divertido e hilarante.

Calificación: 2

1 comentario

Borja -

La vi hace poco también y, sin entender el por qué de su éxito/prestigio, busqué y encontré que parece que fue una de las primeras pelis que usó ese formato de "sketches", sin una unidad argumental clara... Bueno, eso decían, yo lo dudo.
Estoy completamente de acuerdo contigo, tiene algún momento divertido y es agradable ver cómo se cargan un poco todo, pero le falta una narrativa con sentido, con interés.