HEREAFTER (2010, Clint Eastwood) Más allá de la vida
“Una vida basada en la muerte, no merece ser vivida”, dirá en un momento determinado el atribulado George Lonegan (Matt Damon) y, de alguna manera, en ese comentario expuesto a su hermano, cuando este le insiste en que haga de su don para conectar con los muertos un modo de vida cómodo, se puede definir el conjunto de una película tan incómoda para los tiempos que corren, como es HEREAFTER (Más allá de la vida, 2010). No me cabe la menor duda que admitir que un cineasta del prestigio de Clint Eastwood, pueda imbricarse en la aguas pantanosas de una propuesta que pueda –siquiera de soslayo- intuir la posibilidad de la existencia de una trascendencia, a no pocos comentaristas ha hecho afilar las uñas. No resulta políticamente correcto, en una sociedad que ha evolucionado con enorme rapidez de la dependencia religiosa al nihilismo más absoluto –algo presente incluso en el alejamiento absoluto que los jóvenes manifiestan ante la realidad incontrovertible de la mortalidad-. Es por ello que resulta hasta cierto punto comprensible –aunque nada justo- mirar con suficiencia este magnífico melodrama que nunca menciona a Dios, que llega a cuestionar la ritualidad religiosa, y que en un momento dado no cierra la posibilidad de que ese contacto con lo sobrenatural sea producto de otros conductos de la mente humana. Pero al mismo tiempo, sin dejar de lado dichos condicionantes, habla con sinceridad sobre el anhelo de supervivencia del ser humano, de la necesidad de enfrentarse a la propia mortalidad, y de encontrar la suprema superación del mismo a través del amor. En definitiva, con las matizaciones que se le quieran realizar, en Eastwood podría aplicarse a través de buena parte de su cine, una actualización de la máxima que regía el cine del nunca suficientemente añorado Frank Borzage. Es decir, su consideración como quizá el cineasta que mejor sabe manejar los resortes del melodrama. Que mejor sabe, película tras película, plantear sentimientos humanos, personajes a los que muestra mirándolos frontalmente, escrutando sus contradicciones, debilidades y aspectos humanos. Esa capacidad de Eastwood, que en muy pocos cineastas de nuestro tiempo puede tener parangón, se muestra en una película que, justo es reconocerlo, requiere cierto tiempo para ir atrapando al espectador, pero cuando lo hace ya no lo abandonará hasta su conclusión, llegando a conmoverlo. Por lo menos a mi me conmovió una conclusión que otros no han dudado en señalar como cursi, pero que –como en tantas otras ocasiones en su cine- se me antoja no sólo lógica, sino casi necesaria.
Y es que, en definitiva, lo que nos cuenta HEREAFTER es la historia de unos seres atormentados por diferentes experiencias vividas con la inmanente e irrenunciable presencia de la mortalidad. Da igual que se ofrezca con la impresionante vivencia de la locutora televisiva francesa Marie LeLay (Cécile De France), al sobrevivir las consecuencias del trágico tsunami sufrido en el sudeste asiático, el calvario sufrido desde su infancia por el citado Lonegan, al padecer lo que para otros sería un don, pero que a él le ha impedido vivir con normalidad, convirtiéndose en un ser reservado e introvertido, o la tragedia que vivirá Marcus (Frankie McLaren) al desaparecer de forma trágica e inesperada su hermano gemelo, debiendo abandonar un modo de vida poco recomendable junto a una madre drogadicta. Serán tres historias emanadas del espléndido guión de Peter Morgan, que no obstante en el primer tercio del film tardan en prender en el espectador. No lo será por la sencillez con la que estas son entrelazadas, sino en la sensación que se advierte en algún momento ante la necesidad de tiempo para evitar que el paso de una a otra impida que estas se adhieran emocionalmente. En cualquier caso, las mismas representan perfiles complementarios, describiendo miradas contrapuestas ribeteadas todas ellas de valiosos apuntes que quizá algunos hayan reprochado, pero que considero de oportuna pertinencia –la ligazón de la película con hechos reales, como el citado tsunami o los atentados vividos en el metro de Londres-. Junto a ellos no conviene olvidar el acierto de describir en los ambientes intelectuales de la laica Francia esa sensación de dejar por completo de lado cualquier atisbo metafísico o trascendente, o el respeto con el que se atiende la siempre espinosa cuestión de las experiencia cercanas a la muerte –un tema que siempre me ha interesado, y que entre unos y otros nunca ha conseguido alcanzar en nuestra sociedad la importancia que quizá debiera adquirir-. En realidad, la mirada de Eastwood no se inclina por ninguna de las vertientes presentes en el film. Ninguna de ellas es tampoco desestimada. En realidad, uno de los importantes aciertos del film de Eastwood y, por ende, de su planteamiento de base del guión de Peter Morgan, estriba en asumir y trasladar todas las miradas posibles ante el hecho incontrovertible de la muerte, poniéndola en primer plano como referencia ante unos seres atormentados de una u otra manera ante su sombra.
En realidad, HEREAFTER parece apuntar a estas dos verdades incontrovertibles; la de que no hay mejor manera de asumir el gran suceso último de todo ser humano, que la de estar preparado experimentando el don de la existencia como el bien más preciado del ser humano, aún cuando en algunas ocasiones esta circunstancia discurra por senderos penosos. La otra, quizá la más importante, resida en el mayor asidero que tenemos para entender la propia muerte como suceso incontrovertible; la esencial importancia del amor. En este sentido, en realidad ese atormentado y auténtico medium que es George no comenzará a vivir, más que a partir del momento en que deje de lado su sombría y casi inevitable cercanía al mundo de los muertos –es oportuno en este sentido mostrar sus “lecturas” entre sombras-, y en el último momento se plantee la oportunidad –y en su caso, la certeza- de vivir ese amor tan deseado, que de manera paradójica ha surgido entre dos personas que se han visto transformados por la sombra ominosa de la muerte. Amor y dolor quedan ligadas en una película en la que quizá cueste entrar, que se inicia con una secuencia de impactante perfección, y cuya división en tres historias paralelas quizá contribuya a acrecentar esa frialdad que, por otra parte, Eastwood no se ha recatado en utilizar en no pocos de sus títulos. Quizá sea la fórmula perfecta para lograr, de manera paciente pero segura, introducir en el espectador esa temperatura emocional, que alcanza de nuevo por un lado en su mirada frontal a sus personajes, y en otra a partir de ese casi infalible recurso melodramático que funciona con tanta perfección en sus películas; el uso de la música –siempre recordaré a este respecto la importancia que adquiere la introducción del sonido de las teclas de un piano para advertirnos el surgir del amor entre los protagonistas de THE BRIDGES OF MADISON COUNTY (Los puntes de Madison, 1995)-. Como si emergiera en un engranaje casi infalible, de manera paulatina y casi infalible vamos asistiendo a este triple drama extremo, que es narrado con enorme pudor emocional, sin alzar nunca la voz, sabiendo encuadrar de la forma más adecuada, ofreciendo una cadencia casi musical a un tema que podría brindarse a todo tipo de excesos, pero que es expuesto de una manera pudorosa, en ocasiones crítica –la manera con la que muestra la inútil imaginería de los ritos religiosos, en esta ocasión incorporando un apunte multicultural, presente en la secuencia del funeral del pequeño gemelo-, en otras quizá un tanto chirriante –la sucesión de falsos médiums que va recorriendo el desconsolado gemelo, en la búsqueda de un contacto ultraterreno con su hermano-.
Lo que en última instancia importa, en una película que logra prender con fuerza hasta llegar a una conclusión tildada por algunos como cursi y que personalmente me conmovió –entendiendo como justificados los leves ralentis con que se cierra-, es su capacidad para adentrarse en un terreno mucho menos cómodo de lo que cabe suponer, y del logra emerger con la sabiduría de un cineasta que logra ofrecernos momentos de realización tan hermosos, como la grúa que se eleva tras la muerte del gemelo en el accidente, la serenidad que describe la visita de Marie a la clínica de enfermos terminales –aunque aparezca como debilidad argumental la facilidad que tiene esta de contemplar la agonía de una joven interna-, la fuerza que adquiere el episodio en el que el gemelo superviviente sortea la caída de la gorra de su hermano -con consecuencias inesperadas-, o todo el episodio final vivido por George, con la resurrección que para él supondrá su viaje a Londres, la vivencia de ese universo dickensiano que le ha servido hasta entonces como único consuelo, o el encuentro final con Mary que, de alguna manera, se podrá entender como el auténtico nacimiento en la vida de ambos. No sería, llegados a este punto, la primera ocasión en la que Clint Eastwood se acerque a elementos fantastiques en su obra. Personalmente creo que el ejemplo más rotundo lo brinda en la que no me cansaré en reiterar como su mejor obra –MIDNIGHT IN THE GARDEN OF GOOD AND EVIL (Medianoche en el jardín del bien y del mal, 2007)-, pero que se extiende a varios de sus títulos. Es por ello que me puede chocar la fácil recurrencia a esas leves visualizaciones o atisbes de un más allá –que por otra parte resultan reveladoras pero poco consoladoras-, pero ello no me impide rendirme a la evidencia de asistir a una propuesta con más miga de la que pudiera parecer, que sin tomar partido por ninguna de las vertientes que muestra, apela a su sensibilidad como analista de los sentimientos humanos y, ante todo, a su magisterio como cineasta, de la que HEREAFTER deviene un ejemplo manifiesto y, estoy convenido de ello, será más valorada conforme pasen unos pocos años.
Calificación: 3’5
4 comentarios
Eugenio Murcia -
Roberto -
Eugenio Murcia -
Alfredo -
Cineyarte