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CINEMA DE PERRA GORDA

TO PARIS WITH LOVE (1954, Robert Hamer) A París con el amor

TO PARIS WITH LOVE (1954, Robert Hamer) A París con el amor

Todavía recuerdo cuando en una inolvidable entrevista que en 1988 realizó el crítico Antonio Castro para la revista “Dirigido por...”, el gran realizador Alexander Mackendrick calificó a Robert Hamer como el mejor director británico de su generación –afirmación especialmente centrada en el grupo que estaba inmerso en los estudios Ealing-. Mas allá de la enorme modestia procedente de quien sí se ha considerar uno de los más grandes directores británicos de todos los tiempos, aquella afirmación siempre la he tenido en mente, procurando contemplar todas aquellas películas firmadas por Hamer –por lo demás, de una trayectoria no muy extensa-. En cualquier caso, y pese a contarse entre ellas la divertida –aunque sobrevalorada- KIND HEARTS AT CORONETS (Ocho sentencias de muerte, 1949) o su no muy destacada participación en el brillante film fantástico colectivo DEAD OF NIGHT (Al morir la noche, 1945), lo cierto es que algunas otras películas suyas que he podido contemplar incluso me han llegado a parecer decepcionantes.

Es por ello especialmente gratificante el encontrarse con TO PARIS WITH LOVE (A París con el amor, 1954) que bajo su apariencia de comedia ligera y chispeante, ofrece un curioso enfrentamiento generacional revestido de una fina ironía, con una estructura dotada de cierta musicalidad y que al mismo tiempo se integraba y desmontaba los tópicos que podían proceder de sus orígenes flemáticos ingleses y los estereotipos turísticos emanados del lugar común que ofrece París y su eterna imagen de ciudad del amor.

TO PARIS WITH LOVE se centra en el viaje que realiza a la capital francesa el aristócrata escocés Sir Edgar Fraser (Alec Guinness). Fraser es un viudo cuarentón que aún conserva una enorme lozanía, pero ha decidido este viaje acompañado de su hijo –John (Vernon Gray)- un joven de veinte años, para que se abra al amor. Lo que no sabe el padre es que su vástago también está preocupado por la soledad de su progenitor. A partir de esta dualidad se producirá una irónica situación, ya que Sir Edgar comenzará a galantear con una joven venteañera –Lizette (Odile Versois)- en principio más adecuada a John, mientras este hará lo propio con una elegante dama inicialmente elegida para su padre –Sylvia (Elina Labourdette)-. El sorprendente planteamiento dará pie a situaciones divertidas, pero sobre todo primará en su conjunto una mirada entrañable y llena de cariño hacia unos personajes que buscan sinceramente amar o sentirse amados. Unos sentimientos que llegan a impregnar los fotogramas y se extienden hasta el espectador como si de un pequeño cuento moral se tratara. Y no busquen en esta película salida de tono alguna. Es precisamente esa ligereza y musicalidad, la que permitirá que la anómala situación  que se produce entre padre e hijo en base a sus respectivas compañías femeninas se asuma no solo con flema británica, sino entremezclada de esa especial sensación etérea que sobre el amor siempre han ejemplificado en la pantalla los ecos parisinos.

Insisto en que quizá precisamente la mirada distanciada de Hamer en la que logra un film que destaca por su luminosidad y vibrante cromatismo, pero que al mismo tiempo logra desmarcarse de los tópicos ingleses en este tipo de comedia ligera y de tintes vodevilescos –bastante habitual en aquellos años- y de igual modo no incide en exceso en el ya mencionado recurso a la postal turística de París.

Por todos estos detalles, la inteligente planificación de Hamer, su excelente dirección de actores, y la introducción de momentos indudablemente divertidos –el personaje del padre taxista de Lizette; la secuencia en la que John, en calzoncillos, se pelea con el novio de Lizette, mientras que su padre intenta defenderlo accidentadamente, ya que tiene los tirantes enganchados a la puerta (que se ha cerrado), quedando ambos ridículamente estancados en el pasillo; o el momento en que Sir Edgar está a punto de caer de un árbol al intentar recuperar un elemento de tenis que ha ido a parar allí-. Todo ello confluye en un producto tan ligero como hasta cierto punto elegíaco, de tan grato disfrute y al mismo tiempo reveladora en el terreno de las relaciones. Pese a ese punto de relativa decepción que quedará en Sir Edgar tras su experiencia con Lizette, al menos le quedará la satisfacción de ver como su hijo ha encontrado a su pareja en aquella joven que de niña le resultaba repulsiva a John. Con una mirada cómplice se marchará –Sylvia-, en este pequeño “cuento moral” realizado antes de que llegara Rohmer, y que hay que situar quizá entre las películas más brillantes y desconocidas que jamás filmara Robert Hamer.

Calificación: 3

1 comentario

Eudora -

No es quizá la mejor película de Hamer, ni la mejor de Guinnes de su etapa con los Ealing Studios, aunque él está muy bien, si bien el resto de actores, excepto Odile Versois, no están precisamente brillantes...

Pero es una buena película del 54, con exteriores de pantalla, recursos modestos, sobre todo para hoy día.

El guión es ligerito pero sutil, desde luego. En el fondo, está bien ver esta visión de ciertos asuntos en la época...

Curiosamente yo destacaría la música, esta toda muy bien seleccionada, divertida, moderna, quizá es lo que más llamó mi atención.