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CINEMA DE PERRA GORDA

MUSIK I MÖRKER (1948, Ingmar Bergman) Noche eterna / Música en la oscuridad

MUSIK I MÖRKER (1948, Ingmar Bergman) Noche eterna / Música en la oscuridad

Creo que su acertada y progresiva edición en DVD, se ha podido comprobar que las películas que conforman el inicio de la trayectoria de Ingmar Bergman, no solo interesan por los atisbos de constantes visuales y temáticas que pocos años después irían conformando un estilo inconfundible. Más allá de esa circunstancia, estas primeras obras atraen en sí mismas como ejemplos por lo general interesantes de una forma de entender el melodrama que incluso se extiende a su título de debut en la pantalla –CRISIS (Kris, 1946) una película de notable interés- y que son deudores de la austeridad del cine dramático nórdico.

Este es el ejemplo, una vez más, de MUSIK I MÖRKER (1948), cuarto de los títulos dirigidos por Bergman, estrenado en su momento en España con el título NOCHE ETERNA y actualmente mediante edición en DVD con el de MÚSICA EN LA OSCURIDAD. En su desarrollo creo que hay que valorar el tratamiento cinematográfico que lo envuelve mas allá que las situaciones tomadas como referente y las causas que los rodean –guión de Dagmar Edqvist basado en su propia novela-. En l su adaptación cinematográfica Bergman inicia muy pronto el drama que sobrellevará su argumento. El joven soldado Bengt Vyldeke (Birger Malmsten) sufrirá un accidente en un entrenamiento –al ir a recoger a un perrito que ha visto en pleno campo de tiro; es un hombre sensible-. A consecuencia del mismo quedará ciego –tras sufrir una serie de pesadillas alucinatorias-. El realizador sueco resuelve rápidamente el proceso de curación de sus heridas, pasando a un plano general en el que repentinamente al despertar, descubre su ceguera. Es así como comprobaremos que la historia no se centrará en la depresión sufrida por la imposibilidad de ver –aunque tangencialmente algo de ello quede en la película-. Antes al contrario, este pequeño drama se centra en el sufrimiento de la soledad –su antigua novia lo abandona al no poder acompañarle en su nueva situación- y el intento de búsqueda de una nueva luz encarnado en una persona que pueda acompañarle en su vida. Para ello muy pronto tendrá una especial querencia con la joven Ingrid (Mai Zetterling), la dulce y hermosa sirvienta. Pero en esa relación se verá una correspondencia, ya que lo que para ella es sombra servirá para demostrar la madurez que se presenta en él –la secuencia quizá un tanto pueril en la que e oscurece la sala y él la guía-.

Una vez se despunta la relación es cuando se plantea un conflicto de clase, puesto que la condición de sirvienta de Ingrid le impide prácticamente plantearse la seriedad de esta relación. Por ello que la joven y Bengt se separan y el invidente se marcha a la ciudad intentando ganarse la vida como pianista en un restaurante tras no lograr ser elegido en la academia de música –en donde se producirá un fortuito encuentro con su primera novia; la detecta al escuchar su voz-. La experiencia laboral acabará mal e intentará asimismo lograr una estabilidad profesional como afinador de pianos. Todo ello hasta que en un neblinoso oscurecer se encuentre –una vez más su fino sentido auditivo le sirve como aliado- con su antigua sirvienta. Ello les permite a ambos reiniciar sus contactos pese a que Bengt no pueda superar la nueva relación de esta con otro hombre. Pese a esta circunstancia y tras una secuencia de alcance dramático –el invidente se pierde y está a punto de ser atropellado en una estación de ferrocarril-, logra recuperar la estima de Ingrid, planteándose ambos el matrimonio. El severo vicario que sigue como tutor de la joven hasta que alcance la mayoría de edad –se ha quedado huérfana; ella y Bengt se conocieron precisamente cuando el segundo participó en los funerales de su padre tocando el órgano-. Sin embargo, la pareja de amantes se mantienen en su decisión y contraen matrimonio, huyendo en su viaje de novios por tren al encuentro con una nueva vida.

Creo que fundamentalmente, hay que destacar en MUSIK I MÖRKER la sobriedad con la que contemplamos en la pantalla el drama de su protagonista, la intención del director de soslayar en la medida de lo posible los elementos más comúnmente melodramáticos por medio de unas elipsis que quizá en ocasiones dejan demasiados vacíos en la narración, y le otorgan un determinado carácter de narración dispersa. Hay que destacar también en el retrato de los dos jóvenes ese peso atávico que les proporciona tanto su status social como la no menos importante condición vital, en un extraño ejercicio de luces y sombras que tiene su oportuna traslación en el juego de iluminación puesto en práctica por Bergman caracterizado por su contraste.

Esta circunstancia y esa querencia del realizador sueco por lograr extraer de los rostros de Malmsten y la Zetterling la máxima fuerza expresiva e interiorización de sus personajes, y para lo cual la labor de los dos actores se convierte en su mejor aliado –ambos están magníficos- quizá se erijan en el elemento más destacable de esta película en la que ya su artífice incide en los círculos familiares cerrados y puritanos, crisis existenciales y angustias vitales que paulatinamente se adueñarán de su mundo cinematográfico. Como detalle curioso señalar la presencia en las secuencias del trauma del soldado recientemente herido, en las que destaca un lenguaje vagamente “surrealista” muy en boga por aquel entonces en el denominado cine “psicoanalítico” de Hollywood.

Calificación: 2’5

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