MISTER BUDDWING (1966, Delbert Mann) La mujer sin rostro
La primera mitad de la década de los sesenta fue un periodo pródigo en el cine norteamericano para trasladar a la pantalla las paranoias de su sociedad, sobrellevando las últimas manifestaciones de la pesadilla del maccarthysmo, las consecuencias de su política exterior y una serie de elementos de índole casi psicoanalítica, que fueron expresados en bastantes películas entroncadas con el cine de suspense, un tardío eco del cine noir, un neto trasfondo urbano, e incorporando en ellas –de forma desigualmente acertada- elementos estéticos provenientes de fundamentalmente de la nouvelle vague o los nuevos cines europeos. Se trata en su conjunto de títulos rodados en un contrastado blanco y negro, definidos en un look sombrío, quizá caducos en algún momento en su expresión visual, y mostrando a través de sus imágenes un recorrido en ocasiones metafórico sobre los vicios más característicos del momento en USA, incorporando simbolismos y parábolas de desigual calado a través de rocambolescos argumentos que son plasmados con planteamientos estéticos que no desdeñan el uso del montaje, el plano corto, los zooms o toda la gama de elementos característicos del cine de aquellos días.
Puede decirse, que este subgénero tuvo su puesta de largo con la polémica THE MANCHURIAN CANDIDATE (El mensajero del miedo, 1962. John Frankenheimer), un film de culto al cual el muy cercano asesinato de Kennedy proporcionó un determinado malditismo, quedando fuera de circulación durante bastantes años, aunque dicha circunstancia quizá haya posibilitado una desmesurada mitificación posterior. Frankenheimer fue quizá el realizador que con mayor acierto practicó esta vertiente, con títulos como ya mencionado, la posterior y muy interesante SEVEN DAYS IN MAY (Siete días de mayo, 1964), o la algo más cercana y en su momento menospreciada SECONDS (Plan diabólico, 1966). Su compañero de generación Sidney Lumet, se sumó a esta corriente con otra propuesta infravalorada en su día FAIL SAFE (Punto límite, 1964). Personalmente –y aunque es una opinión muy poco compartida-, creo que la mejor muestra de aquella tendencia la ofreció Arthur Penn con la magnífica y pesadillesca MICKEY ONE (Acosado, 1965), que aunaba un rasgo kaffkiano, lograba mostrar un recorrido crítico coherente, y lo plasmaba asimismo con una brillante recreación visual, heredera del cine europeo de la época.
En medio de aquel contexto, hay que introducir MISTER BUDDWING (La mujer sin rostro, 1966. Delbert Mann), con la que otro de los componentes de la denominada “generación de la televisión”, se sumaba tardíamente a este tipo de cine. Y lo hacía a partir de la historia emanada de la novela de Evan Hunter y trasladada como guión cinematográfico por Dale Wasserman, que comparte en su aspecto exterior –e incluso entre los componentes de algunos de los personajes secundarios del reparto- similares rasgos con algunos de los títulos mencionados. Lamentablemente, no todo estriba en las intenciones, ya que MISTER BUDDWING transita con muy poca fortuna por estos senderos, erigiéndose finalmente en una crónica escasamente interesante, de la búsqueda de un hombre aquejado de amnesia, a su auténtica personalidad, encontrándose en ese rápido pero angustioso proceso con un recorrido plagado de estereotipos simbólicos de diferentes rasgos de la sociedad urbana y el pregreso estadounidense.
La película se inicia de forma atractiva, con unos extraños planos subjetivos que nos trasladan la sensación de desamparo que proporciona ir descubriendo los elementos identificativos de una personalidad que descubres en el mismo momento que empiezas a vivir. En un parque newyorkino, con una planificación angulosa y sin fondo sonoro, la cámara de Mann –con la impecable ayuda del director de fotografía Ellsworth Fredericks, que se erige como el principal baluarte de la función-, logra transmitir un estado de desasosiego y de soledad urbana, dando paso a la imagen del protagonista –encarnado por un poco adecuado James Garner- reflejada en un cristal, dando paso a los títulos de crédito.
Personalmente, creo que el posible interés de la función se diluye a partir de esos primeros minutos, ya que el argumento que sostiene la película carece de interés, dispersándose en elementos críticos desaprovechados –alusiones a la religión, a la influencia de los judíos, el poder represor de las fuerzas del orden o el racismo-, en medio de una trama en la que el protagonista irá encontrándose con diversas mujeres, con las cuales retrocederá en el tiempo y recordará situaciones reales de la vida que no acierta a evocar por completo-, hasta que finalmente tal esfuerzo le lleve de forma apresurada y escasamente convincente, a acceder a su auténtica personalidad y al motivo que le llevó a sufrir dicha amnesia –su auténtica esposa, a la que no llegaremos a contemplar su rostro, ha intentado suicidarse-. Todo ello no es más que una excusa para favorecer el lucimiento de un reparto de conocidas actrices, entre las cuales me gustaría destacar la buena labor de la olvidada Suzanne Pleshette, o el lamentable histrionismo de una sorprendentemente overacting Jean Simmons –y digo eso, por que me parece una actriz formidable por lo general-. Estos encuentros y extraños y entrecortados flash-backs serán mostrados de forma caprichosa incorporando fotos fijas, grandes angulares de cámara o diversos de los rasgos visuales característicos de este tipo de cine. Lo peor de todo, es que estos momentos se encuentran totalmente en desajuste con aquellos otros que apuestan por un tono de comedia sofisticada o rasgos melodramáticos. Ni hay un tono general de pesadilla, ni el apunte crítico va más allá de lo meramente anecdótico, quedando el conjunto en un gris “tierra de nadie” del que solo merecen destacarse esos instantes en los que la ya demostrada facultad de Delbert Mann rodando exteriores urbanos, logran transmitir un entorno gris, alienado y carente de atractivos, por localizaciones que nos remiten de forma puntual por medio de sus posters, a algunos de lo éxitos que Broadway mantenía en cartel en el periodo de rodaje del film –como por ejemplo THE ODD COUPLE de Neil Simon, dirigida por Mike Nichols-. Un elemento de mero interés coyuntural, dentro de una película decepcionante y merecedora de un justo olvido.
Calificación: 1
0 comentarios