BROKEBACK MOUNTAIN (2005, Ang Lee) Brokeback Mountain. En terreno vedado
Sucede en algunas ocasiones –sobre todo a la hora de intentar saborear el cine de los últimos años- que importa en demasía la valoración en “efecto dominó” imbuida por unas opiniones en muchas ocasiones poco rigurosas, y uno acude a la pantalla a contemplar un producto aclamado, con una mezcla entre miedo a finalmente disentir y las ganas de desmarcarse de un criterio que ya te han marcado de antemano. Eso me sucedió personalmente cuando me disponía a visionar BROKEBACK MOUNTAIN (Brokeback Mountain. En terreno vedado, 2005. Ang Lee), tras tener ocasión de leer una auténtica catarata de comentarios entusiastas y una carrera de galardones que se inició con el León de Oro del festival de Venecia 2005.
Pero más allá de todo ello y de las sorprendentes posibilidades que tiene cara a la carrera de los Oscars 2006, lo cierto es que me guiaba y esperanzaba el buen recuerdo que me dejaron dos anteriores títulos firmados por el realizador taiwanés, como fueron SENSE AND SENSIBILITY (Sentido y sensibilidad, 1995) y, fundamentalmente, THE ICE STORM (La tormenta de hielo, 1997) –con la que esta película conserva ciertas afinidades, sobre todo en su carácter descriptivo de determinados estratos de la sociedad estadounidense-. Una vez contemplada, y hasta permitir que el paso de unos años pueda determinar si se consolidan sus cualidades mas allá del relativo atrevimiento que se plantea en el momento de su estreno, me atrevo a señalar que la película de Ang Lee es una brillante propuesta cinematográfica, en ocasiones incluso conmovedora, deudora de un clasicismo narrativo innegable, portadora de una mirada desencantada sobre las represiones de unos periodos y entornos de la “América profunda”, que cuenta con una magnífica labor del conjunto de intérpretes, ambientada de forma muy creíble –sobre todo en sus descripciones de esa mezcla rural y urbana y, fundamentalmente –y creo que ello es lo que quedará como elemento más perdurable con el paso del tiempo-, portadora de una historia de frustración que bordea la búsqueda del disfrute de la felicidad como seres humanos, finalmente truncada por unos condicionamientos y criterios totalmente arraigados en el entorno donde se desarrolla la misma, y que incluso llegan a impedir a uno de sus dos protagonistas a decidirse a asumir hasta sus últimas consecuencias la pasión amorosa que le une a su inicial compañero de trabajo.
Pese a todos estos elementos netamente positivos, no puedo considerar BROKEBACK MOUNTAIN como ese producto redondo que tantos se empeñan en pregonar, por cuanto en él se detectan ciertas debilidades, entre las que curiosamente no citaré una que otros han argumentado –su larga duración-. Creo que la película goza de un tempo adecuado, pero en su defecto observo algunos insertos facilones –el recuerdo de infancia de Ennis, encima mostrado con un ridículo ralenti; el último plano en que aparece Jack y se muestra la realidad de su destino- o situaciones algo tópicas –el instante en que el ganadero Joe Aguirre contempla con sus prismáticos a los dos jóvenes correteando alegremente por el valle sin camisa-.
La película de Ang Lee me recordó poderosamente dos de las obras mayores –en una opinión muy personal- del moderno cine norteamericano. Una de ellas, reconocida por el propio realizador, y a la que le une la presencia del guionista Larry McMurtry, es la de THE LAST PICTURE SHOW (La última película, 1971), la obra cumbre de Peter Bogdanovich. Y en esta ocasión por momentos parece que se logre una continuidad por medio de esas calles de pueblos del Oeste contemporáneo, llenas de vaqueros, polvo, casas de escasa altura ubicadas en un marco urbano casi fantasmagórico y fuera de época y en el que parece no discurrir el normal devenir del tiempo. Es curioso señalar que el propio Bogdanovich dio vida una auténtica continuidad con la poco recordada TEXASVILLE (1990), que se desarrollaba por marcos ambientales bastante similares. La otra referencia –que al parecer no ha advertido nadie- se acerca a la gran película de Elia Kazan SPLENDOR IN THE GRASS (Esplendor en la hierba, 1960). Y de aquel inolvidable film se traslada esa sensación final de fracaso vital, de falta de arrojo a la hora de lograr la realización personal e intentar huir de lo “normalmente establecido” que, en muchas ocasiones, ahoga la libertad del individuo -por muy atrevida que esta huída pueda parecer-, que impregnaba fundamentalmente aquel inolvidable final –uno de los más memorables de la historia del cine-, aunque en este caso adquiera unos tintes mas sombríos y progresivamente trágicos.
Como quiera que el argumento de BROKEBACK MOUNTAIN –basado en un relato corto de E. Annie Proulx- está bastante difundido y conocido por todos, creo que solo baste con señalar que la película nos muestra a grandes rasgos el encuentro a partir del verano de 1963 de dos jóvenes cowboys –Jack Twist (Jake Gyllenhaal) y Ennis del Mar (Heath Ledger)-. Ambos han acudido al valle Brokeback Mountain para lograr una sustanciosa paga salvaguardando las ovejas del acecho de animales salvajes. Jack es un joven extrovertido y alegre mientras Ennis es completamente introvertido y escasamente conversador. Pese a la oposición de caracteres –o quizá gracias a ello-, ambos revelarán finalmente una pasión amorosa incontrolable, sobre todo en el caso de Ennis, que pese a su progresiva y fiel relación con Jack, jamás consentirá en vivir el resto de su vida junto a él, tal y como su amante le señala en ocasiones. Ambos prolongarán su relación por espacio de dos décadas, con encuentros esporádicos en ese valle que para ellos se convertirá en símbolo y auténtico arcano de su felicidad. Ambos al paso de pocos años se casarán y tendrán hijos, llevarán una vida mas o menos caracterizada por el trabajo, pero fundamentalmente por la frustración y el secreto recuerdo de aquel verano que les permitió, siquiera fuera por poco tiempo, sentir en su cuerpo y su alma la felicidad y el amor.
Mucho se ha hablado y escrito sobre BROKEBACK MOUNTAIN, por lo que en estas líneas me gustaría detenerme en algunos aspectos concretos que llamaron mi atención. Por un lado hay que destacar la excelente utilización que el elemento paisajístico tiene en el desarrollo de la película, especialmente en la parte inicial que rebela el contacto y el inicio de las relaciones entre los dos protagonistas. Se trata de una presencia que en modo alguno se deja llevar por preciosismos –es uno de los riesgos que la película sabe eludir en todo momento-, y se integra en la evolución y el estado de ánimo de sus personajes –basta una mirada un poco atenta a su desarrollo, para comprobar esa afinidad que nos remite al cine del Oeste practicado por nombres como Anthony Mann o Henry Hathaway-. Al mismo tiempo, BROKEBACK... destaca en su desarrollo contenido –otro riesgo que logra sobrellevar es el del tremendismo de algunos momentos-, pudoroso, sensible y que al mismo tiempo logra penetrar con la mirada del entomólogo en la brutalidad de unas costumbres, de una cultura basada en un falso concepto de la virilidad, en la que la mujer tiene un papel siempre caracterizado por la servidumbre y el sufrimiento, y en donde de alguna forma se desliza una sorda mediocridad por sus calles, sus casas, sus costumbre rutinarias y en ocasiones anacrónicas e incluso en el anacronismo de su vestuario.
Esa mirada desencantada, pesimista y opresiva, adquiere en esta película unos tintes progresivamente lúgubres como si para nuestros protagonistas se dispusiera una tela de araña de la que no pueden escaparse y que pese a su recuerdo, a sus vivencias periódicas, y a su lucha con los elementos y condicionamientos sociales, finalmente no podrá resolverse de forma positiva, quizá por que es precisamente esa forma de vida la que ha penetrado y alienado tanto a sus moradores –entre ellos al dubitativo Ennis-, que no pueden hacer el esfuerzo para ellos sobrehumano de salir y retornar, siquiera simbólicamente, a la vivencia plena de ese Brokeback Mountain que les marcará como una especie de Shangri La en el que parecen no envejecer en su interior, pese a las evidentes huellas que el paso del tiempo irá marcando en los inicialmente atractivos aspectos de Jack y Ennis.
Dentro de un conjunto preciso y bien modulado –pese a reiterar que no veo en el esa sublimación que le hace ser aclamado en muchos otros sectores-, destacaría tres momentos que personalmente llegaron a emocionarme, especialmente el último de ellos. Me estoy refiriendo al momento de la segunda entrada en la tienda de campaña de Ennis –antes han tenido ambos su primera relación sexual, narrada en un único plano-, en la que Jack lo abraza compasivo y ambos se besan, en un instante de una calidez y temperatura emocional admirable. Más aún lo es el instante en que ambos se reencuentran cuatro años después, fundiéndose en un sincero abrazo y besándose, aspecto que es contemplado por la esposa de Ennis apostada en la ventana, y ratificando las sospechas que ya tenía de la tendencia sexual de su esposo –previamente este ha querido hacer el amor con ella poniéndola de espaldas-.
Pero ambas secuencias palidecen por la sensación dolorosa y el nudo en la garganta que llega en la penúltima secuencia de la película –a mi juicio la que cierra el film es innecesaria y reiterativa-, en la visita de Ennis a casa de los padres de Jack. Se trata de un fragmento único, magistral, en el que el peso de las miradas de los actores, la duración de los planos, su iluminación, y los sentimientos que en ella se disponen, está dado de la mano con el atavismo de pensamientos que representan los padres de su amante. Él, aún perseverante en la típica mentalidad machista e intransigente, mientras que en la madre se advierte el profundo conocimiento de la relación que su hijo mantuvo con Ennis y se mostrará comprensiva y secretamente cómplice con este. Mas allá de valorar que BROKEBACK MOUNTAIN sea uno de los mas grandes films norteamericanos de los últimos años –afirmación que no comparto abiertamente-, lo cierto es que esa pequeña secuencia de apenas un par de minutos de duración si que puede considerarse uno de los momentos más dolorosos del cine en los últimos años.
Para finalizar, dos acotaciones. La primera de ellas lamentar el nefasto doblaje de la película ofrecido en España, que llega a distanciarnos de esos diálogos intimistas y presumo que casi susurrantes entre los protagonistas. Por otro lado, y aunque es cierto que en la mayor parte de los comentaristas se destaca especialmente la labor de Heath Ledger sobre la de Jake Gyllenhaal –en un estúpido contrasentido de estudio, se está lanzando al primero a ser nominado para galardones como actor protagonista mientras que el segundo se relega como intérprete secundario, cuando ambos permanecen en tiempos similares en pantalla-, he de señalar que aunque la de ambos me parece magnífica, prefiero la del segundo, más homogénea en su personalidad. Cierto es que Ledger –quien nunca me ha parecido un intérprete muy afortunado, aunque cierto es que a partir de aquí se le abren caminos muy estimulantes-, logra momentos absolutamente maravillosos caracterizados por su contención y expresión corporal, pero también detecté algunos instantes en los que su labor era insuficiente –algo raro, puesto que el conjunto de la dirección de actores es muy compacta y homogénea-.
Calificación: 3’5
1 comentario
Santi -