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CINEMA DE PERRA GORDA

THE SILVER CORD (1933, John Cromwell) [Dos amores]

THE SILVER CORD (1933, John Cromwell) [Dos amores]

Pese a los esporádicos intentos que John Cromwell intenta aplicar a lo largo de su desarrollo, no se pude decir que THE SILVER CORD (1933) –jamás estrenada en España y emitida por televisión con el título de DOS AMORES- pueda erigirse como uno de los títulos más representativos de este periodo tan definitorio en la trayectoria de su realizador. No es para menos, ya que la película muy pronto se manifiesta como una adaptación mas bien fiel de una de tantas obras teatrales aparentemente provocadoras, y en el fondo más conformistas de lo que parece. Lo que en un momento dado se puede ofrecer como una crítica al matriarcado norteamericano, finalmente se revelará como la plasmación de un caso particular de madre castradora y dominante –y el texto hace mención expresa a su relativa excepcionalidad-. No cuesta mucho imaginarse al público bienpensante y enjoyado que en aquellos primeros años treinta se escandalizó con la andanzas, trucos y obsesiones casi dignas de un “complejo de Edipo” mantenidas por la viuda Mrs. Phelps (una Laura Hope Crews adelantando un personaje tantas veces estereotipado posteriormente en la pantalla por actrices como Bette Davis), al objeto de mantener bajo su regazo a sus dos hijos; el ya casado y más independiente David (Joel McCrea) y el más joven, inmaduro y hasta quizá sospechoso de cierto amaneramiento Bobby (Eric Linden).

Será precisamente con sus argucias con lo que consiga que este rompa con Hester (Frances Dee), muchacha con la que se había comprometido, revelando la absoluta dependencia que la madre mantiene con su hijo menor, y que roza abiertamente lo incestuoso –el beso que le brinda tiene bastante de mórbido-. Algo parecido estará a punto de lograr con David, pero este está casado con Christina (estupenda Irene Dunne), mujer de ciudad que se encuentra embarazada de su primer hijo, que muy pronto advierte el carácter posesivo de su suegra y a la que finalmente plantará batalla con el objeto de lograr que su esposo no caiga en las trampas que la anciana le tiende con el objeto de no separarse de su lado.

En realidad, el nudo principal de la película se centra en la lucha psicológica que se establece entre madre – hijos y fundamentalmente en la contraposición existente en el joven matrimonio formado por David y Christina. Y hay que decir que sus andanzas, incidencias y dudas provocadas por los dos hijos de la Sra. Phelps están filmados de forma bastante teatral, aunque sin que esta elección formal permita observar pesadez alguna en la película –a lo que contribuye su duración de poco más de setenta minutos-. Es más, hay instantes y determinadas secuencias en las que se observa un intento por parte de Cromwell de otorgar al material de que dispone de cierta consistencia cinematográfica. Y con ello me refiero a la secuencia en la que mediante picados y contrapicados se planifica el “asalto” psicológico de la madre hacia su hijo menor –que pretende estudiar alguna vertiente artística-, el momento en que en plano general se filma la bajada de las escaleras de la mansión de los Phelps de la humillada Hester abrazada por Christina; un momento posterior que recoge un descenso y posterior ascenso de Christina y David por la mencionada escalera, caracterizado por una sinceridad en el trato de las relaciones de pareja que en buena medida define el conjunto del personaje encarnado por Irene Dunne –sin duda el más lúcido de toda la función-. Finalmente, cabría destacar el instante de off narrativo que se observa en los primeros compases de la presencia del joven matrimonio en la mansión de la Sra. Phelps, cuando estos salen al jardín de la misma y manifiestan una madurez en su relación que es observada con recelo desde el interior de los ventanales de la misma. Sin lugar a dudas, son actitudes que en poco casan con el criterio de la dominante matrona.

Son, pese a todo, instantes que insuflan un cierto dinamismo a un típico talkie de la época, al que ciertas alusiones a la mórbida relación que la posesiva protagonista mantiene especialmente con su hijo menor –al cual condenará a un dominio absoluto y a su definitiva ruina como persona-, sin duda deviene al estar rodada poco antes de la implantación del Código Hays, pero que no elimina el cierto aire polvoriento que envuelve toda la función, por más que nos inspire cierta simpatía.

Calificación: 1’5

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