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CINEMA DE PERRA GORDA

ANN VICKERS (1933, John Cromwell) Ana Vickers

ANN VICKERS (1933, John Cromwell) Ana Vickers

ANN VICKERS (Ana Vickers, 1933. John Cromwell) fue un popular melodrama en el momento de su estreno y uno de los primeros éxitos personales de su realizador, que le permitió consolidarse como experto en el género. Probablemente en la consecución de esa inmediata popularidad influyeron poderosamente dos factores. Uno de ellos creo que estuvo centrada en la estupenda labor de Irene Dunne en el personaje protagonista –en aquel entonces se consagró como una de las actrices más populares de aquellos años y en este trabajo subraya su personalidad envuelta en una lánguida mirada-. El otro elemento de especial interés fue el ser una adaptación de la novela del conocido y ya galardonado Premio Nóbel de Literatura, Sinclair Lewis, que fue trasladada a la pantalla por Jane Murfin. Esa aureola de “adaptación de prestigio” tiene su primera expresión en el film en los propios títulos de crédito, escenificados a partir del propio discurrir de hojas de la novela.

Tanto el referente literario como la propia película tienen como eje el personaje de Anna (Irene Dunne), cuya trayectoria vital es narrada a partir de la repentina relación que mantiene con el apuesto Capitán Lafe Resnick (Bruce Cabot). Nos encontramos en periodo de plena I Guerra Mundial y la fuerza que el militar le ofrece es suficiente para quedar rendida ante él y que este la deje embarazada sin saberlo. Poco después Ann comprenderá que para el joven no ha sido más que una aventura y de forma paralela perderá al hijo que esperaba. Espoleada por la vivencia rechazará a otro pretendiente  -en este caso un bondadoso jurista-, ya que con él hay simplemente una buena amistad. Poco después Ann ejercerá como asistenta en prisiones, viviendo experiencias traumáticas en el recinto que relatará en un libro de gran éxito, que será prologado por el Juez Dolphin (Walter Huston).

A consecuencia de su éxito será destinada en un centro de reinserción de presas, conociendo poco después en una fiesta a ese juez que tanta involuntaria publicidad le había proporcionado. Entre ambos anidará la semilla del amor e incluso de nuevo se quedará embarazada, aunque este se encuentra casado y no ha podido obtener el divorcio. Sin embargo, no todo irá bien en la nueva situación, ya que Dolphin será juzgado y encarcelado por tratos de favor en su acusación, situación que provocará la renuncia de Ann en el cargo que ocupaba. Nuestra protagonista tendrá el hijo de ambos  en una difícil situación, esperando que su amado cumpla la condena e intentando inútilmente hacer valer sus amistades e influencias, de alguna manera rompiendo con la dignidad que siempre había mantenido como persona. Afortunadamente, y debido a su buena conducta, tres años bastarán para que este reencuentro se produzca de forma inesperada.

ANN VICKERS sorprende en primer lugar por su fluidez narrativa. Con un constante uso de la elipsis, la película utiliza estos rasgos cinematográficos para soslayar los puntos quizá más comprometidos de la película, como son las referencias a los dos embarazos que tiene la protagonista, pero también permite que la acción avance con ligereza en el paso del tiempo, a lo que hay que destacar la escueta duración del film.-poco menos de 80 minutos-. Al mismo tiempo, y como sería por otra parte habitual en este periodo inquieto de las realizaciones de Cromwell, el realizador se recrea utilizando detalles en la iluminación de los fondos, como la constante referencia a sombras de persianas y elementos que inducen a pensar en la opresión, así como ofreciendo cuando estima necesario una destacada movilidad en la cámara que permite que la película adquiera incluso en nuestros días una notable vivacidad. Es evidente que Cromwell dirigía talkies pero no resulta menos cierto que al menos intentaba expresarlas en términos cinematográficamente dinámicos, al tiempo que en este caso son también destacables la cotidianeidad del tono del conjunto del film, en el que destaca su total ausencia de tremendismos melodramáticos.

Es también destacable señalar que el retrato que se ofrece de la protagonista permite familiarizarnos con esas libertades que el cine de Hollywood tenía hasta la llegada del código Hays. La modernidad en la presentación de una mujer activa, emprendedora, de perfil adulto y pensamiento progresista, es algo que posteriormente no sería tan habitual en el marco de unos melodramas que en el cine norteamericano irían retrocediendo años después hacia posiciones más sumisas y conservadoras. Esa misma situación en un periodo más abierto y explícito en alusiones y referencias, es la que permitirá que algunas de ellas se ofrezcan aún hoy con notable capacidad transgresora a nivel sexual, destacadas especialmente a la hora de describir el personaje del Capitán Resnick que supone la primera relación de Ann. Cromwell nos lo muestra en primer lugar encuadrando sus brillantes y lustrosas botas de montar, hasta describirlo poco después en su arrogante atractivo con una panorámica ascendente. Es evidente que en la película no ejerce más que como símbolo de sexualidad, a lo que incide poco después en el célebre plano en el que Resnick se abraza con Ann y cae de sus manos su chaqueta del uniforme hasta los pies de ambos. La cámara desciende y a continuación efectúa una panorámica hacia la derecha hasta encuadrar el exterior de un anuncio urbano que realiza una alusión sobre la supremacía de la mujer. La imagen fundirá con otro plano que indica “armas al hombro”, que nos servirá para anunciar el retorno del militar al combate.

Junto a ello, ANN VICKERS ofrecerá detalles cinematográficos heredados del cine mudo y el expresionismo, como los planos que se ofrecen en sobreimpresión a la expresión asustada de la protagonista cuando contempla el motín en la prisión en donde se encuentra como asistenta -la utilización de la horca y diversos elementos cercanos a la  tortura-. Quizá fue este el primer contacto de Cromwell con el cine carcelario, que posteriormente fue su material de base de otros títulos de su filmografía –como el brillante CAGED (Sin remisión, 1950)-.

En todo caso y con la suma de estas virtudes, la película da en todo momento la impresión de que lo que nos cuenta está muy por debajo de la novela en la que se basa. Esa propia sensación de rapidez en la evolución de la historia impide que las andanzas de la protagonista tengan la necesaria profundidad e invada la sensación de asistir a una forzada reducción cercana al Reader’s Digest y la constante sensación de pasar por alto muchos detalles que impiden que esta adaptación prenda en las posibilidades que apuntaba, y a la que una conclusión decididamente insatisfactoria perjudica un tanto.

Calificación: 2’5

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