THE HIGH AND THE MIGHTY (1954, William A. Wellman) [Escrito en el cielo]
Supongo que recordarán aquella tan exitosa, ocasionalmente divertida y, en líneas generales, mediocre parodia llamada AIRPLANE! (Aterriza como puedas, 1980. Jim Abrahams, Jerry Zucker y David Zucker) Un cúmulo de chistes visuales que parodiaba un subgénero tan en boga en el cine de la década de los setenta: el cine de catástrofes que tuvo en su vertiente aérea, uno de sus exponentes más recurrentes. Pues bien… parece que todo aquello empezó con THE HIGH AND THE MIGHTY (1954, William A. Wellman) –jamás estrenada comercialmente en nuestro país, y que ha sido titulada en su edición en DVD como ESCRITO EN EL CIELO-. Desde el propio momento de su exhibición, la película ha alcanzado siempre un gran predicamento entre la crítica norteamericana, y en buena medida ese desconocimiento en nuestro país es el que permitía a aquellos que llegábamos a leer aquello que se escribía sobre el desaparecido realizador, albergar esperanzas ante su contemplación. Había motivos fundados para ello, cuando muy poco después Wellman rodó el que quizá sea el título más valioso de toda su filmografía –TRACK OF THE CAT (1955)-, y el conjunto de lo que nos iba llegando de su obra, por más que siempre evidenciara una notable irregularidad, por lo general ha venido resultando atractivo. Cierto es por otra parte, que en este periodo el norteamericano filmó títulos que no pueden situarse entre lo más atractivo de su aportación al cine –BLOOD ALLEY (Callejón sangriento, 1955) y, en menor medida LAFAYETTE ESCUADRILLE (1958), su última película-. Sin embargo, el eco del prestigio norteamericano de THE HIGH… era un elemento que –aunque siempre necesitado de situar en cuarentena-, permitía albergar ciertas expectativas.
Lamentablemente, estas se disipan al poco de iniciarse el visionado de esta superproducción de la Warner, con la que Wellman se entrenó en el uso del recién creado Cinemascope. Y es que estas casi dos horas y media de metraje esconden un artefacto muy bien elaborado en la dosificación de su tensión, pero absolutamente carente de vida en su armazón interno. Es comprensible que en aquellos años cincuenta, la llegada de un espectáculo de estas características pudiera impresionar a un público ávido de emociones, al que tendían una astuta trampa para lograr demostrar que nada como la gran pantalla podía competir en emociones a la fuerza de la televisión. Sin embargo, el paso del tiempo no ha hecho más que envejecer la estructura de este relato, que en el fondo no supone más que la enésima actualización de esos relatos corales de escasa sustancia –tipo GRAND HOTEL (Gran Hotel, 1932. Edmund Goulding)-, definidos en personajes carente de toda entidad dramática, al que solo ocasionalmente la puntual aportación de un intérprete podría lograr finalmente dotar de interés –este tipo de personajes se confiaba al lucimiento de grandes estrellas o actores de carácter-. En esta ocasión, desde el primer momento asistimos al “desfile” del cúmulo de estereotipos, en calidad de pasajeros de un vuelo que discurrirá de Honolulu a San Francisco, y en donde –con cierto rebuscamiento-, tendremos una amplia gama de posibilidades. Desde el matrimonio adinerado en crisis, hasta otro de clase media aparentemente feliz que ha pasado unas vacaciones llena de inconvenientes; un director teatral egoísta, caracterizado por su miedo atroz a la muerte, un científico que ha decidido abandonar esta práctica al comprobar la escalada de destrucción que la misma ha adquirido, una mujer ya madura que ha conquistado por escrito a un confiado enamorado que vive en un rancho… En realidad, poco importa sea cual sea la combinación, todos compiten por ser más estereotipados, avanzando esa tendencia que años después se haría popular en títulos tan conocidos como de escasa calidad, como AIRPORT (Aeropuerto, 1970. George Seaton) y su larga descendencia.
En ese sentido, justo es reconocer que THE HIGH… se revela bastante superior a sus lejanos descendientes, aunque bien es cierto que lo peor de su conjunto ya deja avanzar esa molesta tendencia. Los diálogos en líneas generales son penosos, la música de Dimitri Tiomkin –por mucho que fuera galardonada en su momento, y contando con su conocido tema central- es molesta y altisonante en buena parte de su tramos, y vista con la distancia que proporciona el paso del tiempo, la película ha envejecido notablemente dejando ver sus fisuras, de entre las cuales una de las más ridículas resultan los flash-back que adornan algunas de las evocaciones de sus personajes –en concreto la que describe las azarosas peripecias vacacionales del matrimonio arquetípico de clase media, expuestas en un torpe tono de comedia slapstick-.
No obstante, pese a todos estos lastres –que en todo momento adquieren suficiente relevancia-, lo cierto es que con resultar un producto finalmente discreto, reviste algunas virtudes que se centran sobre todo en la formulación del relato como artefacto de relojería. Aún hoy, más de medio siglo después de su realización, THE HIGH… adquiere en su mecánica una eficacia hasta cierto punto insólita en el cine de nuestros días –por ejemplo, la manera con la que se van introduciendo los detalles que avanzan la posterior avería del avión-. Es evidente que pese a esa carencia de densidad de la fauna humana que puebla sus imágenes, el relato se podrá contemplar de la manera más distanciada que se pueda y nunca llegará a interesar, pero lo cierto es que su metraje se consume con total amenidad. Wellman sabe dosificar los elementos del relato con una pericia desusada en el cine de nuestros días. Y entremedias de este “cocido” guisado con ingredientes de segunda y mano de cocinero de primera, se desprende algún elemento de autenticidad. Bajo mi punto de vista este se ofrece de la mano del veterano actor inglés Robert Newton, que logra conferir de una insólita fuerza un personaje que solo permitía en parte un “número” histriónico. Con gran sabiduría, Newton rehuye ese asidero al elaborar el ya señalado retrato de un poderoso director teatral dominado por el egoísmo y el pánico ante la muerte, y ofreciendo una secuencia llena de intensidad en un plano medio de larga y casi dolorosa situación, en el que tras ofrecer consuelo a una pasajera dominada por el pánico, muestra en su interior que esta circunstancia extrema le está sirviendo para revelar lo más valioso y positivo de su personalidad. Una pincelada de hondura en un contexto de probada, superada y superficial eficacia.
Calificación: 2
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Eugenio Murcia -
Eugenio Murcia -