WILD IN THE COUNTRY (Philip Dunne) El indómito
En una lejana entrevista realizada a este excelente guionista que fue Philip Dunne, se le preguntaba que había podido aportar como director cinematográfico –firmó una decena de películas-. A ello respondía con bastante modestia que se le daba bastante bien la dirección de actores. No he visto demasiados de estos títulos –recuerdo con simpatía BLINDFOLD (Misión secreta, 1965)-, pero creo que es cierto que en WILD IN THE COUNTRY (El indómito, 1961) se evidencia esta cualidad. Máxime cuando nos encontramos con el protagonismo del generalmente imposible Elvis Presley –uno de los peores actores-estrella del cine norteamericano, poseedor de una filmografía de escasisimas cualidades-. Afortunadamente, esta película se erige quizá como la mejor de cuantas protagonizó –por encima incluso de la un tanto sobrevalorada FLAMING STAR (Estrella de fuego, 1960. Don Siegel)- y, más allá de esta valoración concreta, el único trabajo ajustado y moderadamente creíble de su andadura como intérprete cinematográfico.
Por encima de esta circunstancia concreta como condicionante, WILD IN THE COUNTRY es una curiosa mezcolanza de film de temática juvenil y melodrama incluso romántico. En su favor, la primera de dichas vertientes no tendrá en ningún momento un excesivo peso –con la cantidad de tópicos y lugares comunes que podría sobrellevar-, discurriendo el film hacia unos senderos melodramáticos, lo que permitirá que el interés de su metraje sea evidente y logre casi en todo momento prender la atención del espectador.
Tras haber tenido una violenta pelea con su hermano, el joven Glenn Tyler (Elvis Presley) es llevado a juicio y sometido a libertad condicional, siendo acogido por su tío Rolfe Braxton (William Mims), un astuto comerciante de falsos tónicos, y sobrellevando una fugaz relación sentimental con Betty Lee (Millie Perkins), al tiempo que coquetea esporádicamente con la hija de su tío –Noreen (Tuesday Weld)-. En todo momento además, Glenn ha de participar de unas sesiones de terapia con la joven psiquiatra Irene Sperry (Hope Lange), en las que esta desde el primer momento vislumbrará en el joven rebelde un inusual talento literario. Irene es viuda aunque está ligeramente relacionada con Phil (John Ireland). De todos modos, desde su encuentro inicial con Tyler, entre ambos se establecerá una extraña atracción que irá in crescendo, hasta que una serie de circunstancias le lleven a esta a rechazarlo y atender la proposición de matrimonio que en diversas ocasiones le ha brindado Phil. El cúmulo de incidencias llevarán a Glenn a ser acusado de asesinato en la persona del joven y pendenciero hijo de Phil –Cliff (Gary Lockwood)-, y no valiendo la intercesión que efectúa Irene, lo que lleva a esta a un intento de suicidio. La gravedad de la situación será el detonante para la absolución de Tyler y posibilitar una oportunidad de futuro para el muchacho.
Adornada con el elegante look que la Fox había puesto ya en practica en ocasiones precedentes, creo que la principal virtud de WILD IN THE COUNTRY estriba en la descripción de sus dos principales personajes, desarrollados con una notable sensibilidad. Con una secuencia inicial llena de brío –Tyler y su hermano se enzarzan en una violenta pelea ante la presencia de su padre, el protagonista noqueará al segundo y el agresor huye por un entorno natural poblado por animales y pantanos-, la película muy pronto acierta al aplicar una historia llena de atractivo.
Y es en el preciso momento que se inicia el contacto entre Glenn y la psiquiatra cuando esta muestra un claro interés por el joven, que va parejo al descubrimiento de sus cualidades literarias. En todo caso, lo cierto es que para Irene la presencia de Tyler no supone más que la posibilidad de reflejar el recuerdo del su joven marido, que falleció en un accidente automovilístico. Todas las secuencias entre ambos adquieren una enorme y creciente sensibilidad, están admirablemente planificadas en formato panorámico, y destacan en su elegancia además de estar magníficamente interpretadas por Hope Lange –una excelente actriz que, al igual que su marido en la vida real, Don Murray, no tuvo el reconocimiento que merecía-. Y es en torno a esta relación entre ambos, donde se brindan los mejores momentos de una película que al menos logra evitar en buena medida loas excesos y clichés inherentes a este tipo de relatos.
Es más, WILD IN THE COUNTRY destaca por algunos brillantes hallazgos de puesta en escena que revelan el ocasional talento como realizador de Dunne. Uno de ellos sería la propia secuencia inicial, máxime dada su arriesgada ubicación en el film. Pero podemos destacar otros interesantes momentos, como aquellos que se desarrollan en el interior de las habitaciones del motel, donde gracias a un elegante montaje y el recurso a la sobreimpresión, se logra expresar con intensidad la atracción que sienten los dos protagonistas y la turbación que ambos sienten en sus sentimientos, que no se atreven a hacer públicos, e iniciando ese posible “tercer camino” que Irene había señalado previamente en un comentario.
Antes, un Glenn borracho y en compañía de Noreen, llega a comentar con voz en grito mientras provoca en la puerta de la casa de la psiquiatra lo poco que esta le importa como persona. Al instante se muestra el rostro triste de Irene y un chorro de agua fría lanzado por la manguera que porta el joven de forma desafiante, se despliega ante la ventana en la que esta está apostada. Finalmente, cabría destacar otra estupenda secuencia cuando en la parte final, Hope Lange entra en su casa y recibe los recados de Presley de boca de su criada. En plano general la criada abandona el encuadre, dejando ver un sillón vacío ¿el que ocupaba el desaparecido marido de la propietaria? Mientras la joven y viuda psiquiatra llama por teléfono, imagen que se sobreimpresiona con la presencia de John Ireland –Irene ha decidido aceptar su proposición de matrimonio-. Solo queda en WILD IN THE COUNTRY una secuencia mejor, que puede incluirse entre los grandes momentos del melodrama cinematográfico de los años cincuenta. Tras comprobar Irene que sus intentos por salvar a Glenn de una acusación de asesinato, se marcha abatida a su casa y encarga a su sirvienta el envío de un sobre, abandonando la morada. Se queda sola en la misma –plano general con varias puertas-, saliendo al jardín, recogiendo unas flores secas e introduciéndose en el garaje con el coche en marcha. Su perro se inquieta…
En definitiva, el film de Philip Dunne es un producto bastante interesante, en el que su realizador supo implicarse especialmente, y en el que la impronta del dramaturgo Clifford Odets –a partir de una novela de J. R. Salamanca-, es palpable –joven obrero con conflictos emocionales; la lucha de clases que emanaba de la lejana GOLDEN BOY (Sueño dorado, 1939. Rouben Mamoulian) y tantas otras muestras dramáticas debidas a la impronta de Odets-. No puede negarse que en la película coexisten una serie de elementos bastante previsibles y envejecidos –fundamentalmente aquellos personajes inclinados más a la vertiente teenager-, otros situaciones se ubican especialmente para general conflictos melodramáticos –todo lo que conlleva la enfermedad de Cliff, un tanto traída por los pelos-. Pero es innegable que nos encontramos con dos personajes magníficamente descritos y espléndidamente interpretados, y entre los cuales destaca la que acaso sea, única interpretación perdurable de la conocida estrella de Memphis. Señalar por último que en un conjunto tan apreciable, sobran por completo un par de canciones que Presley interpreta sin venir a cuento –era algo casi obligado, pero en este caso chirría notablemente-, y el conjunto del personaje que encarna Millie Perkins; no aporta nada en absoluto.
Calificación: 2’5
0 comentarios