FLESH AND THE DEVIL (1926, Clarence Brown) El demonio y la carne
Aunque se encuentra encuadrada dentro del conjunto de películas que, con mayor o menor eficacia, se pusieron al servicio de una consagrada Greta Garbo –aunque nos encontramos ante uno de los títulos que cimentaron su mitología-, la cierto es que FLESH AND THE DEVIL (El demonio y la carne, 1926. Clarence Brown) es un brillante melodrama. Un producto que sin llegar a alcanzar el nivel de los mejores exponentes del género en las postrimerías de mudo –en donde se enclavan varias de las cimas del conjunto de la historia del cine-, sí merece destacarse por su frescura, intensidad cinematográfica y aliento trágico en su parte final. Un resultado que sorprende, viniendo de un estudio como la Metro Goldwyn Mayer y un realizador tan servil como posteriormente apagado como es Clarence Brown. Fue sin embargo el más utilizado por una Garbo ya consolidada como star, aunque años después su prestigio fuera diluyéndose en el conservadurismo ideológico y narrativo en el que progresivamente se sometió su cine.
La película que nos ocupa se enmarca en Centroeuropa, y describe inicialmente la estrecha amistad existente entre Leo von Harden (John Gilbert, en una labor muy matizada) y Ulrich von Eles (Lars Hanson). Ambos se encuentran viviendo el periodo de instrucción militar, revelando una intensa vinculación que ya los unió simbólicamente siendo muy pequeños, en la denominada “isla de la amistad”. En uno de sus rincones y ante dos estatuas que simbolizan ese encuentro, se escenificará esa unión de por vida entre los dos amigos, sellado por la sangre de ambos. El instante será mostrado en flash-back tras las ya señaladas secuencias iniciales –desarrolladas en tono de comedia-, que culminarán con el retorno de Leo a su casa, en donde será recibido por su madre. A su llegada a la estación conocerá casualmente a Felicitas (Greta Garbo), la mujer que muy pronto se convertirá en el elemento de pasión de su vida. El flechazo se producirá en un gran baile, donde la atracción entre ambos se exteriorizará sin conocer él la condición de casada de la joven, y no pudiendo evitar que el esposo de esta regrese furtivamente y descubra a la pareja. El marido retará a duelo a Leo con la petición de que nunca se haga pública la verdadera razón del combate de honor –simularán un encontronazo en una partida de cartas-. En la contienda Leo eliminará a su oponente, siendo castigado por el ejército con cinco años de destierro en África, rogando a su más estrecho amigo que cuide de Felicitas en su ausencia. Los tres años discurren con rapidez y las recomendaciones y el buen comportamiento del protagonista le permitirá el regreso a su tierra, viaje en el que su emoción ante la perspectiva de recuperar a su enamorada se hará palpable. Sin embargo, un nuevo golpe llegará hasta Leo, al comunicarle su gran amigo que Felicitas se casó con él.
La situación se tornará incluso dolorosa para el joven, que en ningún momento hizo saber a Ulrich el origen de las circunstancias de aquel duelo y la pasión que le unía a su actual esposa. Por esa circunstancia se negará a estar junto a ella, aunque se produzcan algunos encuentros furtivos que serán objeto de la mirada del pastor, quien recriminará indirectamente la conducta de ambos en el servicio religioso –una secuencia que se caracterizará por su gran tensión-. Pero todo este rechazo por parte del protagonista será inútil. Finalmente el deseo y la pasión resurgirán de nuevo entre los dos amantes, llegando a acordar fugarse ambos para poder hacer realidad el sentimiento que les ha unido siempre. Cuando ya están a punto de llevarlo a cabo, Ulrich se enterará de los planes, retando a su amigo de siempre a duelo, y eligiendo para ello la recordada “isla de la amistad” que tanto significó para su larga relación de camaradería, y que se encuentra dominada por un temporal de nieve. Mientras los dos contendientes están a punto de batirse en duelo –y Leo con su asumida pasividad desea ser inmolado en la cita-, Felicitas se dirigirá a ellos caminando sobre el hielo. En este cenit dramático, será finalmente la verdadera amistad será la que triunfe, aunque ello tenga su contrapunto trágico en el personaje encarnado por la Garbom, en una pirueta argumental de alcance moralista que será reiteradamente utilizada en posteriores películas protagonizadas por la actriz.
Creo que es interesante señalar que el rasgo que permite una especial perdurabilidad a FLESH AND THE DEVIL es por un lugar la frescura de su propuesta dramática, la oportuna presencia de elementos de comedia y la incorporación de rasgos expresivos muy familiares en el cine mudo, que en la ingenuidad de su aplicación logran trasladar el sentido de las escenas. Uno de los exponentes más evidentes de ello es el instante en que Leo regresa tras cumplir su destierro. En esos instantes no deja de aparecer en sobreimpresión el propio nombre de Felicitas –expresando la ansiedad del protagonista-, e incluso el rostro de esta es superpuesto en el fotograma. Ya más adelante, ese uso de las sobreimpresiones será uno de los elementos expresivos que mejor reflejarán el dilema de Ulrich de intentar matar a su amigo de siempre. En la imagen aparecerán superpuestos aquellos instantes que forjaron su amistad. Pero es en esa propia tendencia melodramática, donde la cámara de Brown ofrece un instante de contagiosa felicidad en el reencuentro de Leo con su madre –incluso su perro se suma a la bienvenida-, componiendo unos instantes en los que el estado de felicidad casi se puede “palpar”.
En definitiva, FLESH AND THE DEVIL es una valiosa y poco recordada muestra de melodrama silente, que mantiene una considerable vigencia, alcanza igualmente unas altas cotas en su diseño escenográfico de interiores y exteriores –la casa de los von Harden, la “isla de la amistad”- y sirvió para consolidar el magnetismo en la pantalla de Greta Garbo, desarrollado poco después en una serie de títulos de desigual calado y bastantes –semejanzas argumentales –rondando con el cliché- entre sí.
Calificación: 3
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