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CINEMA DE PERRA GORDA

FLAGS OF OUR FATHERS (2006, Clint Eastwood) Banderas de nuestros padres

FLAGS OF OUR FATHERS (2006, Clint Eastwood) Banderas de nuestros padres

En pocas ocasiones como en esta, formular una valoración conjunta parcialmente negativa me ha resultado tan dolorosa. Entendámonos, sin ser un hagiógrafo de su obra, como buen amante del cine “de siempre”, me interesa notablemente la andadura como realizador de Clint Eastwood. Quizá me incline a pensar –como sucede con algunos comentaristas cinematográficos-, que Eastwood realizador tiene una mayor valía cuando plasma historias pequeñas e intimistas, que cuando se inclina a llevar a la pantalla planteamientos de base más ambiciosos. Es probable que no pueda practicarse esta norma como un axioma, pero personalmente he de reconocer que me ha servido en bastantes ocasiones como referencia. En todo caso, después del –inesperado- grado de excelencia logrado con una de las mejores obras ofrecidas por el cine en los últimos años –MILLION DOLAR BABY (2004)-, y ante lo ambicioso de su planteamiento, en ningún momento me esperaba un resultado –pese a sus ocasionales virtudes- tan limitado como el a mi juicio existente en esta ocasión. Me estoy refiriendo a FLAGS OF OUR FATHERS (Banderas de nuestros padres, 2006), un ambicioso proyecto que comprende dos visiones absolutamente contrapuestas de la batalla de Iwo Jima, con el que se inició la victoria aliada de la II Guerra Mundial en Japón. El título que nos ocupa muestra una visión del lado americano, mientras que el inmediatamente posterior –y mucho más apreciado en líneas generales- LETTERS FROM IWO JIMA (Cartas de Iwo Jima, 2006), ofrece una mirada desde el bando japonés. Siguiendo la tónica marcada en el momento de su estreno comercial, mis impresiones se basan en el primero de los exponentes de este atrevido díptico, y espero sinceramente que la visión oriental mostrada por el veterano realizador norteamericano, alcance un nivel que en esta ocasión solo se llega a atisbar por destellos.

 

¿Qué objeciones se pueden formular a un producto por otro lado impecablemente realizado, producido, plasmado y pensado por Eastwood, utilizando como base una novela de William Broyles Jr., basada en personajes y situaciones reales y plasmadas como guión por su últimamente inseparable Paul Haggis? Podrían ser muchas, pero recurriendo a unos pocos adjetivos iniciales, podríamos hablar de obviedad, ausencia de equilibrio, un montaje o estructura narrativa poco afortunada, personajes raramente atractivos… Serían términos todos ellos que nos podrían hacer pensar en un resultado mediocre o rutinario, y no es así. Nadie puede negar que con FLAGS… Eastwood ha demostrado un cierto arrojo al plasmar esta historia… pero lo cierto es que en esta ocasión esa valentía no ha fructificado en un resultado especialmente memorable. Por poner un ejemplo, es indudable que una prueba de enorme riesgo cinematográfico es romper la escenificación de una dantesca secuencia del desembarco –sin lugar a duda el set pièce más memorable de la película-, para insertarse en un episodio más de la andadura posterior de los tres jóvenes oficiales de regreso en tierras norteamericanas. Una andadura de retorno en donde serán utilizados como auténticos “hombres anuncio” al entronizarlos como héroes nacionales, al servir como inesperados modelos en la célebre fotografía de la implantación de la bandera USA en la colina desde la que se marcó el inicio del despliegue norteamericano. Una situación a la que se verán abocados, en función del interés que podrían ofrecer como señuelos para lograr extraer donaciones particulares en una guerra en la que el gobierno norteamericano prácticamente no disponía ya de recursos. La colaboración final de los tres muchachos les llevará a enfrentarse con sus fantasmas personales, a partir de su forzada vivencia de una andadura que en teoría podría resultar muy provechosa para ellos, pero que en realidad –y de forma muy especial para el joven indio que se integra en ellos-, no dejará de erigirse como un auténtico tormento psicológico.

 

“No queremos que nos llamen unos héroes” podría ser el lema de los supervivientes de la célebre y fortuíta fotografía, bajo la que la cámara siempre elegante de Eastwood, bien ayudado por la satinada fotografía de Tom Stern, despliega un relato dominado por dos localizaciones temporales que se intercalan en el tiempo. Una de ellas se ubicará en el propio entorno de Iwo Jima, mientras que la posterior quedará definida en la gira que, dentro de territorio norteamericano, realizarán nuestros tres protagonistas. Todo ello quedará entremezclado en un relato que quizá mostrará su mayor debilidad en dicha elección formal. Una elección indudablemente meditada, que evita cualquier implicación emocional del espectador pero que, bajo mi punto de vista, deviene en una irregularidad que, unido a lo reiterativo de su discurso, a la falta de credibilidad que ofrecen las secuencias desarrolladas en terreno norteamericano –dominadas por una ambientación excesivamente marcada por la tendencia retro-, llevan a la menguada consideración que personalmente me ofrece esta película.

 

De nuevo lo señalo; no quiere esto decir que nos encontremos ante una mala película. Como antes comentaba, hay en ella fragmentos admirables. La larga secuencia del desembarco es sin duda uno de los fragmentos más memorables y escalofriantes del cine bélico de las últimas décadas, y el hecho de que su plasmación beba de las fuentes de la previa SAVING PRIVATE RYAN (Salvar al soldado Ryan, 1997. Steven Spielberg) –en esta ocasión Spielberg es uno de los productores-, no resta bajo mi punto de vista un ápice a su brillantez. Pero, con ser interesante todo ello, si algo finalmente deviene valioso, perdurable e incluso hermoso en esta dilatada FLAGS… son esas pinceladas melancólicas e intimistas que Eastwood inserta, especialmente en la parte final del relato. Puede que incluso dentro de una mirada crítica, pueda objetarse el abuso de la sempiterna melodía a piano compuesta por el realizador –en esta ocasión con menos fortuna de lo habitual-, o de la innecesaria mirada ternurista que proporcionan los testimonios ya ancianos de algunos de los protagonistas, dentro de esa búsqueda de la verdad por parte del hijo de uno de ellos, a partir de su muerte. Sin embargo, la verdadera fuerza de la película proviene de los pequeños gestos y las acciones secundarias de sus personajes. Elementos como la inicial enemistad que posteriormente se convertirá en admiración mutua entre Ira Hayes (Adam Beach) y Rene Gagnon (un ajustadísimo Jesse Bradford). En el inexistente contraplano que permite imaginar la tortura que se ha infringido a Iggy, mostrada en la mirada horrorizada de su amigo John Bradley (Ryan Phillippe), en esa visita de Ira a casa del padre de uno de los soldados fallecidos, que poco después servirá para que este reanude su relación con su esposa, fracturada a partir de la irremediable ausencia de su hijo, y su confusión al reconocerlo como uno de los héroes de Iwo Jima.

 

Oscilante en todo momento entre la obviedad de su discurso, emotiva en algunos instantes, a punto de resultar conmovedora en sus pasajes finales –que logran esa temperatura emocional tan propia del cine de Eastwood -ausente en el resto del relato-. Es así como entre la escenificación del desarraigo, la manipulación de los valores, la relatividad del heroísmo y el sentimiento patriótico y la verdadera entrega hacia la amistad, discurre este FLAGS OF OUR FATHER, que personalmente considero el film de Eastwood menos interesante de cuantos ha realizado en los últimos años, aunque en esa propia irregularidad ofrezca destellos de ese magisterio cinematográfico que rodea su andadura cinematográfica desde hace bastantes años. Espero fervientemente que la contemplación de la versión que basa su mirada en el punto de vista japonés de este mismo hecho, me devuelva las mejores virtudes de su talento como humilde y reposado artista de la imagen.

 

Calificación: 2’5

 

4 comentarios

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