THE SHERIFF OF FRACTURED JAW (1958, Raoul Walsh) La rubia y el sheriff
Contemplando el tan discreto como apacible discurrir de THE SHERIFF OF FRACTURED JAW (La rubia y el sheriff, 1958. Raoul Walsh), reflexionaba ante la escasa valía que, en líneas generales, ha tenido la vertiente paródica del cine del Oeste. Podríamos hacer honorables excepciones, como en buena medida pueden representarse en el componente de comedia dispuesto en la maravillosa EL DORADO (El Dorado, 1967. Howard Hawks), o el general acierto que ofrecen THE SHEEPMAN (Furia en el valle, 1958. George Marshall) o NORTH TO ALASKA (Alaska, tierra de oro, 1960. Henry Hathaway). Haciendo un ejercicio de memoria, no recuerdo más productos en estas líneas que sobrepasen un determinado nivel, aunque se podrían citar títulos estimables y fallidos, a partes iguales, firmados por Frank Tashlin, John Sturges y algunos otros. Lo cierto es que habría que destacar en estas propuestas una generalizada ausencia de equilibrio entre la plasmación del universo del western y la incorporación del componente paródico. Quizá sea ello la base de esa común ausencia de perdurabilidad, y puede también que esa ausencia de equilibrio esté centrada en la propia dificultad que la austeridad y vertiente trágica y legendaria que la iconografía del género americano por excelencia propone –aunque ello no impida en muchos de sus grandes exponentes, incorporar matices irónicos y desmitificadores-, a la hora de aglutinar su mundo expresivo con el de la comedia.
En cualquier caso, no deja de ser hasta cierto punto decepcionante contemplar el carácter finalmente fallido de esta apuesta del veterano Raoul Walsh en el subgénero del western de comedia, que ofreció con esta producción de la 20th Century Fox. Quizá haya que buscar este no demasiado elevado nivel en el hecho de encontrarnos en los años finales de la andadura profesional del veterano pionero, o bien al hecho de encontrarse fuera de su estudio de siempre, la Warner. Ni uno ni otro argumento son, en definitiva, concluyentes. Para oponerse al primero de ellos, creo que podemos citar títulos posteriores como su obra póstuma A DISTANT TRUMPET (Una trompeta lejana, 1964) –título que, lo reconozco, es recibido con diversidad de opiniones-, y pocos años antes que el título que nos ocupa, Walsh había firmado uno de sus mejores westerns en el seno de la Fox –me estoy refiriendo a THE TALL MEN (Los implacables, 1955)-. De todas maneras, creo que no resulta aventurado señalar que la película muestra de forma intermitente un determinado desapego por parte del realizador a la hora de llevar a las imágenes la adaptación de la pequeña historia de Jacob Hay, transmitiendo a través de las mismas un notable desequilibrio, que en ocasiones hace pensar en la presencia de una segunda unidad en determinadas secuencias.
El planteamiento de THE SHERIFF… es en realidad bastante simple y bebe de reminiscencias vodevilescas. El despistado heredero de una veterana fábrica de armas de caza establecida en Londres –Jonathan Tibbs (Kenneth More)-, viaja hasta USA con la intención de extender el radio de acción de sus ventas hasta el mismo Oeste americano. Una vez llega al entorno de Fractured Jaw, una serie de incidencias lo harán pasar como un hombre especialmente valeroso y temerario, lo que le llevará de repente a asumir el cargo de sheriff de la localidad. Allí se tendrá que enfrentar a la lucha de dos poderosos gangs de pistoleros, al acoso de los indios, y al progresivo romance con la impetuosa Kate (Jayne Mansfield), la propietaria del saloon de la población. Como se puede deducir por esta sucinta simbiosis, el film de Walsh recorre a través de su propuesta argumental una serie de lugares familiares al cine del Oeste, que quedan expuestas a modo de pequeñas historias o viñetas. Es así como –unas con mayor acierto o capacidad irónica que otras-, nos vamos integrando en el mundo de los pistoleros peligrosos –la secuencia que culmina con la muerte accidental del provocador pistolero que interpreta William Campbell-, la presencia del mundo indio –quizá el rasgo que con mayor acierto se incorpora en el relato, y que brinda algunos momentos realmente divertidos; el acoso inicial, las mujeres que se ofrecen a Tibbs para casarse con él, los apaches convertidos finalmente en ayudantes de este convertido en sheriff-, el personaje arquetípico de la carismática dueña del saloon, etc. Todo un compendio de elementos que, expuestos con mayor o menor grado de intensidad, forjaron un universo temático que tantos grandes títulos legó al cine norteamericano.
No se puede decir que este sea ninguno de ellos, e incluso se erija como un recordable desmonte del mismo. THE SHERIFF… resulta tan irregular como, por momentos, pesado. Da la impresión de que diversas de sus situaciones son previsibles y que el ritmo cómico no se encuentra logrado en líneas generales. Intuyo a este respecto, que la propia génesis de la película pudo provenir tras la realización de THE PRINCE AND THE SHOWGIRL (El príncipe y la corista, 1957. Laurence Olivier). En uno u otro caso, se trataba de contraponer bajo una trama vodevilesca el constraste de culturas inglesa y norteamericana, y en ambos casos también se trataba de ofrecer una oportunidad “diferente” a dos estrellas definidas por su explosiva sexualidad. Una de ellas era Marilyn Monroe y, en el ejemplo que nos ocupa, una de sus imitadoras, Jayne Mansfield. Ni que decir tiene que no hay punto de comparación entre una u otra, aunque en el film de Walsh se note en demasía el miscasting proporcionado por el desafortunadísimo Kenneth More –aquí empeñado en resultar un remedo británico del estólido Bob Hope-. En este sentido, la ausencia de gracia y de química entre los dos protagonistas es sin duda uno de los elementos que restan un mayor interés al conjunto.
Indudablemente, y pese a sus elementos decepcionantes, hay otros que invitan a degustar la película con un relativo agrado. Las cabalgadas y secuencias en exteriores, llevan el indudable marchamo del veterano realizador. En su conjunto, hay elementos que aciertan al ser insertados –y pienso sobre todo en la oportuna presencia del personaje del dueño de la funeraria, que es punteado en la pantalla con un divertido fondo sonoro de carácter mortuorio. Finalmente, su irregular desarrollo alcanza en sus minutos finales un timming francamente ligero y divertido que, caso de haber estado presente en el conjunto de la película, es indudable que esta hubiera adquirido esa entidad deseable, al estar avalada por uno de los grandes pioneros de Hollywood. Por esa posibilidad no alcanzada, es por lo que su menguada validez sabe a poco.
Calificación: 2
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