THE BIG CAT (1949. Phil Karlson)
Cuando el realizador norteamericano Phil Karlson asume la realización de THE BIG CAT (1949), es perceptible que se encuentra ya lo suficientemente experimentado en la responsabilidad de pequeños títulos escorados a la serie B cinematográfica, y que en algunas ocasiones le llevaron a plasmar en la pantalla algunas de las seriales aventuras del detective Charlie Chan. Lo cierto es que, más allá de que ese reconocimiento quede vedado tan solo para los buenos aficionados al cine policíaco de los cincuenta, el nombre de Karlson va asociado a un número nada desdeñable de títulos caracterizados por su tensión y sequedad narrativa, poblada de seres malvados y entornos urbanos desapacibles caracterizados por un latente estado de violencia. Indudablemente, fue aquel el terreno en el que el mencionado director pudo canalizar de forma muy especial su talento visual y dramático, pero no es menos cierto que cuando se albergan cualidades artísticas y cinematográficas de cierta significación, estas pudieron cobrar forma en diversos de los géneros clásicos. En su obra esto ocurrió con westerns tan curiosos y poco conocidos como THEY RODE WEST (1954), GUNMAN’S WALK (El salario de la violencia, 1958), o también en la apenas reseñada THE BIG CAT (1949) –jamás estrenada comercialmente en España-, que de buenas a primeras cabe señalar como un curioso y nada casual precedente de un argumento que, algunos años después, utilizaría el ya veterano William A. Wellman en su personalísima y magnífica TRACK OF THE CAT (1955). Con ella comparte la presencia de un animal salvaje –aquí un leopardo, en el film de Wellman una pantera-, que en ambos casos queda definida como una amenaza insondable que mantiene retenido el crecimiento de un entorno apenas poblado por tres familias, algunos de cuyos representantes se encuentran enfrentados entre ellos. En el título que nos ocupa, su desarrollo se sitúa en el periodo de la Gran Depresión. A consecuencia de los problemas de la vida urbana y del fallecimiento de su madre, el joven Danny Turner (Lon McCallister) decide viajar hasta las tierras de Utah en la que nació y vivió su madre. Este retorno le llevará a ejercer de involuntario catalizador de las tensiones, primero de Tom Eggers (Preston Foster), que recibe al muchacho hoscamente pero que al poco se dará cuenta de la utilidad que este le brindaría en sus trabajos. Esta aceptación chocará con la verdadera familia que Danny mantiene en estas tierras –el clan que encabeza Gil Hawks (Forrest Tucker) y sus dos hijos-, mientras junto a ellos, y ejerciendo un papel mediador y conciliador, se encuentran el veterano matrimonio Cooper, cuya hija se sentirá atraída por Danny desde el primer momento.
Es a partir de este triple encuentro y de la expresión de estas tensiones y rivalidades, donde se dirima el interés de este pequeño pero atractivo film de apenas setenta y cinco minutos de duración, en el cual Karlson ya demostraba su buena mano para imprimir carácter a una historia tan sencilla como la que hemos descrito. El norteamericano lo consigue fundamentalmente al dar paso a la expresión dramática de las tensiones internas de sus personajes –lo que llega a concretarse en una pelea entre Tom y Gil en pleno río, caracterizada por su brutalidad-. Pero sobre todo lo hará con la incorporación de un notable sentido telúrico a toda la historia. Parece que a través de la cámara de Karlson, nos encontramos ante un entorno que embruja y hechiza, pese a la existencia de una terrible sequía que está a punto de arruinar la práctica agrícola. También en ese sentido, cabría considerar esta modesta pero atractiva THE BIG CAT como otro exponente más del género Americana y, sobre todo, hay que destacar la destreza con la cámara lograda en todas las secuencias filmadas en exteriores, logrando que ese imponente aire telúrico se adueñe de la narración. Ello se manifestará en momentos tan importantes como la persecución al animal salvaje, que Danny –involuntariamente- ha permitido que liquide a Tom –se deja olvidada la escopeta de mayor calado que hubiera permitido matar a la bestia-, y finalmente, deberá asumir su aprendizaje y el camino a la madurez, matando ese bicho. Como si fuera un joven equivalente del capitán Ahab, nuestro protagonista logrará finalmente reducir y matar a la bestia, con cuya piel elaborará una especie de símbolo a la entrada de sus ya propiedades heredadas, y expresando con ello su plena integración en este entorno rural. Con ello habrá logrado ya entrar en la madurez, y su decisión estará marcada al decidir seguir los senderos laborales del desaparecido Tom en estas ya sus tierras. Pero en medio del júbilo colectivo, las esperadas gotas de agua que repentinamente caen del cielo, ejercerán como un elemento casi milagroso. La cámara de Karlson se elevará en grúa, mientras el veterano Matt (Irving Bacon) entona una letanía de agradecimiento a la bendición del cielo.
En muchos momentos, THE BIG CAT me recordó, por atmósfera y elementos de guión, una película previa bastante cercana en el tiempo, rodada por Delmer Daves. Me refiero a THE RED HOUSE (La casa roja, 1947), con la que comparte esa descripción telúrica de un entorno rural, e incluso la presencia de Lon McCallister en el reparto. De similar alcance ambas propuestas, lo cierto es que la que comentamos sirve para intentar definir los pasos iniciales de Phil Karlson, antes de adentrarse en el turbio cine policiaco, cuyos resortes manejó con tanto nervio como sabiduría cinematográfica.
Calificación: 2’5
0 comentarios