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CINEMA DE PERRA GORDA

IN LOVE AND WAR (1958, Philip Dunne) Amor y guerra

IN LOVE AND WAR (1958, Philip Dunne) Amor y guerra

Al margen de ser probablemente el guionista estrella dentro de la 20th Century Fox, en donde precisamente la importancia de la base escrita de cada proyecto tuvo más importancia que en el resto de los grandes estudios, Philip Dunne (1908 – 1992) efectuó una nada desdeñable andadura como realizador cinematográfico. Una aportación de diez títulos, en los que intuyo no se oculta ningún exponente de especial relieve –aunque el propio Dunne destacaba TEN NORTH FREDERICK (13 Calle Frederick, 1958) como su favorito-, pero en la que estoy dispuesto a apostar a que ninguna de sus realizaciones queda desprovista de interés. Dotar de interés una película puesta a punto a la mayor gloria de Elvis Presley –WILD IN THE COUNTRY (El indómito, 1961)-, o lograr una atractiva y ya casi tardía combinación de comedia de suspense –BLINDFOLD (Misión secreta, 1965), su última realización - son para mí elementos suficientes para intuir que el cine de Dunne, modesto, humilde y sin ínfula alguna, adquiere en esa misma humildad, en la sobriedad de sus puestas en escena, y en el esmero de la dirección de actores –una cualidad que el propio director / guionista reconocía-, elementos que caracterizan a un sincero y consciente artesano, capaz de elaborar productos dignos y honestos, poniendo en ellos la suficiente convicción que, en manos menos diestras, hubieran confluido en resultados poco menos que desastrosos.

Dentro de dichas coordenadas queda inserto este IN LOVE AND WAR (Amor y guerra, 1958), enésima aportación evocadora de las penurias y sufrimientos vividos por los jóvenes soldados norteamericanos enviados como voluntarios en la ofensiva aliada de la II Guerra Mundial. Es probable que esta corriente emergiera dentro del cine USA de la segunda mitad de los cincuenta, a partir del éxito logrado por la Warner con BATTLE CRY (Más allá de las lágrimas, 1956. Raoul Walsh). Es más, ya poco antes el tandem formado por Stanley Donen y Gene Kelly ofrecieron la que para mi supone su mejor colaboración juntos con la siempre infravalorada IT’S ALWAYS FAIR WEATHER (Siempre hace buen tiempo, 1955). Es curioso, como de alguna manera estos y otros títulos ofrecían una estructura dramática formada por tres soldados, en líneas generales destinados al conflicto mundial, a partir de los cuales se brindaban una serie de convenciones, en las que no podía faltar la presencia consustancial del la trilogía del pensamiento burgués USA –Dios, patria, justicia-. Podemos señalar, a este respecto, que el film de Dunne –que parte con soporte dramático del experto Edward Anhalt, basado en una novela de Anton Myrer-, no rehuye este componente. Ni rehuye tampoco servir –como el antes citado film de Walsh-, la oportunidad de plantear esta producción del experimentado Jerry Wald, al servicio de algunas de las más populares estrellas juveniles del estudio de Zanuck –Jeffrey Hunter, Robert Wagner y, en menor medida, Bradford Dillman-.  Es decir, nos encontramos en cierta medida ante un cúmulo de convenciones, y antes de comenzar la película sabemos lo que va a suceder, asistiendo al desarrollo de tres seres de personalidad contrapuesta, llenos de conflictos, y que tras su experiencia en la guerra modificarán sus vidas. Nada de esto resulta novedoso, e incluso puede plantearse como detestable… Y sin embargo no lo es.

Es así como desde los primeros instantes de la función conoceremos a nuestros tres protagonistas, al disfrutar ambos un breve permiso en San Francisco tras su periodo de instrucción. Frankie O’Neill (Robert Wagner) es un joven con problemas familiares y frecuentador de bares. Al sargento Nico Kantaylis (Jeffrey Hunter), de mayor experiencia militar, hijo de una humilde familia de pescadores, y que se casará poco antes de culminar su breve permiso en San Francisco, al comprobar que su novia –Andrea (Hope Lange)- se encuentra embarazada. Finalmente, Alan Newcombe (Bradford Dillman), es un joven de buena familia, notable cultura y conciencia pacifista, quien sin embargo accederá a alistarse, aún en contra de la opinión de su padre. Ya en el corto periodo en que ambos se encuentran en sus respectivos ámbitos vitales, conoceremos las circunstancias y problemáticas personales de todos ellos, e incluso por parte de O’Neill y Newcombe se brindará a su superior la posibilidad de que este pueda vivir su noche de boda en un hotel, cediéndoles la habitación que estos tenían prevista para celebrar una fiesta. También Newcombe comprobará el hastío que le proporciona la frivolidad que le brinda la que ha sido su novia, una joven que desarrolla su existencia entre fiestas y sin ningún tipo de compromiso. Por su parte, Frankie tendrá que soportar las constantes pullas que le brinda su padrastro ante su propia madre y sus hermanos –un aspecto dramático este de escasa credibilidad-

Como se puede comprobar, no asistimos a un planteamiento que invite a tener demasiadas esperanzas. Sin embargo, es ahí donde se encuentra la pequeña grandeza o, en este caso, la relativa sensibilidad de un realizador, como fue en este caso Dunne, que sabía a través de un material lleno de convenciones, trazar una puesta en escena sencilla pero sincera en todo momento, dirigiéndose en todo momento a la máxima profundización posible de sus personajes y contradicciones, huyendo ante todo de elementos más o menos chirriantes y, por el contrario, mostrando en voz callada ese contraste de los marines protagonistas en plena contienda, con la cotidianeidad de los contextos familiares que se encuentran a miles de kilómetros de allí. Sin evitar el recurrir a situaciones prototípicas –la presencia del capellán, que en un momento dado obviará la orden del mando para ayudar a salvar a un soldado herido-, sin provocar tampoco ese alcance de denuncia del propio hecho bélico –en este sentido, Dunne se muestra mucho más pudoroso que otras propuestas firmadas por cineastas como Fuller o Anthony Mann-, lo cierto es que nos encontramos con un relato que, dentro de sus asumidas limitaciones, sabe discurrir por una senda de intimismo y convicción. Para ello, Dunne cuenta con la efectividad en el uso del CinemaScope, la inapreciable prestación musical de Hugo Friedhofer, una efectiva labor de su elenco interpretativo –pese a ciertos excesos iniciales por parte de Robert Wagner- y, sobre todo, por esa sensación de lógica que está presente en el conjunto de la película, desatendiéndose en buena medida de las convenciones que sin duda permitieron su proyecto, para adquirir de forma humilde una nada despreciable entidad como producto cinematográfico.

Es por ello, que será mejor que olvidemos ese plano casi final en el que aparece la justificación de la bomba atómica de Hiroshima, y detengámonos sin embargo en instantes provistos de una gran sensibilidad, como el primer plano sostenido de la joven Kalai (France Nuyen), cuando se despide de Alan –del que se ha enamorado de inmediato- intuyendo una definitiva separación de este, el posterior encuentro de la joven con el padre del muchacho, confesándole el amor que sintió por él en ese único encuentro, con tal sinceridad que el progenitor aceptará sus afirmaciones y le facilitará la dirección donde se encuentra este en la contienda. Pero es indudable destacar que será el breve episodio final, en el que Frankie –ya curtido en la labor militar- visite a la viuda de Nico, junto a su pequeño, cuando el film de Dunne alcance sus más altas cuotas de sensibilidad, dejando abierta la posibilidad de un posible reencuentro entre la viuda y aquel soldado de origen conflictivo, que quizá en el futuro de alguna manera sirva como homenaje a aquel hombre que llegó a dar su vida por ellos mismos.

Digámoslo ya. No pretendamos ver en IN LOVE AND WAR ningún film que cuestione la brutalidad de la guerra –por más que sus secuencias de contienda resulten especialmente veraces-, pero sí en última instancia nos quedará el regusto del relato previsible en sus primeros compases, al que poco a poco iremos acercándonos con un creciente grado de interés.

Calificación: 2’5

1 comentario

Alfredo -

El cine de Philip Dune es digno debido a la sensibilidad incuestionable que poseía como guionista.